La emotiva batalla ganada de Álvaro, el pequeño guerrero que protagonizó un hito sanitario histórico en el país
Estaba gravísimo y solo tenía una esperanza: ser el primer bebé trasladado en vuelo sanitario con un equipo ECMO Móvil que lo mantenía con vida. Su lucha, el relato de su mamá y el primer cumpleaños en familia.
Por Redacción 0223
PARA 0223
Hace menos de un mes, un bebé de 11 meses protagonizó un histórico vuelo sanitario desde Mar del Plata a Capital Federal. La misión era una sola, simple, decisiva: salvarle la vida. Álvaro tenía una infección generalizada que lo obligaba a ser el primer bebé en ser trasladado con un equipo ECMO móvil mientras peleaba por mantenerse vivo. El pronóstico era delicado. Terrible. Debía soportar el proceso para renovarle su sangre, el viaje de urgencia en avión y el tratamiento diario con sus órganos vitales muy cansados. Pero Álvaro Argel, el pequeño guerrero, ganó esa batalla y celebró su primer cumpleaños abrazado a sus hermanos, a Sofía y Leandro, sus padres, a los que la Navidad les hizo el mejor regalo, el milagro que tanto habían pedido.
Ese milagro navideño fue posible gracias a la tarea que comenzó en la Clínica del Niño y la Familia, a donde Alvarito llegó el 10 de diciembre desde Ayacucho por la gravedad de su cuadro. Y terminó en el Hospital Italiano, hacia donde viajó pocas horas después de urgencia, en los primeros minutos del día siguiente, en ese vuelo sanitario que se hizo por primera vez en el país con un paciente pediátrico conectado a una unidad ECMO móvil.
Todo había comenzado con una simple fiebre. Su mamá lo llevó al médico y le diagnosticaron un cuadro febril. Álvaro mejoró, pero luego volvió a presentar alta temperatura y Sofía decidió llevarlo otra vez porque le había salido un sarpullido. Le dieron ibuprofeno, lo único que podía tomar para bajar la fiebre. Pero era solo el comienzo de una situación preocupante.
"El lunes 9 de diciembre consulté al pediatra porque parte de ese sarpullido se le había ido más cerca de la cara. Le hicieron un estudio para ver si era escarlatina pero le dio negativo. Dormía y lloraba mucho, por lo que el pediatra me dio una orden de internación, cuando le hicieron pruebas de laboratorio ya tenía una falla renal, querían descartar que no fuera Síndrome Urémico Hemolítico", relata Sofía.
El traslado a Mar del Plata y un cuadro preocupante
El cuadro se había agravado tanto que lo derivaron a Mar del Pata. Ya en la Clínica del Niño y la Familia, las pruebas marcaron que Álvaro presentaba fallas renal y hepática. La alarma crecía. "La infección era generalizada y lo dejaron en terapia intensiva, con antibióticos de alto espectro. Lo intubaron para que no trabaje su cuerpo y los órganos se recuperen. Estaba muy bien cuidado, pero no mejoraba", dice su mamá, que observaba todo de cerca, pero sin poder ayudarlo. Mientras pedía por su recuperación, apareció la esperanza: "Fue ahí que decidieron traer la ECMO, que fue la máquina que le salvó la vida".
La situación era muy grave en los primeros minutos de aquel miércoles 11 de diciembre, cuando en la Terapia Intensiva de la Clínica del Niño y la Familia las enfermeras y los médicos, encabezados por la pediatra Daiana Jáuregui, intentaban que Álvaro supere la gravedad de su cuadro. Sufrió un shock séptico y una sepsis por una bacteria (estreptococo pyogénesis), tenía falla hemodinámica, estaba asistido por un respirador, en terapia de reanimación continua y se mostraba refractario al tratamiento.
Había que sostenerlo con los soportes médicos hasta que llegara el equipo del Hospital Italiano con el ECMO Móvil. "Me dijeron que era la primera vez que trasladaban a un bebé tan grave por una infección, pero no sabía que era el primer vuelo de ese tipo en el país, cuando llegaron me lo dijeron", recuerda Sofía.
La mamá del bebé escuchó el diagnóstico pasadas las 12 de la noche, le explicaron que sus órganos estaban empezando a fallar demasiado, y que no se podía perder más tiempo. Sofía escuchó cada frase intentando entender, pero solo quería tener una esperanza a la que aferrarse. En silencio, desde la sala de espera, aguardó mientras adentro de la Terapia Intensiva los especialistas iniciaban la compleja tarea.
"Era lo último que había para hacer. Si no se recuperaba con el ECMO, ya no podían hacer más nada", rememora Sofía. "Todo era en etapas, la primera era encontrarle una vena de gran calibre para conectar todo. la segunda era el traslado en el avión sanitario hasta Buenos Aires", dice.
Un vuelo sanitario histórico para salvarle la vida
Al bebé había que limpiarle la sangre de las toxinas que tenía. Para ello recibiría el tratamiento de plasmaféresis. Le colocaron una cánula de gran tamaño en una vena de grueso calibre para que circule la sangre por fuera del paciente. Es tan complejo, que solo el Italiano y el Garraham lo realizan en pacientes pediátricos. "El ECMO le dejaba el cuerpo relajado y trabajaba por él, para que no trabajaran sus órganos que estaban muy cansados. Le mandaba 1.5 litros de sangre a la aorta", en palabras de Sofía.
Álvaro soportó todo, las conexiones en sus venitas, el primer tratamiento de más de una hora, el vuelo hasta el Italiano y la plasmaféresis que iba a durar una semana. El cuadro seguía siendo gravísimo. Pero la recuperación fue más rápida de lo esperado, y acompañado de su familia, con papá Leandro y el abuelo Esteban, que viajaron en auto hasta Capital Federal mientras el bebé viajaba en el avión sanitario, el pequeño guerrero ganó la batalla final.
"Me dijeron que era un caso especial. No podían creer cómo se recuperó. Le hicieron tres veces el tratamiento y ya estuvo bien. Nunca dejó de hacer pis por sus propios medios, le retiraron el ECMO ese domingo. Una parte importante era la neurológica, pero respondió bien, al igual que su hígado y sus riñones", cuenta Sofía, locuaz, con un semblante y una voz muy diferentes a la de aquella medianoche dramática.
"Salió todo perfecto, estaba muy mentalizada en eso, fue pasar por mucho en muy poco tiempo y por algo que empezó con una simple fiebre. Siempre mantuve la fe, acompañados por toda mi ciudad, que hizo cadenas de oración todo el tiempo. Fue súper lindo el regreso, le dieron el alta el mismo día de su cumpleaños, el 27 de diciembre, luego de 17 días. Agradezco la calidez de los médicos, de las mucamas, las enfermeras, todos lo visitaban", comentó la mamá de Álvaro.
Su primer cumpleaños tuvo que esperar unos días, porque llegaron a Ayacucho de madrugada, todos juntos, pero igual les habían decorado la casa con globos. Indalecio y Alfonsina, sus hermanitos mellizos, de 4 años, se despertaron para recibirlo y abrazarlo. Habían pasado una Navidad diferente, con sus papás a cientos de kilómetros, pero tenían el regalo más preciado en casa, sano, feliz: el pequeño guerrero había vuelto triunfador y sonriente.
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