Amores trágicos en la literatura

El amor trágico es una de las variantes del amor que se desarrolló en la literatura. Muchos son los ejemplos que van desde las tragedias griegas hasta la literatura actual. Un tipo de amor que muestra hasta dónde puede llegar uno por pasión.

11 de Febrero de 2024 09:59

Durante toda la historia de la literatura se han contado muchos tipos de amores: el amor cortés (respetuoso y caballeresco), el platónico (sin contacto y basado en una admiración), el erótico (marcado por la pasión y los cuerpos), el romántico (un amor que busca la felicidad y la realización) y el trágico. Es este último el que nos interesa hoy.

Los amores trágicos marcaron muchas historias de la literatura universal. Hablo de aquel amor que se caracteriza por la intensidad, la pasión, el sufrimiento y la fatalidad. Es decir, aquellos amores que terminan en desgracia por causas externas o internas. Son esos amores que deben enfrentarse a dificultades insuperables que los conducen al final trágico.

El término trágico invoca a la provocación del dolor, a la desdicha, e involucra un conflicto entre la voluntad del ser humano y el destino.
La literatura universal hizo de este amor un tópico fuerte para sus historias. Por eso, valen apenas algunos ejemplos para notificar su presencia.

Quizás la más clásica y reconocida de las historias de amor trágico sea Romeo y Julieta, de William Shakespeare. En la obra, Romeo y Julieta son dos jóvenes que pertenecen a dos familias rivales de Verona, los Montesco y los Capuleto. Los jóvenes se enamoran y se casan en secreto con la ayuda del fraile Lorenzo. Pero las diferencias entre familias amenazan aquel amor y se desencadena una serie de muertes. Romeo mata a Teobaldo, el primo de Julieta, por venganza ya que este había matado a su amigo Mercucio. Romeo es desterrado de la ciudad, Julieta es obligada a casarse con otro hombre, Paris, entonces finge su muerte. El fraile Lorenzo debe avisar a Romeo para que la rescate, pero no logra hacerlo. Romeo cree que Julieta ha muerto y se envenena frente a su tumba. Julieta despierta. Ve a Romeo muerto y se clava un puñal. Ante tal costo, las familias se reconcilian.


La misma historia se da entre dos jóvenes babilónicos (Shakespeare tomó su historia de este mito, al igual que Arthur Brooke o Masuccio Salernitano). Según cuenta Ovidio en su Metamorfosis, Píramo  y Tisbe mueren el uno por el otro a causa de un malentendido. Las familias de estos jóvenes babilónicos estaban enemistadas y ellos lograban hablarse a través de una grieta entre las paredes que
los separaban. Por amor, finalmente, deciden escapar juntos.

El lugar de encuentro sería un árbol de blancas moras, junto a una fuente. La primera en llegar es Tisbe, pero al ver a una leona con sus fauces todavía ensangrentadas por la caza, se asusta y corre a esconderse dejando caer su velo, el que tomó la leona.

Píramo llega al lugar. Ve el velo en el piso y las marcas de pisadas de la leona y pensó la peor. No quiere vivir en ese mundo sin Tisbe y se apuñala junto al árbol. Cuando Tisbe regresa, ve a su amante muerto y decide también quitarse la vida. Mueren abrazados y, según el mito, aquella sangre que corrió por las raíces del árbol de moras blancas, se transformó en el árbol de moras púrpuras que conocemos hoy.

En el maravilloso Don Quijote de la Mancha, de Cervantes, una de las tantas historias enmarcadas que aparecen es la historia de amor entre Cardenio y Luscinda. La historia se cuenta en varios capítulos de la primera parte, pero, sobre todo, en su pasaje por Sierra Morena. Los jóvenes se aman desde chicos y se han jurado casarse. Pero el padre de Luscinda tiene otros planes y decidió darla en matrimonio a un rico y poderoso duque llamado Fernando, compañero de Cardenio y quien sedujo y abandonó a una labradora llamada Dorotea. Pero Fernando, viendo la posición de la familia de Luscinda, decidió pedir su mano y casarse con ella. Ella se opone al matrimonio forzado, pero su padre
la obliga a aceptar. El día de la boda, Cardenio llega disfrazado a la iglesia y presencia con horror cómo Fernando le arrebata su amor.

Luscinda se desmaya, Fernando cree que ha muerto y huye. Cardenio  se vuelve loco, por la supuesta traición, y corre a la sierra a vivir como un salvaje. Ahí es donde se encuentra con Don Quijote y Sancho a los que les cuenta su historia. Por otro lado, Dorotea, que ha seguido a Fernando, llega a la Sierra. Se encuentra con Don Quijote, revela que Luscinda no se casó con Fernando y que sigue amando a Cardenio. Con este consuelo, Cardenio recupera la cordura y se dispone ir a buscarla. Dorotea va por Fernando, este reconoce su culpa y pide perdón. Los cuatros vuelven a reencontrarse y quedan felices.

En este caso, lo trágico no está en el final, sino en las peripecias debido a la oposición familiar y social, los intereses y los celos. Una leyenda celta cuenta que el caballero Tristán debe trasladar a la princesa de Irlanda, Isolda, para casarse con su tío, el rey Marco de Cornualles. En el transcurso del viaje, beben juntos una poción mágica que los hace enamorarse perdidamente uno del otro. Isolda se casa con el rey Marco, pero surge una relación clandestina entre ella y Tristán que desafía todas las leyes y las miradas de la época. Ambos no aman lo que tienen y sí desean lo que les falta.

Hacia el final, Tristán es herido mortalmente por una lanza envenenada y pide ver a Isolda una última vez. Ella no llega a tiempo y se suicida al ver a su amado muerto.

Las tantas versiones que hay de la leyenda han propuesto también distintos finales. Elijo, en este caso, el final de la ópera de Wagner, Tristán e Isolda. En ella, Isolda parece recobrarse, pero mientras describe su visión de Tristán, se transfigura y muere. La escena es una de las más hermosas de la ópera.

Plutarco, en su obra Vidas paralelas, cuenta el amor trágico entre el general romano Marco Antonio y la reina de Egipto, Cleopatra. Ambos eran gobernantes poderosos a los que unían intereses políticos. Sin embargo, la pasión los unió hasta el final. Luego del asesinato de Julio César, Marco Antonio, junto con Octavio, se convirtieron en triunviros de Roma.

En el año 41 a.C, Marco Antonio convoca a Cleopatra para pedirle apoyo logístico. La reina de Egipto va en un barco con popa de oro y velas púrpuras al son de compases diversos. Ella está vestida como la diosa Afrodita, rodeada de jóvenes y hermosas siervas. Música y perfumes inundan todo. Plutarco cuenta que el romano quedó impresionado por la puesta, la belleza y, sobre todo, la inteligencia de Cleopatra.
Se convirtieron en amantes y aliados. Tuvieron tres hijos y Marco Antonio abandonó a su esposa Octavia, hermana del otro triunviro, lo que provocó una guerra civil. Se enfrentaron en la batalla de Actium en el año 31 a.C y resultó vencedor Octavio.

Marco Antonio se suicida creyendo que Cleopatra había muerto. Según Plutarco se arroja sobre su propia espada. Cleopatra llega a verlo con vida, pero muere en sus brazos.

Según narran, Cleopatra se encerró en su mausoleo con dos doncellas, Iras y Charmion, después de enviar una nota a Octavio sobre sus solicitudes de entierro. Con ellas llevó una cobra egipcia conocida como áspid e hizo que la mordiera en su pecho desnudo. Murieron instantáneamente las tres. Dice Plutarco, “Murió Cleopatra a los treinta y nueve años de edad, de los cuales había reinado veintidós, y
había imperado al lado de Antonio más de catorce. De Antonio dicen unos que vivió cincuenta y seis años, y otros que cincuenta y tres. Sus estatuas fueron derribadas: pero las de Cleopatra se conservaron en su lugar, por haber dado Arquibio, su amigo, mil talentos a César, a fin de que no tuvieran igual suerte que las de Antonio”.

Juan Rulfo editó Pedro Páramo en 1955. La gran novela del escritor mexicano nos muestra dentro de su historia que, desde niño, Pedro Páramo estaba enamorado de Susana San Juan. Esta se casó con Florencio y, cuando este murió, comenzó a perder la razón. Pero a Pedro no le importó e hizo de todo para poder conquistar a Susana. Ella nunca le correspondió y murió enloquecida.

Estas circunstancias desesperan a Pedro Páramo y contribuyen a que él vuelque su maldad sobre Comala y sus habitantes, hasta que él muere solo y abandonado.

Los amores trágicos son recurrentes en la literatura. Desde las tragedias griegas, inspiradoras de la temática, hasta las novelas modernas han propuesto siempre al amor y la desesperación como elementos de combate entre el destino y lo que desean los seres humanos. Ya sea por las circunstancias o por decisiones humanas, los amores trágicos permitieron explorar la profundidad de los sentimientos, la pasión y la locura en nosotros.