Payamédicos: sanar riendo

Conocé de qué manera funciona esta iniciativa que se propone ayudar a personas hospitalizadas con humor y amor.

29 de Septiembre de 2019 12:26

Por Redacción 0223

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Por Lucía Braun

Los medicamentos alivian el dolor, pero sólo el amor puede aliviar el sufrimiento”, supo decir alguna vez Hunter Doherty Adams, más conocido como el médico de la risoterapia o como se denominaba a sí mismo, “el loco que cree que la risa lo cura todo".

Tal vez muchos hayan escuchado de qué se trata Payamédicos o se interesaron en ser parte del proyecto, pero suelen ser pocas las personas que realmente conocen las implicancias de esta actividad en su día a día.

Payamédicos Asociación Civil es una organización sin fines de lucro que se trabaja en nuestro país desde el 2002, tras ser fundada por el doctor José Pellucchi. Y en Mar del Plata desembarcó en 2011.

Las personas que participan en la ONG combinan dos de sus pasiones: la medicina y la teatralidad, con la misión de desdramatizar el ámbito hospitalario a través de la magia y la fantasía. Su principal objetivo reside en ayudar a pacientes hospitalizados, tanto por cuestiones físicas como psíquicas, entablando entre su interpretación de un payaso y el público una conexión emocional que permita contribuir a la salud emocional de los pacientes.

En Mar del Plata, el grupo desarrolla esta clase de terapia en establecimientos como el Hospital Interzonal General de Agudos "Dr. Oscar Alende", el Inareps, la Clínica Colón, el Hogar de María y Paanet, además de participar de jornadas especiales de forma solidaria cuando se lo requiere.

Una de las integrantes de la ONG y formadora de payamédicos en la ciudad, Adriana Kitay, describe la iniciativa como la oportunidad de que “tanto la persona como los que hacemos esto, fantaticen y payasicen para escapar de lo real”, es decir, desdramatizar el entorno hospitalario.

“Para mi ser payamédica es ser mejor persona. Es compartir tu tiempo con alguien que no conocés y que quizás lo veas muy pocas veces. Es llenarte el alma en cada encuentro. Es aprender a percibir al otro”, cuenta Kitay.

Uno de los errores más comunes, y que suele ser una de las razones por la que las personas empáticas hacia esta iniciativa deciden no sumarse a ella, es la creencia de que para iniciar en este camino deben acreditar algún título en la carrera de Medicina u otras relacionadas.

Sin embargo, para ser Payamédico sólo se requieren dos cosas: un “exceso de potencia por el cual necesitan hacer algo más” para contribuir con las demás personas y ser mayor de 18 años, con el secundario finalizado.

La formadora de payamédicos explica que a pesar de tener las mismas nociones erróneas al principio, llegó a unirse a este proyecto y ser parte de una de las primeras generaciones de payamédicos en actuar en la ciudad.

Durante años Kitay tuvo interés en “hacer alguna labor por el otro”, aunque no sabía cómo concretarlo. “Yo toda la vida quise estudiar medicina, pero al final estudié radiología después del secundario, cuando vivía en Buenos Aires. Un tiempo después dejé radiología porque me vine a vivir a Mar del Plata y acá no había carrera de medicina, pero siempre estuvo esa voluntad”, relata.

Sin embargo, una vez aquí y tras años de búsqueda, una coincidencia de la vida le permitió acercarse a la actividad que le cambió la vida. Un día Adriana estaba en su casa, cuando, al pasar cerca del televisor, pudo observar la participación de una joven payamédica en uno de los programas de Julián Weich.

Ese fue el momento en el que lo que buscaba se cruzó en su camino: “Hasta ese momento pensaba que había que ser médico para ser payamédica y ahí con el programa me enteré que no hacía falta”. Adriana se dirigió instantáneamente a averiguar cómo sumarse a la iniciativa y  “justo comenzaba un taller intensivo en Mar del Plata”.

“El curso duraba un mes, todos los fines de semana (sábado y domingo) y se daba el taller de teatro y de medicina, que en ese momento se daba todo junto. A partir de ese momento que entré en el taller me cambió todo, empecé a hacer cosas que nunca había hecho en mi vida”, cuenta sobre sus primeras experiencias en la organización.

En ese entonces, sólo había 40 payamédicos en Mar del Plata. “Cuando inició payamédicos en 2002 eran 8 médicos, el doctor Pellucchi y su grupo de médicos, que hacían intervenciones hospitalarias ensayando sus obras de teatro y viendo cómo reaccionaban los pacientes oncológicos cuando los hacían participar en un hospital de Buenos Aires. Después empezó a extenderse y en 2011 ya éramos 2 mil. Hoy somos 7 mil en Argentina y Chile y, recientemente, una payamédica que se inició como formadora hace 3 años se fue a vivir al Congo y va a abrir payamédicos allá”, dice.

Asimismo, a medida que la organización creció en tamaño, también debieron abrirse nuevos dispositivos, es decir, todos los espacios u hospitales en los que previamente esté trabajando un grupo de payamédicos y las personas que terminan de formarse pueden incorporarse.

“Vamos una vez por semana a un dispositivo fijo. La forma de intervención es terapéutica, no vamos a llevar un show, regalamos sonrisas y listo. Tiene que ver con lo terapéutico, con que cada uno juegue, por lo que uno se adapta al otro. Semana a semana vemos cómo van creciendo, conectando desde la mirada y siempre con la habilitación del otro, no trabajamos por imposición. El género payaso es uno y tiene que ver con la inocencia, la ternura, la espontaneidad… Por eso decimos que no somos payasos de hospital, somos payamédicos”, explica con respecto a su actividad en la ONG.

Por ello es que, aunque parezca simple, convertirse en payamédico requiere de una intensa formación inicial y un trabajo continuo para presentarse de la mejor manera para ayudar a quienes lo necesitan.

 

El proceso de formación

La formación de los payamédicos consiste en dos etapas, una de “PayaFormación Artística” y otra de “PayaFormación Conceptual”. Si bien se necesitan ambas para recibir el Certificado de Payamédico, las distintas formaciones pueden realizarse de manera simultánea o comenzar por cualquiera de ellas, sin un orden específico. En total, se trata de una formación que dura 3 meses, distribuidos en 12 clases, y un curso intensivo de medicina de un fin de semana.

Por una parte, la PayaFormación artística consiste en un taller de payateatralidad con duración de 3 meses a cargo de formadores habilitados, en el que se obtienen las herramientas correspondientes a un payaso teatral pero adaptado a las características del entorno hospitalario y de la Ética, Estética y Deontología propia de Payamédicos. Esta etapa se utilizan diversos recursos como juegos, la percepción de ritmos con ayuda de la música, técnicas clown de teatro y arte dramático y humorístico para desinhibirse y liberar el cuerpo, y así lograr desarrollar el payaso que va a participar luego de las intervenciones.

Y, por otra parte, la PayaFormación conceptual se brinda en el curso de PayaMedicina, con duración de dos meses en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o de un fin de semana de acuerdo a la modalidad intensiva del interior del país. La misma, una instancia teórico-vivencial que incluye también el abordaje de una parte psicodramática, está a cargo del departamento Artístico Académica de la Asociación Civil Payamédicos. Con respecto a esto, Adriana menciona que “más allá de lo artístico (el teatro, los juegos, deshinibirnos), la parte teórica tiene que ver más con lo científico. Por ejemplo, con respecto al exceso de potencia, no hay que hacer las cosas con el concepto de deseo en tanto falta de algo o lo que no tengo, sino con el deseo como exceso de potencia, de tener algo que dar y compartir”.

Luego de finalizar la formación para certificarse y obtener su traje de payamédico, cuestión también contemplada en la formación, este personal de la salud comienza a participar en intervenciones escénico-terapéuticas una vez por semana en dispositivos habilitados. Pero arribar al lugar en el que se producen las intervenciones artísticas será sólo el primer paso.

Esta actividad, realizada ad-honorem, se lleva a cabo en grupos y siguiendo una metodología a cuatro tiempos, que conlleva aproximadamente entre 3 y 4 horas de trabajo una vez por semana. El primer paso es analizar la información de cada persona que va a integrar el público para conocer que no puede hacer cada paciente, así como sus potencialidades para planificar los juegos a realizar en conjunto con otros payamédicos. Así, primero van a ver de civil los “payapases”, que incluyen el nombre de paciente, número de habitación y patología por la que están siendo atendidos los pacientes, de forma que no puedan reconocerlos directamente sin su disfraz. Esta es una de las principales preocupaciones, ya que si alguien del público ve al payamédico fuera de su vestuario de payaso, “se pierde la fantasía y magia” del juego de interacción terapéutica.

Lo siguiente consiste en vestirse con su traje, recordar con sus compañeros las técnicas utilizadas previamente con cada paciente y, posteriormente, realizar la intervención en la habitación, de acuerdo a las estrategias a seguir acordadas con los colegas según la condición del paciente y sus potencialidades en ese momento. Por eso es muy importante que los payamédicos generalmente traten de ser siempre los mismos ante los pacientes para, de esa forma, poder analizar la evolución semana a semana del paciente.

Otro factor importante en este aspecto es que la interacción se produce siempre y cuando tengan la habilitación del paciente y según lo que este proponga, evitando completamente trabajar con lo que no puede hacer por su condición. Con respecto a esto Adriana destaca: “No lo hacemos por imposición ni llevamos sólo un show. Es producción conjunta a partir de la improvisación con lo que propone el público”. También aclara que “los payamédicos no tienen historicidad, sólo trabajan en el aquí y ahora”, de manera que sólo de trabaja con aquello que menciona el paciente y el payaso adapta sus recursos a ello.

Siguiendo con el proceso, el tercer paso es sacarse el traje y hacer un balance grupal a modo de evaluación, sobre lo vivenciado durante la representación artística. Para cuidarse entre sí cada payamédico expresa las consecuencias que el trabajo dejó en cada uno, y si resulta necesario, realizan una payagrafía. Se trata de una instancia donde, si uno de ellos quedó capturado por una situación que no pudo superar y lo trasladó a lo real, el grupo recrea esa situación para mostrarlo desde otras perspectivas mediante el psicodrama, permitiéndole “soltar” la carga emocional que dejó la intervención.

Lo cierto es que hay diversos estudios que han corroborado la capacidad de mejorar la calidad de vida de las personas con este método terapéutico, debido a que la risa produce la secreción de endorfinas en el cuerpo. De acuerdo a los mismos, las endorfinas tienen múltiples efectos positivos para los pacientes como aliviar el dolor o, desde lo emocional, ayudarlos a incrementar el optimismo ante su situación.

Por eso, los payamédicos han tomado una gran relevancia dentro del ámbito de la salud durante los últimos años, hasta llegar en mayo del 2015 a oficializarse su actividad en los hospitales de la Provincia de Buenos Aires. El Senado de la provincia aprobó la Ley 14.726 bajo el decreto 533, en la que se creó la figura del especialista en el arte clown como personal médico, con el fin de que estas personas encargadas de brindar tratamientos a los pacientes a través de la risa y la teatralidad puedan dejar de ser sólo voluntarios.

Sin embargo, aún cuando se habla de ellos no se puede dejar de evocar al personaje que provocó su conocimiento a nivel mundial y que representa los valores de estos profesionales en el cuidado afectivo del paciente. Como podrán imaginarse estamos hablando de Robin Williams en la piel del médico de la risoterapia y fundador del Instituto Gesundheit!, Hunther Adams, en la reconocida película Patch Adams.

Es así que muchas personas, tanto adultos como jóvenes, todavía recuerdan la película y lo indican como uno de los motivos que los llevó a elegir la profesión. “El arte sana”, “la mejor manera de llegar al otro es con el amor” y “la risa cura” son algunas de las frases que se escuchan en los talleres de formación cuando las personas explican sus motivaciones para unirse a la iniciativa.