Latas importadas ponen en jaque la industria conservera

En los primeros cinco meses del año casi se importó un 106% más de latas de sardinas que el promedio de los tres últimos años. Casi mil fuentes de trabajo en riesgo entre la amenaza externa y la recesión interna.

La industria conservera necesita menos fotos de campaña y más políticas que protejan más de mil fuentes de trabajo.

16 de Junio de 2016 08:25

“No se preocupen, lo tenemos controlado”, le dijo José García Hamilton a un grupo de empresarios/dirigentes de la Cámara de Industriales del Pescado, que habían acudido a la audiencia, desesperados por el aluvión de latas importadas que llegaban de Brasil y Ecuador desde principios de año.

Abril de 2016. El Coordinador de Legales y Relaciones Institucionales de la Secretaría de Comercio buscaba calmar los ánimos de Alejandro Pennisi y Sebastián Greco, dos de los referentes de la industria conservera marplatense, en la que solo sobreviven siete empresas, pero que entre todas le dan trabajo a unas 800 personas. La mayoría bajo convenio colectivo, los temporarios de los saladeros y los precarizados en algunas cooperativas que utilizan para bajar costos laborales.

“Quedense tranquilos; ya les avisamos a los supermercados y mayoristas que solo los vamos a autorizar a ingresar la misma cantidad de mercadería que el año pasado”, transmitió el funcionario nacional.

Un mes antes, en marzo, cuando el ingreso de productos brasileños con un arancel 0, costos de producción absolutamente asimétricos a los de la industria nacional, comenzaron a despegar e invadir todas las góndolas a precios muy bajos desde estantes privilegiados, la reunión había tenido la misma inquietud pero otros interlocutores. Tomás Gerpe, el subsecretario de Pesca, fue puesto en autos y los acompañó a conversar con Pablo Lavigne, director nacional de Gestión Comercial.

Nada cambió en marzo. Tampoco frenó en abril. Ni en mayo. Por el contrario, tomó impulso. Las importaciones se dispararon al punto que “en los primeros cinco meses del año, se importaron casi las mismas latas de sardina que en todo el 2015”, expone Alejandro Pennisi, directivo de Natusur y presidente de la Cámara de Industriales del Pescado.

La semana pasada la Cámara le mandó una nota a Tomás Gerpe, que incluyó un gráfico con el derrotero de la estampida de las importaciones. Entre mayo y junio grandes mayoristas y cadenas de supermercados importaron 6.155.930 de latas de sardina, por 1.945.002 dólares, a un valor promedio de 0,32 dólares por lata.

En todo el 2015 se habían importado 7.053.556 latas, por 2.452.819 dólares, a un valor promedio de 0,35 dólares. Tomando en cuenta el promedio de los últimos 3 años, en estos primeros cinco meses las importaciones se incrementaron un 106%. “Las latas entran a un valor que no representa la cuarta parte de lo que implica el costo nacional”, remarca Pennisi.

Las sardinas enlatadas son una porción minoritaria de la torta de conservas importadas en Argentina, que alcanzan las más de 300 millones de latas, y que ponen en riesgo serio a una industria nacional que solo produce algo más de 100 millones de latas entre sus diferentes productos: anchoíta, caballa y atún principalmente, aunque para ocupar a la gente, en baja temporada llenan latas con merluza, calamar, mejillones y pez palo. El aceite, cartón, latas y demás insumos, todo en nacional.

Los industriales ya no saben más con quien hablar para intentar frenar el avance foráneo. “Nos reunimos con todos pero las cosas no cambian. Si esto no mejora vamos a ir cayendo de a uno según quien tenga más espalda”, lamenta Greco al tiempo que habla de “complementariedad” entre la industria conservera y pesquera. Si nadie demanda anchoíta o caballa en el muelle, todo el esfuerzo estaría dirigido a la merluza común.

Del total de la producción nacional, un 30% son latas de atún que produce La Campagnola en su planta de avenida Edison, con materia prima importada. En nuestro caladero no hay mucho atún. Casi nada. El Bonito es el más importante. Lo pesca la flota costera y artesanal en verano, pero en volúmenes que no alcanzan para sostener tamaña demanda.

La preocupación por la llegada de sardina importada obedece fundamentalmente a que acá si hay un recurso para reemplazarla. En estas playas las latas se llenan con anchoíta, una especie pelágica sub explotada, aunque viene de dos temporadas con flojos desembarques.

Esta semana, José Ramacci, un histórico pescador fresquero marplatense, le pidió al Inidep que explique dónde están las 120 mil toneladas de captura máxima permisible que establece todos los años. En el 2015 apenas se declararon desembarques por poco más del 10% de esa cantidad que sugiere pescar el instituto de investigación.

El año pasado las conserveras se salvaron porque en el Cantábrico, Marruecos y en Portugal fracasó la temporada de sardina y desde Europa pagaron buen precio por ejemplares muy chicos, de unas 50 piezas por kilo, cuando otros años, la anchoíta de buen tamaño reunía menos de 40 piezas por kilo. “Hace seis años que no vemos ejemplares adultos”, sentenció Ramacci.

Pero en la industria conservera hay problemas más urgentes que la merma en la abundancia de las especies pelágicas pilares de su producción. La tasa del 30% mensual que cobra cualquier banco para financiar capital de trabajo obliga a las empresas a analizar su real capacidad de compra de materia prima, cuando los barcos encuentren pescado.

Encima el contexto económico no ayuda. La recesión en el mercado interno genera que los clientes, que compran barato importado, no tengan apuro en aumentar stock de los productos nacionales. En las fábricas sacan cuentas y cálculos: están 30% abajo en las estimaciones de venta previstas para esta primera parte del año. Y advierten un alargamiento en los plazos de pago.

Marechiare (Centauro) y Supremacía (El Marisco) tienen el respaldo de contar con buques fresqueros dentro de su estructura productiva para surtirse de materia prima. Los demás acuerdan con armadores en cada inicio de zafra. Y muchas veces el precio que pretende recibir el armador no coincide con el que puede pagar el industrial.

Copeca comercializa la marca Puglisi. Tiene su local propio en el Paseo Comercial del Puerto y además le vende a supermercados como Coto, La Anónima. Mayoristas como Diarco, Vital, Yahuar, MaxiConsumo y cadenas regionales del interior del país. Con algunas variantes, lo mismo ocurre con Marbella, Pennisi, La Campagnola y Delicias Marinas

Los clientes de las conserveras marplatenses son los grandes importadores de latas que también llegan de Tailandia a la misma góndola, pero donde los supermercados obtienen una rentabilidad muy superior. Los empresarios se sorprenden e indignan al recorrer los comercios y descubrir el elevado precio con el que remarcan su producción.

Los industriales marplatenses no quieren competir en soledad en el mercado interno pero sí que las autoridades le pongan coto al ingreso indiscriminado de latas. Advierten que no solo es atún y sardinas sino también caballa lo que viene de afuera. Como que en este tiempo de zona liberada, todos se apuraron en comprar lo más que pudieron.

Más allá de promesas, compromisos y algunas fotos de campaña, las conserveras marplatenses parecen enfrentarse al peor enemigo: una indiferencia que de seguir irradiando sombras los sumirá en una crisis desde donde será muy difícil emerger.