Vanka o la tristeza de Chéjov que aun golpea

Antón Chéjov publicó el cuento Vanka un 25 de diciembre. Las necesidades de un pequeño, así como sus esperanzas, se ven reflejadas en esta narración, casi copia de la propia niñez del autor. El legado vigente de Chéjov aún vive en la literatura y lamentablemente en la realidad de muchas niñas y niños.

22 de Diciembre de 2018 15:22

Dada la fecha en que aparecerá esta columna, muchos me sugirieron que el tema elegido para ella fuese la Navidad. Mi escaso espíritu festivo intentó resistirse, pero finalmente opté por él. El apunte de esta semana tendrá que ver con la Navidad. Pero con una navidad triste. En realidad, la fecha solo aparecerá en el relato escogido, en las primeras líneas, como para dar más fuerza simbólica a la historia.

Antón Chéjov publicó su cuento Vanka el 25 de diciembre de 1886 en el periódico ruso Peterburgskaya gazeta. La intención, como en gran parte de su obra, era buscar narrar su mundo y el de muchos de ayer y de hoy. Un mundo en crisis y pobreza, de abusos y de hipocresías. Así, la obra de Chéjov dialoga con todo lo que lo rodea para lograr tal fin.

El cuento comienza una Nochebuena, cuando Vanka Chukov, un niño huérfano de 9 años, comienza a escribir una carta dirigida a su abuelo desde la casa del zapatero Alojin en Moscú. En ella Vanka le va contando las penurias que está pasando, el maltrato del zapatero, la miseria en la que vive, la soledad que siente, hasta que finalmente le ruega poder ir a vivir con él a su aldea.

El desánimo y el dolor del niño, conjugado con el frío y el miedo que siente al escribir la carta, son los que marcan el ritmo. Son los que sugieren todo el resto.

La carta está magníficamente lograda, sobre todo por la narración que logra Chéjov con un estilo infantil, con detalles innecesarios y un relato inocente de lo que vive. Vanka solo padece los hechos mientras intenta convencer con argumentos sentimentales a su abuelo de que venga a buscarlo. Vanka escribe: «Querido abuelo Constantino Makarich -escribió-: Soy yo quien te escribe. Te felicito con motivo de las Navidades y le pido a Dios que te colme de venturas. No tengo papá ni mamá; sólo te tengo a ti… Ayer me pegaron. El maestro me cogió por los pelos y me dio unos cuantos correazos por haberme dormido arrullando a su nene… Casi siempre tengo hambre. Por la mañana me dan un mendrugo de pan; para comer, unas gachas de alforfón; para cenar, otro mendrugo de pan. Nunca me dan otra cosa, ni siquiera una taza de té. Duermo en el portal y paso mucho frío…” (Cuentos completos de Chéjov – Páginas de espuma – 2016)

Chéjov denuncia. Narra y visibiliza los padecimientos de su época. Padecimientos que de tan contemporáneos, aun hoy se repiten. Como así también la hipocresía de quienes mantienen ciertas apariencias o enuncian ciertos discursos, pero todo esto está vacío de acciones. En el cuento el tutor de Vanka cumple con los preceptos de la misa de gallos a pesar de abandonarlo y dejarlo encerrado en su casa, entre otras prácticas violentas que le aplican. Sin embargo, él le pide a Dios y le pedirá por todos siempre: “Abuelito: te ruego que me saques de aquí si no quieres que me muera. Yo escaparía y me iría a la aldea contigo; pero no tengo botas, y hace demasiado frío para ir descalzo. Cuando sea mayor te mantendré con mi trabajo y no permitiré que nadie te ofenda. Y cuando te mueras, le rogaré a Dios por el descanso de tu alma, como le ruego ahora por el alma de mi madre”

Antón Chéjov tuvo una infancia similar. Sabe sobre lo que narra. Suelen contar que él decía que “su infancia no tenía infancia”. De ahí el realismo que se desprende de esa carta, de ese miedo. ¿Cuántas veces pensó y sintió eso el propio Chéjov? ¿Cuántas veces clamó porque alguien lo salvara? ¿A cuántos escuchó clamar de igual manera?

A través del realismo busca representar su mundo contemporáneo, personajes comunes que encarnan a la sociedad que lo rodea, temas tan actuales que en muchos casos, hoy aun, nos duelen (y si no basta con mirar un rato cualquier calle).

En el lenguaje se construye la realidad de aquellos. Hoy también. Sus personajes son sufrientes, frustrados, algunas pocas veces felices y otras, dolidos y dolorosos. Su vida es una denuncia a través de sus letras.

El clima generado suple la falta de acción en sus relatos, algo que muchas veces le criticaron. En sus textos, la teoría del iceberg de Hemingway sobre el cuento, es fundamental. Importa lo que falta. Lo que la sensibilidad del lector repone, él solo sugiere. “Lo que sucede parece mínimo y se presenta de manera indirecta. Se podría decir que casi no hay acción, sino climas. Lo más importante es lo que no se cuenta” sostiene Alicia Montes en Para animarse a leer a Antón Chéjov (EUDEBA – 2013)

Hay una forma en que ciertas huellas cuentan ciertas cosas. Así fue en aquella época de zares, así es hoy y será mañana. La maestría de Chéjov reside en esa instancia de la escritura. En ese modo sintético y preciso logra que un silencio o apenas un gesto, diga mucho más que una descripción. No es necesario para él explicar todo. Chéjov alcanza singularizar en uno a todos. Pero a todos los de ayer y a todos los de hoy.

Vanka, como muchos de sus cuentos y sus obras de teatro, ofician de crónica o de aguafuerte de su época. Él se adelantó al relato breve contemporáneo. En poco logra poner dinamismo y tensión. Los personajes maduran mientras relatan, mientras son narrados. Su denuncia martilla sobre nosotros, pero las condiciones no han cambiado mucho. Hoy vemos el reciclado de muchos Vanka y de mucha de aquella violencia, así como también se reciclan los que van a misa de gallo, mirando para otro lado porque les conviene.

Llegamos así al final. Un final mentirosamente abierto. Vanka, luego de dejar su carta en un buzón, se duerme soñando en el cambio de su suerte, en poder dejar atrás toda esa desesperación que lo ahoga. En realidad no hay un final, el lector solo arriba a una última instancia angustiosa. La tristeza, mucho más triste por la Navidad, la de Vanka, la de Chéjov y la de los chicos y chicas de hoy, mutila cualquier infancia de cualquier tiempo.