Playas alfombradas y los primeros after, las increíbles historias de Isidoro Cañones en Mar del Plata

Todos recuerdan a Isidoro Cañones, el estereotipo del argentino; luego, esa percepción se focalizó en el típico "porteño". Lo cierto es que, por sus historias y los lugares elegidos, las aventuras de Isidoro se convirtieron en un clásico y, por supuesto, Mar del Plata, un sitio de alegría y diversión, no podía quedar fuera de su vida.

Isidoro Cañones y sus pasos por Mar del Plata.

25 de Mayo de 2025 09:57

Según el escritor Luis Guzmán, "Isidoro era un playboy de otro tiempo y hacía gala de un cinismo casi inocente; era un tarambana y, a su vez, un antihéroe algo querible a partir de sus fracasos, nunca demasiado malo ni cínico como para juzgarlo". Por su parte, el filósofo Omar Bello afirmó: "Nadie sintetizó mejor al porteño y, por añadidura, al argentino promedio: una chanta irresponsable, pero increíblemente carismático. Ladrón, pero sin sangre ni violencia. Estafador del ingenio".

Lo cierto es que todos recordamos a Isidoro Cañones, impecablemente vestido con su traje cruzado y solapas anchas, zapatos lustrados, peinado a la gomina, cigarrera en el bolsillo y un Chivas Regal en la mano. Se lo veía solo o con Cachorra, su fiel compañera, siempre planeando su próxima jugarreta.

El investigador marplatense Gabriel Cabrejas sostiene que: "Lógicamente, Mar del Plata en los años 1960 y 1970 debía ser, sin mucha complejidad, el laboratorio preciso para los experimentos isidorianos". Y así fue: Mar del Plata aparece en varios números de sus locuras, ya sea como escenario de sus aventuras o simplemente como mención. Esas historias fueron luego reeditadas bajo diferentes títulos en su etapa de Selección de las Mejores Locuras de Isidoro. Dos ejemplos son Locuras de Isidoro número 20, titulada Festival de cine, de febrero de 1970; y el número 68, Centenario de Mar del Plata, de febrero de 1974.

La Torre Tanque de fondo.

En la primera de estas, Isidoro, después de ser dejado por su tío en Buenos Aires durante las vacaciones, organiza un Festival de Cine en Mar del Plata. Aparece un hotel recién inaugurado, el casino y, en determinado momento, delibera a dónde ir en la Avenida del Ruido: "...¡vamos a Aloha, que está La Barra de Chocolate!... no, ¡vamos a Kokeshi, donde está Ezequiel, el DJ de onda!... ¡a Zum-Zum!... ¡a Pancho Freddy!... ¡a Mary Poppins!...".

Por otro lado, en el otro número, Centenario en Mar del Plata, la ciudad aparece desde la propia portada, con un Isidoro sobre uno de los monumentos frente a la playa Popular, junto a los lobos marinos.

En esta aventura, Isidoro está de vacaciones en La Feliz y se muestra descontento con el tope horario de los boliches por ese entonces, mucho antes de la Ley Duhalde, que era a las 4 de la madrugada. Entonces, decide arrendar una de las boîtes de Constitución y comenzar a abrir a las cuatro de la mañana. Isidoro argumenta con una lógica impecable: "Hay una ley que obliga a cerrar a las cuatro de la madrugada, pero no hay ninguna ley que prohíba abrir a las cuatro de la madrugada".

Portada del número 20 de Locuras de Isidoro.

Además, ve la medida como algo inviable para una ciudad que quiere atraer turismo y, dada la celebración del centenario de la ciudad, decide una serie de reformas muy llamativas que logra gracias a un encuentro con el propio intendente en la boîte. Por ejemplo, hace alfombrar las playas para no quemarse los pies, las ilumina para que puedan ir quienes les molesta el sol o cambia los monumentos de los lobos marinos por estatuas de Zulma Faiad y Nélida Lobato.

El emprendimiento con su socia Cachorra es un éxito. Durante la aventura, cruzan por la Casa del Puente, el Hotel Provincial, la Torre Tanque y, por supuesto, la Avenida del Ruido. Otro detalle a tener en cuenta es que, en esa aventura, aparece el bailarín Víctor Ayos, padre de Mónica Ayos, como parte de una serie de viñetas.

Finalmente, todo se ve interrumpido por la presencia de su tío, el coronel Cañones. Pero Mar del Plata no olvidará tan fácil la visita de Isidoro.

Un poco de historia

Creado por el genio de Dante Quinterno en 1935, Isidoro no fue una invención de la noche a la mañana, sino el resultado de una evolución fascinante. Antes de ser el dandy porteño que conocemos, Isidoro tuvo múltiples identidades, lo que demuestra la versatilidad y la búsqueda de Quinterno por el personaje perfecto.

Isidoro en su versión de la Rambla local.

Sus primeros atisbos se remontan a 1925, cuando personajes como Panitruco, Manolo Quaranta, Julián de Montepío, Isidoro Batacazo, Un Porteño Optimista o Don Gil Contento poblaban las páginas de las historietas. Fue este último, Don Gil Contento, quien en 1928 recibió la visita de su ahijado, un joven tehuelche llamado Curugua-Curiguagüigua, que pronto sería rebautizado como el icónico Patoruzú.

Esos dos mundos comenzaron a juntarse. Pero nos interesa el de Isidoro y su debut oficial, el cual ocurrió el 11 de diciembre de 1935, fue en la primera aventura de Patoruzú publicada en el diario El Mundo. Allí, Isidoro aparecía como el dueño de un circo y, crucialmente, se convertía en el padrino de Patoruzú. Aunque su objetivo inicial era, supuestamente, velar por los intereses de su ahijado, Isidoro no tardaría en revelar su verdadera naturaleza: un bon vivant con una insaciable necesidad de sacar partido de la fortuna del indio. A partir de ese momento, el "Padrino" (como se le conocía en las historietas compartidas) se convirtió en un compañero inseparable de Patoruzú, creando una dupla dinámica de contrastes que el público adoró.

El éxito de Isidoro fue tal que, en julio de 1968, la editorial Dante Quinterno lanzó una revista dedicada exclusivamente a sus aventuras: Locuras de Isidoro. Fue rápidamente un fenómeno y llegó a alcanzar tiradas de 300.000 ejemplares.

La Casa del Puente en la historieta.

Pero Isidoro no venía solo. Su entorno estaba formado por su tío, el coronel Cañones, un militar retirado de la vieja escuela y representante de la aristocracia, cuyo contraste generacional con Isidoro es una fuente inagotable de situaciones cómicas; el fiel mucamo Manuel y Cachorra, la nieta del misterioso coronel Bazuka.

La revista Locuras de Isidoro publicó historietas originales hasta mediados de la década de 1970. Sin embargo, su vida útil fue mucho más extensa. Bajo el título de Selección de las Mejores Locuras de Isidoro, continuó como republicación de material antiguo hasta bien entrados los años 2000.

Isidoro Cañones no envejece, quizás atrase en algunos conceptos, pero tampoco madura. Sus aventuras, así como sus "chantadas", siguen recorriendo generaciones, y ahí puede radicar su atracción. A Isidoro todos lo recordamos, no solo por sus divertidas aventuras, sino por ser un personaje que encarnó un arquetipo muy argentino: el que siempre busca la forma de salir adelante, aunque sea con artilugios y engaños, en escenarios muy reconocibles para varias generaciones.