La conserva se juega la última ficha

En la capital nacional de los brazos en jarra que se ha convertido Mar del Plata hay más de 500 empleos en riesgo por la crisis en la conserva. Industriales del sector buscan reprocesar langostino para reactivar las fábricas y esquivar la garantía horaria que solo reparte pobreza.

Descabezado de langostino. Una postal patagónica que podría trasladarse a Mar del Plata.

22 de Marzo de 2018 08:10

Casi que alcanzan los dedos de una mano para resumir lo que queda en pie de la industria conservera en Mar del Plata. Centauro, La Campagnola, Marbella, Supremacía Marina, Natusur y Puglisi resisten una tormenta perfecta que los azota desde hace meses sin que ninguna autoridad asome siquiera a prestarles un paraguas.

Lo que llegó a ser un sector pujante, de los tantos que tenía Mar del Plata en el siglo pasado, con más de veinte empresas, miles de obreros efectivos, un batallón de temporarios para la zafra de caballa y anchoita, y hasta disponía de proveedores de hojalata y cartón instalados en el mismo corazón del puerto para surtirlos de esos insumos vitales, hoy es una foto sepia que pierde brillo y color.

La situación de la industria conservera la hemos analizado desde esta columna en más de una oportunidad y los problemas que la ponen en jaque se mantienen: Confluyen inconvenientes para acceder a la materia prima de manera regular durante el año, alta presión impositiva y el crecimiento desmedido de las importaciones.

Este fenómeno particularmente floreció en los últimos 30 meses: supermercados, mayoristas e importadores coparon las góndolas con sus marcas y proveedores del exterior, principalmente de Ecuador, Brasil y Tailandia, con latas que antes aportaban las empresas marplatenses, las cuales quedaron fuera de competencia.

El año pasado el aluvión de latas foráneas lejos de atenuarse, se acentuó. La estadística de la Subsecretaría de Pesca revela que en el 2017 se importaron más de 33 mil toneladas de “preparaciones y conservas de pescado”, por casi 120 millones de dólares. Un crecimiento del 4% en comparación al 2016 en volumen y un 19,3% en divisas.

Si a todos estos problemas se le suman los costos laborales que crecen en sentido proporcional inverso al que se achica el mercado, el combo explosivo detonó en la industria y las primeras víctimas quedaron en la calle. En dos años se perdieron casi un 30% de la masa salarial de efectivos.

Las vísperas de Semana Santa, en los frigoríficos donde se trabaja, el ritmo es cansino. En otros, la inactividad es casi total con el personal asignado a tareas de limpieza dentro de la garantía horaria: 184 horas que pese que el mes pasado pasó como remunerativo el segundo tramo de la paritaria 2017, no alcanza para superar la línea de pobreza.

Dentro de la Cámara de Industriales del Pescado, que agrupa a todas las fábricas, excepto La Campagnola –Arcor se vincula con otros sectores- analizan por estas horas con el Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (Soip) una alternativa para llenar de actividad las horas muertas.

Ese salvavidas para algunas conservas tiene forma de langostino. Alejandro Pennisi, presidente de la Cámara, le propuso a Cristina Ledesma procesar el marisco para esquivar la garantía horaria.

“Si queremos trabajar y dar trabajo, es la única opción que tenemos” le dijo el empresario, referente de Natusur, a la Secretaria General de los trabajadores del pescado.

Las temporadas de anchoíta y caballa cada vez son más cortas porque la flota elige la rentabilidad del langostino y migra hacia puertos patagónicos dejando a las fábricas con poca oferta para comprar materia prima.

El bonito es una especie de la familia de los túnidos y en verano sirve para reemplazar al atún que llega importado. Este año brilló por su ausencia en los desembarques. Entre armadores ni siquiera saben si alguno de sus pares trató de pescarlo. No está para intentar y fracasar. Colar agua resulta carísimo por el costo del combustible.

Lo que antes con una treintena de barcos que aportaban pescado fresco en muelle eran 100 días frenéticos de trabajo, con horas extras y todo, se fue reduciendo y las últimas zafras generaron empleos igual de efímeros entre los temporarios. Y para esta época en que se agota lo comprado y procesado durante la temporada, comienza el calvario para tener ocupado al personal efectivo.

Un poco del langostino que se descarga en puertos patagónicos llegaría para alimentar los brazos caídos. “La idea es hacer cola, pero antes queremos saber qué pensaba el sindicato”, sostuvo el industrial. Cuál sería el destino de esa producción: “la exportación”, reconoció Pennisi aunque no sabe si será cola pelada o cola para pelar.

El langostino llegaría entero a la mesada de trabajo y las obreras acostumbradas a enlatar caballa trozada o descabezar anchoíta, se encargarían de quitarle la cabeza al marisco. En la Patagonia, manos ya especializadas, descabezan más de 20 kilos en 8 horas.

La idea de la conserva germina algunas dudas entre otros industriales del pescado que creen que la calidad con que llegará la materia prima a la ciudad no será buena y el producto no tendrá el valor que puede tener producirlo en Rawson o Comodoro Rivadavia. Una tonelada de un buen producto, exportada desde el sur, roza los 7 dólares el kilo.

Acá en Mar del Plata Pesquera Veráz hizo el intento hace un par de años por darle a fileteros y envasadoras langostino para pelar y devanar pero fueron frecuentes los conflictos laborales por acordar el precio del kilo, que cada tanto se paralizaba la producción.

Como en la Patagonia no hay tanta capacidad laboral instalada, mucho del langostino que se exporta, en realidad tiene una mínima intervención y termina reprocesado a un costo inferior en terceros países como Perú, China, Guatemala, Tailandia, España y Viernam, más competitivos que Argentina.

Entre los industriales piensan en incorporar al marisco entre los recursos de zafra como la anchoíta, que dure el vínculo mientras haya disponibilidad de materia prima y no genere reclamos laborales.

Ledesma se mostró dispuesta a analizar la propuesta al tiempo que pidió un “sueldo lógico” para sus afiliados. Por ese camino circularán las próximas negociaciones. En el sindicato reconocen la delicada situación que atraviesa el sector conservero y anticipan un invierno duro, con falta de materia prima ya que se repetirá el fenómeno del 2017.

Una cincuentena de barcos colorados pondrán proa al sur en busca de la rentabilidad que no encuentran ni con la merluza ni el variado costero, por más que renueven el beneficio de los reintegros a la exportación de filet procesado en tierra.

La migración volverá a irradiar inactividad en las plantas de procesamiento y el plan municipal de gravar las exportaciones no harán más que acentuar el perfil de Mar del Plata como capital nacional de la desocupación.