Facundo o Martín Fierro, los libros que inventaron la Argentina según Carlos Gamerro
Carlos Gamerro invierte la formula aristotélica. Piensa a la realidad como un reflejo o representación de la ficción literaria. Juega a un “como si” para llegar a demostrar cuántas ficciones a lo largo de 200 años de historia, lograron cambiar o condicionar nuestra forma de ver y pensar algunas circunstancias.
¿Qué sucedería si, por algún motivo o razón, comenzamos a pensar a la literatura como creadora de la realidad que nos rodea y de nuestras propias subjetividades? Ese desafío enfrentó Carlos Gamerro allá por el 2015 cuando publicó Facundo o Martín Fierro, los libros que inventaron la Argentina (Sudamericana). En la edición de la Feria del Libro de ese año el texto fue elegido como libro del año, marcando ya todo un camino por recorrer a la hora de analizar y pensar cómo los libros construyen la idea de Nación, ciudadano, paisaje y otras, inversamente a la sentencia de Aristóteles que indica que los libros reflejan la realidad.
Gamerro, así, toma casi 200 años de literatura y la pone en la base de la pirámide junto a las contribuciones de esta a la hora de formarnos como sujetos parte de un Estado. Es decir, pensar a la literatura y sus obras como anticipos de la realidad y de ahí identificar cómo y de qué manera conforman nuestra visión del mundo para fundarnos.
La idea del libro, así como su título, nace de una de Borges de los años 70, aquella que indicaba que si hubiésemos canonizado el Facundo, en lugar del Martín Fierro, otra sería nuestra realidad y mejor. “En el año 74 Borges se está refiriendo al peronismo y a la violencia política del momento. Y parece estar sugiriendo que el Martín Fierro pudo alentar o por lo menos justificar o permitir esta barbarie, mientras que el Facundo claramente, con su dicotomía civilización y barbarie serviría para conjugarla o limitarla”, dice el autor.
En el libro, en realidad, no se busca contestar esa pregunta llevada adelante por Borges (y tantas veces repetida luego) sino examinar dicha pregunta. Aparecen, a raíz de ello, varias cuestiones más, como ¿desde cuándo las obras literarias son tan importantes?, ¿será cierto que una u otra pueden determinar los destinos del país o construirnos a nosotros como personas y condicionar nuestra manera de mirar la realidad?
Entonces Gamerro lleva adelante un recorrido por casi doscientos años de literatura argentina, preguntándole a libros de nuestra historia qué aportaron a crear en esta Argentina en que vivimos. “Yo parto de una premisa que no es habitual en los estudios literarios, sino que es contraria al sentido común. Todos damos por descontado que primero viene la realidad y después las obras literarias que la representan o la reflejan. Sin embargo, a fines del siglo 19, a Oscar Wilde se le ocurrió proponer: ¿Y si fuera al revés y fueran las obras de arte las que crean la realidad? Así, luego la realidad las copia de alguna manera e invierte aquello de que el arte imita a la vida, que además es un concepto que aparece mucho en Borges. Entonces yo planteo un 'como si', es decir, suponiendo que la cosas fueran así, entonces, ¿qué obras habrían determinado nuestra realidad y de qué manera cada una de ellas y en qué aspectos en particular?”, explica el autor.
-¿Por ejemplo?
- Por ejemplo yo planteo que voy a la pampa y la veo, pero en realidad la mirada es entrenada por la literatura o por la pintura o por el cine. Entonces uno lee estos autores y ve que es una pampa totalmente imaginada como la de Sarmiento o Echeverría. De hecho Sarmiento luego de dedicarle páginas y páginas a describir la pampa en el Facundo, luego en un libro posterior, Campaña en el ejército grande, dice “Por primera vez veía la pampa”, es decir que lo otro era una pampa que no había visto, es decir, una construcción simbólica. En el Martin Fierro, sin embargo, está esa sensación de aquel que vivió toda su vida en la pampa y entonces no puede describirla porque es lo único que hay…
- Porque no tiene con qué compararla…
- Claro. Pasó con Guillermo Enrique Hudson quien no la describe como un horizonte, sino planta por planta, pajarito por pajarito, y yo creo que si vamos o voy a la pampa y veo la plantas y veo los animales y veo las aves es porque Hudson entrenó mi mirada para verlos y si no fuera por él esa realidad para mí no existiría.
- ¿Tiene que ver con una mirada del extranjero más que con una mirada local?
- No solo los escritores argentinos, sino la literatura en lengua española no tiene una tradición de observar la naturaleza. Vos leés a Cervantes y cuenta que hay un pajarito y canta en un árbol y hasta ahí llegamos. Ojo que la imagen de estar en los caminos polvorientos de La Mancha es muy poderosa y creo que Borges comparó esa sensación que comparte Cervantes de los caminos de España con el Martín Fierro y su pampa. Ahora bien, en la literatura inglesa, que es la que Hudson lee ya desde Los cuentos de Canterbury y pasando por Shakespeare, es muy fuerte la tradición de observar la naturaleza directamente para luego escribir. Él justamente logra describir la pampa porque viene de otra literatura, la ve con ojos que fueron entrenados por la literatura inglesa.
Es decir, la literatura crea la realidad en la medida en que forma tu mente para pensarla, forma tus ojos para verla y te da las condiciones para hacerte de ella. Es decir, pensar a la literatura como algo tan potente que la realidad se inserta en ella.
Volviendo a las distintas miradas formadas a través de los libros, nos encontramos con un Sarmiento que ve a la pampa como una inmensidad. Echeverría lo sigue y así, ambos, le dan forma a lo “sublime pampeano”. Ellos solo ven aquel mar de tierra, toda esa inmensidad, porque no tiene ojos para la pequeñez, para el detalle como Mansilla, por ejemplo, que hace un mapa topográfico para sortear casualmente todo ese terreno. Gamerro lo compara con alguien al que toma como autor literario, que es Ernesto “Che” Guevara. “Él tiene la misma mirada que la de Mansilla. Aquella mirada que tiende a pasar todo un terreno a una campaña militar. No construye un paisaje para deleitar a las damas de la sociedad o a los caballeros lectores, es en realidad una descripción utilitaria del paisaje”, dice.
Si uno piensa que la historia de la literatura también es la historia de las lecturas, podríamos pensar que Cortázar y Arlt, entre otros, son hijos de las lecturas de Sarmiento, Mansilla y Hernández. Gamerro coincide y asegura que “claramente la literatura latina es una historia de la lectura de la literatura griega, y más exactamente la Eneida de Virgilio es una lectura de la Ilíada de Homero, así como la Divina comedia de Dante es una lectura de la Eneida. En ese sentido hay líneas que se continúan. Yo, por ejemplo, puedo decir que después de la gauchesca se abren dos caminos claramente, el camino de la ida del Martín Fierro -que es el camino del gaucho rebelde que se enfrenta a la autoridad, que continúa en Moreira y llega hasta el Moreira de Leonardo Favio, o sea casi hasta nuestros días- y el camino del gaucho de La vuelta del Martín Fierro, que es el gaucho que se adapta, que se hace peón, que va en línea directa a Don Segundo Sombra”.
Ahora bien, este tránsito de continuidad también se puede dar como ruptura y olvido. Bajo esta forma el autor destaca que Roberto Arlt no lee ni la literatura ni la historia del siglo XIX y argumenta: “Hasta hoy en día es difícil encontrar un autor argentino que no refiera para nada a Sarmiento, a las guerras civiles, a Rosas, a la gauchesca. Bueno, en Arlt todo eso es como si no hubiese sucedido. Para él todo comienza con la llegada de los inmigrantes, pero tampoco el pasado inmigratorio, el pasado europeo es el que está presente. En ese sentido Arlt es, bueno ya lo había dicho Piglia, el autor moderno. Incluso cuando habla en un par de Aguafuertes sobre la gauchesca es para decir que la gauchesca es un invento y los gauchos son figuras de carnaval, digamos que sin entidad real”.
Finalmente, si la realidad refleja a la ficción o si la ficción copia e imita lo real, es una discusión que aún hoy se sigue dando. Lo cierto es que hay una existencia de determinado material bibliográfico que cambia las reglas y las formas de ver determinados sucesos, determinadas circunstancias, y desde allí nos definen, nos construyen. Aquellos libros como el Facundo, el Martín Fierro, o Una excursión a los indios ranqueles, engendran lecturas desiguales. ¿Podrá hoy aparecer alguna obra que desestabilice las miradas conformadas por aquellas mencionadas? ¿O ya no hay lugar para nuevas instancias?
Aquellos textos abrían caminos, en eso radica la diferencia con los Aira o los Piglia de esta era, históricamente hablando. Se trata de clásicos, que, como el propio Gamerro sostuvo en algún otro libro, “son todos aquellos textos que tienen que saber cómo dar respuesta a las distintas épocas en que se los lee”. Libros muy bien escritos, aunque muchas veces se los lea mal.
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