La sentencia de muerte, una estampita y 13 días en el Materno: así fue el milagro que confirma el Vaticano

Laura es la mamá del nene de 15 meses que sobrevivió en Mar del Plata a una gravísima intoxicación gracias a la intercesión del cardenal Pironio. Dieciséis años después, revive la experiencia milagrosa con 0223: "Sabía que mi hijo iba a sanar y por eso pedí con mucha fuerza". 

Los padres de Juan Manuel con el cura que les dio la estampita de Pironio en la Marcha de la Esperanza de 2006.

4 de Mayo de 2023 12:25

Por Redacción 0223

PARA 0223

La medicina no lo supo explicar. La Iglesia sí: fue un milagro. Una comisión médica lo confirmó este jueves en el Vaticano, pero ellos ya lo sabían hace dieciséis años, desde el primer signo de mejoría que descubrieron en su hijo cuando todas las voces expertas se resignaban a esperar una muerte temprana. Esos trece días de internación que transitaron en el hospital Materno Infantil de Mar del Plata siguen muy presentes en los papás, tan presentes como la sonrisa de Eduardo Francisco Pironio, el hombre que les dio esperanza.

A pocas horas de conocer el anuncio oficial desde Roma y a la espera de que se ratifique pronto la beatificación del cardenal, Laura y Mariano reviven, emocionados, la experiencia milagrosa que tuvo como protagonista a Juan Manuel Franco el viernes 1 de diciembre del 2006, con tan solo quince meses. Aquella tarde, el niño se intoxicó accidentalmente en casa con purpurina y, en pocas horas, pasó de ser un nene “súper sano” a un bebé que no tenía expectativa de vida.

Los padres siempre fueron creyentes: de hecho, dan clases de música en escuelas católicas de la ciudad. Y la situación extrema que vivieron los aferró aún más a la fe y, sobre todo, a la figura del segundo obispo que tuvo la diócesis local, a quien llegaron a conocer por una estampita cuando pidieron por su intercesión. “Los médicos del Materno no podían entender cómo con las placas que tenían y con los análisis de orina y de sangre había una evolución tan rápida”, recuerda Laura, en una extensa entrevista que le concede a 0223.

-¿Cómo empezó aquel viernes que los marcó para siempre?

-Esa mañana habíamos estado en la clínica 25 de Mayo visitando al pediatra por los controles de rutina de Juan Manuel. Me acuerdo que el doctor nos había felicitado por su salud. Transcurría todo normal hasta que esa misma tarde yo estaba trabajando en la computadora y lo tenía a él sentadito a mis pies. Ahí cerquita había una caja con pinturas, acrílicos, por tareas de pintura que a mí me gustaba hacer, y entre esos tarritos había purpurina. La purpurina es un material muy oleoso, con limaduras de cobre, de zinc y también puede llegar a tener de plomo. Son metales muy pesados y muy tóxicos para nuestro cuerpo. Juan Manuel se llevó accidentalmente a la boca la purpurina y en ese momento se hizo una nube de este polvo: parte lo aspiró y otra parte se lo tragó. Yo le hice upa, traté de lavarle la cara y de sacarle lo que tenía en la boca y pero me pareció que tenía que llevarlo al médico. Cuando estoy saliendo de mi casa, me encuentro con mi marido que justo volvía de trabajar y los tres volvimos a la 25 de Mayo. Cuando lo revisaron, no encontraron mucho en mi hijo porque hasta ese momento no se notaba nada, pero con el correr de los minutos Juan Manuel empezó a toser, estaba muy irritable y ya no podían sostenerlo. Los médicos, entonces, se contactaron con el hospital Garrahan para saber de qué se trataba este tipo de intoxicaciones y se encontraron que en todos los casos que estaban registrados no había ningún antecedente de sobrevida.

-¿Eso se lo dijeron a ustedes?

-El mismo pediatra que habíamos consultado a la mañana nos dijo que había que respetar a la muerte y que no había nada para hacer. Ese fue un momento muy difícil: no podíamos entender que nos pasara esto de repente.

-¿Y cuándo se produce el traslado al Materno Infantil?

-A última hora de esa noche  misma noche lo trasladaron a Juan Manuel. Entró a terapia intensiva, lo indujeron en un coma y me acuerdo que le colocaron un aparato nuevo, que incluso no lo habían usado nunca en el hospital, que le iba a permitir hacer una especie de lavaje de pulmón para sacarle ese líquido tóxico. Pero su estado era muy reservado y había esperar que transcurran esas 72 horas famosas que siempre que dicen.

-¿Y cómo “intercede” Pironio en estas circunstancias? ¿Ya tenían referencias de él?

-Al día siguiente, el sábado 2 de diciembre, se organizaba como todos los primeros sábados de diciembre la Marcha de la Esperanza. Nos habían avisado que la marcha iba a pasar por acá y que nos iban a esperar a recibir a la Virgen. A la tarde, entonces, nos vinieron a buscar. Fue muy emocionante porque nos encontramos con una multitud rezando por Juan Manuel, con la imagen de la Virgen, y con el padre Silvano, que era el párroco de la parroquia y de la escuela donde yo trabajaba. Él me entregó una estampita del cardenal, que hasta ese momento no lo conocía, y me dijo que le rezara y que pidiera su intercesión. Después nos volvimos al hospital con toda la fuerza que esa Marcha nos dio; justo coincidía con el horario que podíamos pasar a ver a nuestro hijo en la terapia así que le transmitimos toda esa emoción.

-¿Esa tarde ya empezaron a ver la mejoría en Juan Manuel?

-No. En el parte nos dijeron que seguía siendo muy grave, que no nos daban ninguna expectativa, y también que podía haber algunas secuelas neurológicas o hepáticas o renales porque este metal estaba en todo su cuerpo. Todas noticias malas.

-¿Entonces cuándo cambia el pronóstico?

-Uno o dos días después. Recuerdo que una mañana estaba sentada frente a la terapia y tomé la estampa de Pironio y empecé a leer su historia.  Me impactó porque también la vida del cardenal fue un milagro: él es el hijo menor de 22 hermanos y cuando su mamá queda embarazada y tiene a su primer hijo, estuvo muy grave, a punto de morir, entonces los médicos le habían dicho que no podía tener más hijos, que no podía quedar embarazada porque era un riesgo para ella, para su vida y la del bebé. El caso es que cuando ella se confiesa con el obispo, le cuenta su preocupación y el obispo le dice que a veces los médicos se equivocan. Esa frase a mí me impactó, en el sentido de que tal vez sí, hay que creer y no perder las esperanzas. Me quedé con eso, leímos la oración con mi marido y pedimos la intercesión del cardenal para que sanara nuestro hijo. El miércoles al mediodía recibí un llamado de mi mamá que me decía que en realidad Juan Manuel no necesitaba mucha medicación porque no habían encontrado nada en su sangre.

-Claro. Esa fue la primera señal…

-Sí, bueno, fue una sorpresa enorme porque la verdad que lo que los médicos nos decían era otra cosa. También en ese mismo momento comenzaron a sacarle la sedación para ver cómo respondía y Juan Manuel se despertó. Yo le pude dar de comer y al día siguiente lo pasaron a la habitación de terapia intermedia y siguió su evolución. A los poquitos días estuvimos en casa como si nada hubiera pasado.

-¿Los médicos te dieron alguna explicación?

-Estaban sorprendidos porque no podían entender cómo con las placas que tenían y con sus análisis de orina, de sangre, se encontraban con esta evolución.

-¿Y ustedes que pensaban?

-Yo empecé a pensar en que sí, en que había sido un milagro de Pironio y que realmente los médicos se habían equivocado. Yo empecé a escribir todo lo que me había pasado, todo lo que vivimos y lo mandé a una dirección que figuraba en la estampa que me dieron: todas las estampitas dicen ‘si usted recibe una gracia, escriba’. Yo pensaba que había recibido una gracia enorme así que escribí y me contacté con la vicepostuladora de la causa para la beatificación del cardenal Pironio. Ella me contactó y así nos fuimos encontrándonos e iniciando este proceso que llevó 16 años. No son los tiempos que nosotros esperamos, pero son los tiempos de Dios y de la Iglesia.

Juan Manuel, en la basílica de Luján, junto a los restos del hombre que le salvó la vida.

-¿Qué tan complejo resultó ese proceso?

-Y fue, como te digo, bastante largo. Se tuvieron que presentar todos los informes, toda la información de su historia clínica; tuvimos muchísimas entrevistas. Es un proceso que no se hace así nomás, sino que tiene todo un orden y no es porque sí, sino que realmente se estudia y también lo ven personas que  por ahí no son creyentes, como para que verdaderamente cuando digan que es un milagro sea porque así lo es.

-¿Y Juan Manuel se hizo estudios después de aquel episodio? ¿Quedó con alguna secuela?

-Sí, después se siguió haciendo controles lo siguió atendiendo uno de los pediatras que estaba en la terapia el doctor Falcone así que él sabía por lo que había pasado y siempre le hizo los controles, por suerte nunca tuvo ningún tipo de secuela ni algo que estuviera relacionado con esto que le pasó. Incluso, para la investigación de la causa, tuvimos que ir con varios médicos para que le hicieran controles, placas, sangre, y nos preguntaban para qué necesitábamos eso, porque la verdad que no encontraban nada. Así que su salud fue siempre muy buena.

-¿Cómo vive hoy?

-Juan Manuel tiene 17 años y está en el último año del secundario. Estudia música, toca la guitarra y el violonchelo, que es su pasión; hace deportes, le gusta mucho el karate y le va muy bien. Siempre está alegre, es muy compañero con sus abuelos, con sus primos, sus tíos y compinche con sus amigos. Y tiene dos hermanos, y ahí también te puedo decir que hizo su intervención Pironio...

-¿Cómo fue eso?

-Después del accidente de Juan Manuel, esperamos por bastante tiempo la llegada de otro hijo. En unas de las ocasiones que visitamos la basílica de Luján, que es donde descansan los restos del cardenal, rezando le pedí por un hermanito ya que él había tenido tantos. Y al tiempo me entero que estaba embarazada y, casualmente un 4 de mayo, tuve la feliz noticia de que eran mellizos. Ellos llevan en su nombre a Pironio: Eduardo Francisco.

Juan Manuel, con sus hermanos mellizos Joaquin Francisco y Facundo Eduardo.

-¿Qué otra experiencia vivieron con Pironio?

-Y nos pasó que empezamos a encontrarlo en un montón de otras situaciones; sentíamos su presencia. También empezamos a conocer gente que lo conoció, que estuvo con él y nos hablan de su cercanía, de su alegría, de su sencillez, de su humildad y un poco así también nosotros lo sentimos porque él llegó ese día con la Marcha de la Esperanza y se quedó junto a nosotros humildemente, desde su sencillez, y no nos dejó.

-Dijiste que han ido a visitar los restos a la basílica de Luján, ¿cuándo fueron?

-En realidad tratamos de ir todos los años. Es un lugar especial para nosotros, así que tratamos de ir en familia, sobre todo cada 5 de febrero, que es el día de su fallecimiento en donde se hace la misa. También he ido a hacer la peregrinación a pie.

-¿Que reflexión dejarías para las personas que escuchan con escepticismo la palabra “milagro”?

-A mí me tocó ser testigo de un milagro y creo que en un momento de tanto dolor, que todos en algún momento de nuestras vidas pasamos, tuve suerte de poder contar con Dios y con esa fe. Es bueno saber que no estamos a la deriva y a la nada misma, sino que lo tenemos a Dios y que le podemos pedir a Él que nos ayude, que interceda. Para eso están los santos, que bueno, son personas como nosotros, pero que están más cerquita de Dios y a ellos les podemos pedir que nos hagan el favorcito de también hacer fuerza para que Dios nos dé aquello que pedimos. Yo le agradezco a mi familia, a mis padres, que me hayan inculcado la fe. Creo que ahora también llega el momento de compartirlo a los demás. Estábamos esperando hace mucho este tiempo para compartirlo, celebrarlo, anunciarlo, de darlo a conocer, para que llevar el mensaje a todo aquel que necesita. Es mucha la gente que a veces me escribe y me pregunta: ‘¿Cómo hiciste? ¿Cómo rezaste? ¿A quién le rezaste?’. Yo solo puedo decir es que en ese momento que recé, lo hice con profunda convicción y certeza de que iba a ser así, de que mi hijo se iba a sanar y por eso pedí con mucha fuerza. La oración es la conexión que tenemos con Dios y también la fe, la fe que se nos da como cristianos, es un regalo hermoso y hay que compartirla. Ojalá que también así demos la posibilidad de otro milagro y se pueda proclamar santo a Pironio.