Giselle Krüger: “Existe la verdad sanadora y yo la encontré con mi hija y elegí quedarme con eso”

Malasangre (PLAZA & JANES – 2023) es la primera novela de no-ficción de la periodista Giselle Krüger. Desde el insomnio de su hija hasta la verdad de su abuelo. Todo lo que le permitió encontrar una verdad familiar.

20 de Agosto de 2023 09:46

Un interesante fenómeno que provoca la literatura es poder identificar en un texto ese pasaje de lo particular a lo universal. El caso concreto del o de la protagonista se ve replicado en muchos tantos.

“Mi historia está atravesada por algo que a uno lo desvela, sea cual sea el motivo. En este caso el desvelo era literal y me parece que es lo rico de la historia. Cómo algo que estás padeciendo te lleva a buscar tu propio camino. Acá está en el fondo, eso de creer que conocés a la gente más cercana y de pronto no es así. En mi caso fue de chica, era mi lugar seguro y sin embargo estaba en peligro, era una eterna contradicción”, comienza diciendo la periodista Giselle Krüger la hora de presentar su primera novela de no-ficción.

Hablamos de una historia que cuenta cómo, a través del insomnio de su hija, la protagonista descubre en una terapia de constelación familiar que ella tampoco dormía en su infancia. Y que esa falta de sueño era producto del miedo a su abuelo. Pero eso no es todo. La gran revelación, el gran descubrimiento de Krüger, es el pasado de ese abuelo vinculado a los nazis.

- Viendo la historia de esta forma, ¿tuvo algo de terapéutico o de sanador la escritura?

- Sí, creo que diste en la tecla. Lo que me pasaba de chica era tenerle miedo a mi abuelo y no poder contarlo, primero porque cuando uno es chico no se cuestiona nada, es la realidad que uno tiene, entonces fue como algo silenciado por mucho tiempo. Después, con el tema de la maternidad y el insomnio de mi hija, vino otra etapa donde me callaba porque me daba mucha vergüenza admitir que yo no podía hacer dormir a mi bebé. Entonces terminé volcándolo, casi vomitando todo, en notas de teléfono. Mientras no dormía, gran parte de mi novela fue escrita en notas de teléfono, en esas noches de insomnio con mi hija. Yo sentía que, si no me lo sacaba de encima, me iba a matar. Yo necesitaba sacarlo y una de las maneras fue escribir la historia en esta novela.

- ¿Cómo fue esa etapa de terapia de constelación familiar?

- Ahora lo miro en retrospectiva y me parece todo un delirio. O sea, yo creo que estaba realmente mal. A esa altura vos me decías que para que duerma Alina yo tenía que ir a las doce de la noche a Córdoba y Gascón y pararla encima del semáforo con una manzana en la boca, yo te juro que iba y lo hacía. Estaba desesperada, ya había agotado todas las instancias. La había llevado a un curandero, a un sanador, porque creía que le habían hecho una maldición, ya había llegado al borde la locura. Mirá que yo soy una mujer super tranquila, muy racional, pero estaba desesperada. Probé todos los métodos, probé dejando placeres míos, como tomar café o Coca Cola, o una copa de vino, dejé de tomar medicamentos que eran para el cansancio, porque me decían que podía ser yo la responsable. Porque si consumía algo de eso y se lo pasaba a ella a través de la lactancia, eso la desvelaba.  Fue un momento horrible, en mi casa estaban las persianas bajas durante todo el día, no se sabía si era de noche o de día. Tenía muy mal humor.

- Y nada traía una solución, vos en ese estado y ella sin dormir…

- Totalmente. Esa vez, la esposa del sanador me dijo en un momento, “Giselle, a mí me parece que vos estás confundida. Creo que vos estás buscando todo el tiempo resolver cuestiones que tienen que ver con ella y tal vez la que tiene problemas sos vos y no los tiene la nena”. Entonces, ¿Qué hago? Me pasa los datos de una consteladora y yo no dejaba de pensar en que era una locura más.

Pero Giselle Krüger, según relata, tenía la sensación de que era su última carta. La situación ya se había hecho insostenible y no quedaban muchas más instancias que transitar. Estaba desesperada y eso la llevó a encontrarse con la consteladora sin saber qué hacía, ni a dónde iba. “Entro, me siento y la mujer me pregunta: ‘¿Por qué estás acá? Explico todo de nuevo sobre mi hija de un año y tres meses que no duerme desde que nació. Y ella me mira y dice: ‘Una sola pregunta te voy a hacer, cuando vos eras chica ¿dormías bien?’”, cuenta la autora. Y agrega: “Y en ese momento me caen todos los recuerdos y comienzan a patearme la cabeza. Yo no dormía bien de chica porque le tenía miedo a mi abuelo. Me quedaba toda la noche despierta por miedo. Me asusté, no me gustó la sesión, me quería ir. Me sentí desnuda, como que ella había descubierto mi secreto. Agarré todo, agradecí y me quería ir. Ella me dijo que hasta que no resolviera la causa de quién era ese hombre no iba a estar tranquila. Me fui pensando en los doce años que viví con él sin saber quién era en realidad”.

-Hasta acá ya la historia es bien literaria, pero todavía falta…

- Fue increíble. Esto fue durante la pandemia. A fines del 2019 empecé toda una investigación periodística para encontrar papeles, datos, documentos, partidas, fotos, todo lo que pudiera para lograr enmarcar ese miedo. Y lo encontré, alcancé a descubrir quién era. Eso me produjo cierto alivio, me tranquilizó y, por supuesto, a mi hija también que logró dormir.

Su hija no podía dormir, ella descubre que en realidad es por sus miedos de la infancia, pero aún falta. Falta una instancia más en la historia que sería todavía más reveladora y sorprendente: descubrir que su abuelo era nazi.

Para el resto de la sociedad era algo inconcebible que una madre no pudiera hacer dormir a su hija.

- ¿Cómo te explicás todo esto?

- Mirado para atrás, yo si siento que es verdad, que no lo había resuelto. Y que algo se despertó en mí cuando fui mamá. Yo viví hasta ese día perfectamente sin recordarlo y ella me obligó a revisar algo que yo no tenía cerrado. A mí me gusta decir que ella es un reflejo de mi infancia, que Alina me estaba mostrando un portal que tenía que cruzar hacia atrás para encontrar respuestas. Yo no milito las constelaciones familiares, pero fue una terapia que a mí me funcionó. Fue la terapia más sencilla que hice y mirá que hice de todo.

Otro punto complejo de la situación fue pelear contra el entorno. Para el resto de la sociedad era algo inconcebible que una madre no pudiera hacer dormir a su hija. Todo ese entorno creía que exageraba, hasta su marido. “Yo estaba desesperada, me sentía absolutamente incomprendida. Son gases, los dientes, la teta, todos me decían algo distinto y el tiempo pasaba y no se solucionaba”, agrega.

-Eso es interesante de pensar también, visto a la distancia. Porque tu marido no entró en la situación, te tenía que pasar a vos sola con ella…

- Nosotras formábamos un binomio tan arraigado en el padecimiento que yo tampoco dejaba entrar a nadie. Si alguien me decía que la hacía dormir yo lo sacaba a patadas. Éramos ella y yo las que teníamos que resolverlo. Este hecho de hacerla dormir, claramente, escondía un montón de cuestiones oscuras que tenían que ver con el lugar del buen descanso. Y el buen descanso que trae la conciencia limpia y la verdad. Entonces, fue un viaje al pasado que yo necesitaba hacer y te juro que lo volvería a hacer.

- Contame sobre tu abuelo, en este proceso descubriste que ese hombre era violento y simpatizaba con los nazis…

- Todos venimos de familias con muchos secretos. Siempre hay algo que no se dice, que no se cuenta, que nadie se anima a preguntar. Antes era más común todavía. Vos no podías cuestionar nada, pero, ahora, me parece que lo que no se dice en algún momento en la familia empieza a hacer ruido y uno tiene la ambición de resolverlo. Si no, de alguna manera, el esquema se sigue repitiendo hasta que alguien lo resuelve. Mi abuelo nació en Rosario. El recuerdo que a mí me arrastra a buscar en el nazismo fue la imagen que recuperé de la cabecera de su cama. Él ahí, en lugar de un crucifijo, como en cualquier casa católica, tenía clavada un águila imperial. En aquel momento ni idea de lo que era, pero luego, preguntándole a mi papá, me lo confirmó. Hoy yo no sé si él era así conmigo, con nosotros, porque era nazi o si era nazi porque era así. No tengo esa respuesta.

El día que murió mi bisabuelo dice “Pobre mi hijo, descansá en paz. Tu mamá te perdona todo.”

- ¿Tus hermanos tienen esos mismos recuerdos de él?

- Ellos tienen recuerdos, pero no lo vivieron con miedo como yo. Yo le tenía miedo. Tengo una hermana más chica y mis hermanos eran más grandes. Ellos tenían la ventaja, por decirlo de alguna manera, de cobrarse pequeñas venganzas con él que yo no me animaba a hacer. De alguna manera se la cobraban, le hacían pequeñas maldades y sentían como que no estaban tan en desventaja. Pero yo le tenía terror, yo fui muy sensible, estaba todo el día con él en la casa y escuchaba sus gritos y fui la que presencié aquel momento cuando agarra un cuchillo y amenaza a mi mamá. Ellos no lo vieron a eso, todo eso me traumó.

Krüger se había obsesionado con el tema y no podía parar de investigar. Llega hasta familiares lejanos y descubre tesoros como: manuscritos de su tatarabuela del 1800. “Cuando los encontré y me reuní con ellos me mostraron aquello que tenían guardado. Era como un misal chiquito, algo que había tocado la tatarabuela, estaba ahí lo que había escrito el día del nacimiento y el día de la muerte de mi bisabuelo. Una letra prolija, textos cortos, era una hermosura. Fue un lindo cierre para todo esto. El día que murió mi bisabuelo dice: “Pobre mi hijo, descansá en paz. Tu mamá te perdona todo.” Qué misterio, ¿qué puede perdonarle una madre a un hijo? ¿Qué quería decir con todo eso?”, plantea la autora.

Cierra Krüger: “Yo necesitaba entender un contexto, necesitaba entender por qué era como era. La verdad es que llegué a sus orígenes, encontré a su abuela, encontré ese manuscrito de su abuela, encontré a su bisabuelo, encontré a mi bisabuela. Así lo pude ubicar en un contexto familiar que a mí me dio las herramientas para decir: ‘Bueno, lo dejamos acá. Tuvo esta vida. Fue así, quedate con eso’. La verdad absoluta no existe, sí existe la verdad sanadora y yo la encontré con mi hija y elegí quedarme con eso”.