La “República” de los  Blaquier

La mañana del 11 de agosto pasado Luis María Blaquier se enfundó en su equipo jogging de San Lorenzo de Almagro y se dirigió a José C. Paz, en el llamado conurbano profundo. Luis María no es cualquier fiscal: es el sobrino del multimillonario Carlos Blaquier, dueño del holding agro industrial Ledesma y de una fortuna de más de 6 mil millones de dólares.

Tal vez Blaquier pensó que darse una cucharada de democracia fiscalizando elecciones (allí  dónde la derrota de Macri/ Vidal es segura), lo pondría de nuevo en un escalafón de la administración pública, de la se había retirado por problemas en la administración del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Ansses. Se fue de allí no sin antes firmar el "Memorándum of Understanding" (MOU) con Qatar, que prevé una "estructura offshore" para administrar los fondos a invertir en Argentina (Diario Perfil, 5/ 11/ 2016).  Su tarea fue criticada por la Auditoria General de la Nación (AGN). O tal vez sus deseos eran menos menesterosos y creyó  que garantizando fiscalización en “el barro” podía arrimar esos “pocos puntitos de diferencia” que – suponía- distanciaba a ellos, la “elite modernizadora”, de la fórmula Fernández/ Fernández.

Tal cual dicen los testigos del hecho, alrededor de las 19 y ya abiertas las urnas, su cara se fue desdibujando. Los resultados en la Mesa 238 de la Escuela Secundaria N°1 de José C. Paz fueron contundentes: Macri- Pichetto, 10.64%, Fernández- Fernández 77.94%. Luego de discutir con presidente de mesa y fiscales al grito de “eso no ocurrió acá”, rompió el telegrama que en dos juegos debe enviarse. –“¿Porqué lo rompe si estamos haciendo todo bien?” le pregunta alguien. – “Porque no servía”, respondió mientras era filmado. Esta vez su apellido sirvió de poco y fue con sus pertenecías a una comisaría.

¿A qué se debió la incredulidad de Blaquier? Seguramente le creyó a las encuestas que el macrismo pagaba y que algunos periodistas leían acríticamente; aquellas que decían que el Presidente Macri se “acercaba”. Muy probablemente le creyó a su entorno –las clases altas- que una vez derrotado el peronismo en las urnas “no vuelven más”. No está de más decir que estas gentes no entienden de política, es decir de consensos, menos de urnas y esas nimiedades.

El “modo Blaquier” de entender “la república” tiene varias interpretaciones, dentro de las cuales la negación de la realidad aparece como la más evidente: el tipo simplemente no puedo entender que es lo que pasaba. Su paso al acto violento es la proyección de su ignorancia, de su profunda incapacidad para ver al “otro”, a los que “no sirven”, menos sus votos contabilizados en telegramas.

Pero Blaquier y su negación solo fue una muestra de casi todo el oficialismo y  no pocos de sus seguidores. El presidente Mauricio Macri se mostró visiblemente enojado con el voto popular, negando su poca destreza. Con el correr de las horas la incredulidad no se modificó, aunque cambió de contenido.

El 14 de agosto Elisa Carrió tuiteó: “De modo tal que me da la impresión por gente que estuvo en el territorio, que el control narco en determinados sectores del norte y del conurbano es central”. Pequeña variación: del “eso no pasó acá” de Blaquier a “si pasó, fueron los narcos”. A la eterna diputada la atendió Jaime Duran Barba, dado que desde la oposición nadie se molestó en hacerlo: "En todas las elecciones existen personajes marginales que alegan fraude".

El 24 de agosto el Jefe de Gabinete Marcos Peña ensayó una vez más el pueril argumento de “acá no ha pasado nada”. En otra relectura del gesto de Blaquier dijo: “En las Paso 2015 Mauricio  quedó a 15 puntos abajo de Scioli, todos decían que era imposible llegar al balotaje. Llegamos al balotaje y después ganamos…”. El resultado 2015 fue, con más o con menos, 30 a 38%. Peña niega la realidad de 2019, pero miente sobre el 2015.

Pero otra manera de interpretar a Blaquier es que su violencia – me anticipo a decir que para algunos será una antigüedad- es parte de un odio de clase. Un regreso a principios del siglo XX en donde las clases altas no podían entender cómo a la Argentina no llegaban europeos del norte; cómo los que llegaban vivían en esos lugares lúgubres llamados conventillos, origen de todos los males y por supuesto del anarquismo, que es – en ese imaginario- el peronismo de época. Se podría detener la mirada en esto: quienes dicen en la redes que el pueblo no quiere cloacas, que quieren seguir haciéndolo en un pozo, son émulos de aquellos que criticaban “la enfermedad” del conventillo. Confunden pozo ciego con inodoro y como Blaquier la ficción con realidad.

 

 

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