Calesitas, el clásico infantil que sobrevive a las pantallas

Creadas como un elemento de entrenamiento militar, se transformaron en una pieza clave de cada plaza de juegos. En Mar del Plata comenzaron a funcionar en la década del treinta.

La calesita de la Plaza Colón es la única de dos plantas en Mar del Palta. Foto: 0223

18 de Septiembre de 2022 16:58

Por Redacción 0223

PARA 0223

Subir a una calesita e intentar obtener la sortija mientras el juego gira, y se escuchan los hits del momento, es un recuerdo común a varias generaciones de argentinos. Pero no siempre las calesitas fueron el atractivo principal de las plazas de juegos destinados para los más pequeños. En Mar del Plata, la calesita llegó gracias a las corrientes migratorias y hubo calesitas que funcionaban con tracción a sangre hasta la década del '50. El carrusel más antiguo que aún tiene actividad perteneció hasta la llegada de la pandemia a la familia Mantovano y está ubicado en Plaza Rocha.

De acuerdo al relevamiento realizado por la Asociación de Calesiteros y Afines, actualmente, a las calesistas asisten niños de entre tres y doce años, la mayoría, los fines de semana, en compañía de sus padres y abuelos. 

De campo de entrenamiento militar a objeto de diversión

La primera calesita que aparece inmortalizada en la historia del arte data del año 500 y se trata de un bajorrelieve del Imperio Bizantino en el que se distingue a varias personas dentro de un plato similar a la base de una calesita dentro de cestas que estaban suspendidas de un poste. Cuenta la historia que hasta el año 1.100 se utilizaban para entrenar jinetes.

Durante la Edad Media, en la época de las cruzadas, el elemento llamó la atención de los europeos que lo adaptaron y de a poco fueron cambiándole su función. Al llegar al denominado viejo continente, las calesitas adoptaron el nombre de “carosello” (primera batalla) y, además de las cestas, contaban con caballos y muñecos colgados en el techo con los que los soldados entrenaban su puntería.

Con el correr de los años, a los integrantes de la realeza les resultó atractivo contar en sus extensos jardines con calesitas para convertirlos en espacios de entretenimiento. Más tarde pasaron a formar parte de las diversiones del pueblo.

Un legado inmigrante 

En Argentina, de acuerdo a la información de la Asociación Argentina de Calesiteros y Afines, la primera calesita se instaló en la ciudad de Buenos Aires en 1870 en las inmediaciones del Teatro Colón y fue traída desde Alemania, ya que en el país comenzarían a fabricarse dos décadas más tarde.

La aparición de las calesitas significó para muchos inmigrantes europeos una fuente de ingresos y se dedicaron a utilizar algunas conexiones que les quedaban en sus países de origen para encargar calesitas y así invertir sus ahorros para explotar un creciente mercado ávido del novedoso y llamativo elemento lúdico.

Cuando las calesitas se volvieron furor en el país, surgió un atractivo adicional en el juego que rápidamente fue adoptado por otros países: la pera y la sortija, que otorgaban a quien se hiciera del artefacto, con una vuelta adicional sin cargo.

El invento tenía como finalidad otorgarle una cuota de “argentinidad” al juego que mayormente era explotado por españoles e italianos. La sortija se incorporó a las calesitas en la década del '30 -época en la que el juego llegó a Mar del Plata- e imitaba a las antiguas carreras de gauchos ya que los niños debían obtenerla con el carrusel en movimiento y quitarla de un poste.

Mar del Plata, de la tracción a sangre a "la Ferrari de las calesitas"

De acuerdo a la investigación de Ignacio Gruppalli para el sitio web "Historias de Mar del Plata", en el barrio Nueva Pompeya, hasta la década del '50, en ciudad funcionó una calesita que giraba con tracción a sangre conocida como “La calesita de Marcelino” que contaba con un rudimentario sistema de tracción para que los niños disfruten de la propuesta recreativa. El carrusel tenía en el medio de su plato de base un agujero lo suficientemente grande para que entre un caballo y camine en círculos para hacer girar el engranaje y que la calesita comience a girar. Tanto los chicos como sus padres eran conscientes que estaba terminantemente prohibido molestar al animal durante el tiempo que duraba la vuelta, ya que cualquier alteración que sufriera el animal podía desatar una catástrofe.

Quienes visitaron el lugar, recuerdan que Marcelino manejaba la sortija y al terminar la jornada, los que participaban del último turno, obtenían un pase gratis para el día siguiente. Actualmente, en la ciudad funcionan tres de las calesitas “históricas” que llenaron de color a la ciudad y están ubicadas en Plaza Rocha, Plaza Mitre y Plaza Colón.

La calesita de Plaza Rocha funciona desde el 7 de abril de 1966 y es la única declarada de interés municipal. Hasta el inicio de la pandemia fue explotada por la familia Mantovano, que fue la que compró el carrusel y lo emplazó en el espacio verde ubicado en avenida Luro y 14 de Julio. Se trata de una calesita de un piso con autos coloridos y caballos que giran a un ritmo lento mientras de fondo se escuchan canciones infantiles.

Los primeros dueños de la calesita fueron Alberto y Gloria Mantovano que, tras años de explotarla, le pasaron el negocio familiar a su hijo Fabián que decidió vendérsela a Alberto Guerzoni, un “calesitero” de toda la vida que además cuenta con una calesita en la ciudad de La Plata, en inmediaciones al Hospital de los niños.

La calesita más vistosa de la ciudad es para muchos la ubicada en Plaza Colón, que cuenta con dos pisos con numerosos corceles móviles en la planta alta y variedad de juegos en la planta baja y cada vuelta en ese juego dura tres minutos y medio. Como detalle, los calesiteros que trabajan en la boletería los fines de semana destacan a este medio que “en el segundo piso los caballos van más rápido”.

En 2017 y hasta la llegada la pandemia Mar del Plata contó con “Titán”, considerada “la Ferrari de las calesitas”. Se trataba de un carrusel de tres pisos con temática clásica, escaleras y ascensor opcional emplazado en la Manzana de los Circos, que era promocionado como “la calesita más grande del mundo”. Había sido fabricada en la ciudad de Buenos Aires por la empresa Felimana Luna Park que se dedica a la creación artesanal y exportación de carruseles.

Carlos Panetti, secretario General de la Asociación de Calesiteros y Afines, asegura que, pese a los avances de los juegos de realidad virtual, aún son muchos los padres y abuelos que eligen "desenchufar a los chicos" y llevarlos a jugar a la plaza donde la calesita es el máximo atractivo.