Leonardo Gentile y una crónica cruenta
En Satán de los Esteros (Sudamericana – 2023), Leonardo Gentile cuenta el asesinato del niño Ramón González en un ritual de magia negra en la ciudad de Mercedes, en la provincia de Corrientes.
El 8 de octubre de 2006, a la orilla de las vías, aparece el cuerpo de Ramoncito González decapitado y sin sangre. El niño de 12 años había sido violado, torturado y descuartizado durante un rito satánico por el cual diez personas ya fueron encontradas culpables por homicidio triplemente calificado por haberse cometido con ensañamiento, alevosía y con el concurso de dos o más personas en concurso real con el delito de abuso sexual con acceso carnal y con el delito de privación ilegítima de la libertad. Leonardo Gentile, según la presentación, “Revisó con obsesión el expediente judicial y los documentos reservados del equipo policial. Recorrió cada lugar y entrevistó a decenas de personas, incluyendo a los condenados y a la testigo protegida, que vio morir a Ramón y logró escapar de un destino tan cruento como el de él”. El resultado de la investigación no solo provoca un relato espeluznante, sino que también “reconstruye un crimen tejido en una red de narcotráfico y pedofilia, con el poder político y judicial del feudalismo local como trasfondo”.
“Fue elegido por ciertas características que se explicitaban en el guion del crimen ritual. El peso, la edad, ciertas cualidades de su personalidad como su resistencia al dolor o la inocencia, estaban previstas en la práctica mágica detallada en un libro que tenía una de las mujeres que ofició como sacerdotisa del grupo”, sostiene Leonardo Gentile sobre la elección de la víctima. Y agrega, en torno a los que llevaron adelante el hecho, conocidos como la Organización que, “Buscaban mejorar su posición económica y social. El grupo que participó del crimen puede dividirse en tres niveles: los ejecutores, en su mayoría chicos marginales muy jóvenes que eran reclutados para cometer delitos menores y sesiones de tortura y violaciones como las que comentaba antes y el nivel medio, integrado sobre todo por dos mujeres que actuaban como sacerdotisa y como reclutadora de mano de obra para llevar adelante las acciones de la organización. Doce integrantes de estos dos grupos fueron condenados en dos juicios, hay un nivel superior, que Marianita, la testigo protegida que develó el funcionamiento del grupo, llama ‘el triángulo de los que ponen plata’. Hay en poder de la justicia cartas manuscritas en las que las mujeres del nivel medio les piden el pago de un dinero por asesinar a Ramoncito. Ese grupo se considera instigador o autor intelectual del crimen. Está probada su existencia, pero la justicia no logró probar la participación de varios sospechosos de formar parte de ese nivel dirigencial. Por lo tanto, siguen impunes”.
- ¿Se sabía en la localidad que se hacían esos rituales?
- Mucha gente sabía que se realizaban estas prácticas. No habían denunciado nada por miedo, porque sabían que estaban involucrados empresarios, ganaderos y altos dirigentes políticos provinciales. Mercedes es una ciudad que conserva las creencias hispano-guaraníes, hay una religiosidad popular muy fuerte. En uno de los extremos de la ciudad está un lugar de gran devoción: la tumba del Gaucho Antonio Gil. En el otro uno de los santuarios más importantes del Señor de La Muerte. Hay gran cantidad de curanderos y templos afrobrasileños en la ciudad. Un antropólogo cultural que participó en el caso solía decirme que en Mercedes el misticismo flota en el aire. Ninguna de las tradiciones de fe que detallé incluyen sacrificios humanos, pero en este caso, el grupo criminal creó su propio corpus mágico - religioso combinando algunas de esas creencias con el satanismo. En este caso, hay una práctica que se origina en el siglo XVII en Francia y fue evolucionando hasta una ceremonia que incluye sacrificios humanos y vejaciones para obtener poder material. Esto inspiró el crimen de Ramoncito.
La investigación llevó varios años. Gentile accedió a documentos judiciales y policiales, entrevistó a testigos y buscó permanentemente llegar a los dirigentes de la Organización. También logró entrevistarse con la testigo protegida que vio morir al menor, pudiendo ella escapar de una suerte igual, además de hablar con cuatro de los condenados y llevar adelante varios viajes a Corrientes, a Curuzú Cuatiá y a Mercedes. El resultado es esta mixtura de novela negra con una crónica extraordinaria.
- ¿Qué quedó en vos después de la investigación y del proceso de escritura que entiendo fue de varios años? ¿Qué dejó esa experiencia?
- Conocer el crimen, la forma en que operaba el grupo que mató a Ramoncito y la trama de encubrimiento que se desplegó en torno a los que encargaron el asesinato ritual fue una experiencia difícil. No imaginaba encontrar algo así cuando empecé a abordar el tema. Muchas veces volvía de Corrientes muy afectado y dudaba si seguir adelante. Sin embargo, el compromiso que muchos correntinos tenían con el reclamo de justicia me generó una necesidad de seguir. Los procesos de investigación y escritura me dejaron un gran aprendizaje. Nunca antes le había dedicado tanto tiempo a investigar algo. Además, sinceramente, no podía creer lo que me contaban y, cuando intentaba contarlo, me costaba avanzar. En todo lo que escribía se notaba más mi juicio en torno a los personajes que lo que necesitaba contar de ellos. Recién pude empezar a tomar distancia en el trabajo en el taller con Leopoldo Brizuela.
Un poeta argentino Joaquín Giannuzzi definía su arte poética en estos versos: No agregue. No distorsione. / No cambie / la música de lugar. / Poesía es la que se está viendo.
Brizuela me hizo comprender que yo tenía que lograr eso. Limitarme a contar lo que veía, lo que sabía, sin juzgar lo que contaba. Así empezó a soltarse la narración. Por otra parte, la investigación me demandó gran parte de la primera etapa del proyecto. En un momento me di cuenta de que tenía más información de la que había en la causa judicial y tuve que estructurarla en un archivo. Parte de esa información fue chequeada y luego descartada del libro porque no parecía sólida. Ese trabajo me ayudó a pensar el plan de la obra porque me permitía ver relaciones entre hechos y personajes que, de otra forma, no hubiera advertido. El trabajo con Brizuela me hizo correrme de un lugar de narrador muy rígido. Empecé a pensar otras maneras de contar, entendí que había procedimientos literarios que podían ayudarme a mostrar mejor los rasgos atípicos del caso sin alejarme de los hechos reales y a respetar un espectro de voces muy amplio que tenían algo para decir sobre este crimen. También aprendí a canalizar esa conmoción inicial en la escritura y a permitirme volantear respecto del plan inicial a medida que iba descubriendo mejores estrategias.
Satán de los Esteros, o al decir de Selva Almada, “… Una investigación periodística profunda, que narra con el pulso de la literatura el asesinato de Ramoncito, demuestra que el mal existe y es humano”.
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