Somos el mismo, una novela hija de un viaje a Malvinas

Carlos Crespo presentó su primera novela. Como consecuencia de haber compartido un viaje a Malvinas con excombatientes argentinos de la guerra, surge este texto que nos cuenta lo difícil que es convivir con uno mismo luego de haber vivido una situación tan extrema.

La novela ofrece una mirada sobre las heridas que deja la guerra y sobre la necesidad de reconstruirse tras ella.

11 de Mayo de 2025 10:41

La idea de una portada donde el mismo personaje, un soldado uniformado de 18 años y un adulto de más de 50, de civil y realizando alguna otra actividad, quizás intentando un saludo, era la mejor imagen que representaba la primera novela de Carlos Crespo: Somos el mismo (Desiderata Ediciones – 2025).

Finalmente, la edición tomó otro rumbo, pero el espíritu es el mismo: traer la idea de un encuentro, un reencuentro, entre esas dos personas que, en realidad, venían a ser la misma, pero en dos momentos distintos de su vida.

Por consiguiente, Somos el mismo es un diálogo interior entre el joven de 18 años y el hombre de 53, tratando de entenderse, de perdonarse, de estar en paz consigo mismo. “Porque la idea es cerrar heridas y no tener deudas con el pasado, para poder seguir mirando hacia adelante y vivir la vida hacia donde queda, que es adelante”, sostiene Carlos Crespo.

—¿Cómo fue pensar esa parte de estar en paz con uno mismo y de perdonarse, sobre todo?

—Eso lo vi en el viaje, porque ellos iban a buscar un poco eso. Cada uno lo decía a su manera, algunos no eran tan claros en su discurso, pero ellos volvían por algún motivo, algo los llevaba a volver, a pesar de que tenían que presentar el pasaporte para que se lo sellaran. Pero hay algo que llevan adentro, que es como una cosa que molesta a algunos más, a otros menos, por momentos más, por momentos menos, pero hay gente que, por no poder resolver sus problemas emocionales, que básicamente sería el estrés postraumático después de la guerra, se terminó quitando la vida. A esta gente se veía que algo les faltaba, que algo tenían que resolver aún en su intimidad y eso les demostró que tenían la necesidad de volver. Y al volver, al llegar ahí, lo primero que hicieron fue llorar.

—Se notaba lo movilizados y sensibles que estaban con el tema…

—Totalmente. Hablando con uno de ellos, con Darío Gleriano, me decía que se trata de eso, de volver al pasado, a encontrarse con el que fue en ese momento, para cerrar esa etapa y que el fantasma de lo que fue la guerra no siga incordiando más. Porque hay gente que todavía se pone muy sensible cuando le hablas del tema de la guerra, se emociona y, por un lado, les hace bien, porque les hace falta el reconocimiento, pero al mismo tiempo los pone mal porque es un tema que sigue molestando.

—¿Ahí te diste cuenta de que querías hacer esto? Que querías contar esta historia en un libro al escuchar hablar de esos encuentros con uno mismo, ¿o esto apareció después?

—Al poco tiempo, porque en realidad yo fui con una libreta y un grabadorcito para poder anotar y hacer notas, no sabía para qué, porque yo ya no estaba en ningún medio gráfico, pero fui con la idea de hacer un diario de viaje para ver qué podía hacer con eso después. Con lo que yo tenía, en primera instancia, pude hacer algunas notas, crónicas, entrevistas y lo entregué en La Capital; algunas cosas las publicaron, otras no. Entonces, me quedó la sensación de que era como poco, insuficiente. Pensé: “Es demasiado viaje, demasiado movilizante para mí, como para que quede solo en esto”.

La historia está inspirada en aquel viaje a Malvinas que el autor pudo realizar en 2016. De allí se desprende esta ficción, donde un soldado que sobrevive a la muerte no puede escapar a las consecuencias emocionales de la guerra. Rubén es un veterano de Malvinas, como tantos, que, siendo un joven recién ingresado a la vida adulta, debió madurar repentinamente, tomar decisiones y buscar la forma de gambetear a la muerte. Regresa vivo, pero mutilado por dentro.

Carlos se unió al viaje tras la baja de uno de los ocho primeros participantes. Alejandro Heuguerot, autor del prólogo del libro, fue el primero en confirmar su participación y, cuando un veterano tuvo que desistir, invitó a Carlos a ocupar su lugar. Era la oportunidad que él esperaba y no la dejó pasar: “Yo los conocí a todos ellos en el aeropuerto”, recuerda. Luego vino una estadía de una semana en las Islas Malvinas, marcada por la intensidad emocional de la experiencia.

Presentación de la novela en la Feria del Libro de Buenos Aires.

—Contame, Carlos, un poco de todo eso tan movilizador que viste en ellos, porque convivieron varios días allá…

—Había como una sensibilidad en el aire, era una emoción especial. Por ejemplo, al encontrar los lugares donde combatieron, eso sí los movilizaba. Donde llegaban a esos lugares era como que ellos se ponían sensibles, o cuando fueron al cementerio, a los dos cementerios, al argentino y al británico, estuvieron muy ensimismados. Yo no sé si diría tristes, pero sí muy mirándose hacia adentro. Era esa la imagen: callados, en silencio, con respeto, por los propios y por los ajenos. Yo los noté muy movilizados, no sé si tristes. Estaban enteros, pero al mismo tiempo sensibles. Lloraron solamente cuando llegaron, eso sí, pisar la tierra, las islas nuevamente los descolocó un poco. Después estuvieron bastante enteros y, por momentos, divertidos, relajados, con ganas de hablar, que eso es interesante porque hay veces que ellos pueden estar cerrados, pero no, ahí estaban totalmente abiertos y relajados, integrándonos a Alejandro y a mí, que no tenemos nada que ver con la historia.

Somos el mismo es la primera novela de Carlos Crespo. Por supuesto que costó su proceso de producción, por supuesto que llevó el tiempo necesario para que quede como quedó, aunque esto quizás no deje conforme a su autor. Él repetirá: “Yo no sé si falta o sobra, está más allá de eso. Mis dudas son si la historia es amena, o sea, mi gran preocupación es que aburra al lector. Yo de tanto mirar, sacar y poner, me aburrí de ese texto, entonces no sé, capaz que la mirada del lector es otra. Hablándolo con mi mujer le decía: ‘No sé si está buena, está mala, está más o menos, no estoy totalmente seguro. Sí creo que es lo que yo podía hacer en este momento’”.

—¿Cuánto hay de verdad en toda esa historia?

—En la idea de resolver las heridas, yo creo que ahí está lo más verdadero del tema. Sobre qué es lo que buscan ellos cuando vuelven, cada veterano tiene su postura y son todos muy tajantes. Algunos no quieren saber nada con volver porque no quieren que les sellen el pasaporte; otros tienen la necesidad y deciden ir, pero en definitiva todos están atravesados por lo mismo: tener que sanar un poco el alma para poder estar en paz. Esa es la parte verdadera; después, obviamente, la parte más literaria es eso de dos personas que se encuentran, obviamente que no es así, aunque todos tengamos un diálogo interior con nosotros mismos casi en forma permanente. La parte más sincera es la idea o el concepto de ser sincero conmigo mismo, no me miento a mí y me pasa esto con lo que yo hice en el pasado, que es como una forma de quitarse reproches de encima.

Rubén, el personaje central de la novela, decide seguir adelante con su vida al regresar de Malvinas, como si no hubiera pasado nada. Deja la ayuda psicológica porque cree que está bien, pero cuando empieza a desentenderse de eso empieza a tener problemas vinculares con la gente, con su mujer, se le rompe una pareja, hace una nueva pareja, pero no está bien y le sugiere que busque una solución. Es entonces cuando interviene un amigo que le propone volver. Para esto, Rubén ya es un hombre adulto y siente la necesidad de resolverlo. “Rubén decide aceptar una invitación de un amigo muy especial para ver qué le propone ese viaje y se termina encontrando con algo inesperado para él, que es ese volver al pasado y empezar a reconciliarse con lo que le pasó, con lo que hizo con los amigos que murieron, con la culpa del sobreviviente”.

Carlos Crespo logró meterse en la psicología del personaje y en lo comprometido de las escenas y de la historia. Pero también logró una certera descripción de los lugares y los climas, hija de los diarios de su propio viaje. Somos el mismo nos sumerge en el camino interior de un exsoldado de Malvinas, donde la batalla más difícil no es la que vivió en el campo de guerra, sino la que enfrenta consigo mismo. A través de su dolor y sus reflexiones, el lector se adentra en la complejidad de la culpa y el anhelo de redención, comprendiendo que el perdón no siempre viene de los demás, sino que primero debe nacer en uno mismo.

Este libro no solo ofrece una mirada profunda sobre las heridas que deja la guerra, sino también sobre la necesidad de reconstruirse tras ella. Es una obra que invita a la introspección y al reconocimiento del valor de la paz interior. Con una prosa honesta, nos recuerda que, aunque el pasado no puede cambiarse, es posible aprender a vivir con él.