Ejércitos invisibles. Los virus como enemigo del ser humano

En épocas donde muchos tuvieron que aprender cuál es la diferencia entre pandemia y epidemia, la literatura se adelantó a todo. Desde la antigüedad luchamos contra los virus y las bacterias. Desde la antigüedad los libros fueron relatando esa batalla y los cambios en el ser humano.

22 de Marzo de 2020 08:37

Ubicándonos en los tiempos que corren, relacionar a la literatura con los virus, pestes o escenarios distópicos y apocalípticos es inevitable. Pasando por las tragedias griegas, la sociedad europea durante la peste  hasta llegar a la ciencia ficción del siglo XX, los seres más humildes de este planeta han quedado como los responsables de un gran número de muertes.

Según se dice, después del hambre, el segundo gran enemigo de la humanidad han sido las pestes, los virus y las enfermedades infecciosas. Es así que, el crecimiento de las ciudades a lo largo de la historia, así como el mejoramiento en los transportes, basaban la civilización humana pero también constituían un caldo de cultivo ideal para los patógenos.

Yuval Noah Harari, en su libro Homo Deus (Debate – 2016) los llama el “Ejército invisible”, y  relata que el más famoso de estos brotes epidémicos es conocido  como La Peste Negra. Esta se inició en algún lugar de Asia oriental o central en la década de 1330. La peste se extendió por Asia, Europa y el norte de África en menos de veinte años, dejando como saldo entre 75 y 200 millones de personas muertas.

Sin sospechar de la existencia de bacterias o virus, dice Harari que “Las autoridades se vieron impotentes ante la calamidad. Excepto por la organización de oraciones masivas y procesiones, no tenían idea de cómo detener la expansión de la epidemia, y mucho menos de cómo curarla”.

Pero este caso no fue excepcional. En América, luego de la llegada de los primeros europeos, se dieron epidemias peores. Los colonos traían con ello nuevas enfermedades infecciosas contra las cuales los nativos no estaban inmunizados. En consecuencia, hasta el 90 por ciento de las poblaciones locales murieron. Las crónicas de la fecha dejan registro de esto.

Y con el paso del tiempo esto no ha cambiado. “Durante el último siglo, la humanidad se hizo más vulnerable todavía a las epidemias debido a la coincidencia en el tiempo de un crecimiento demográfico y   la mejora de los medios de transporte” explica el historiador israelí. Es decir que un virus puede abrirse camino entre país y país en menos de 24 horas convirtiendo cualquier epidemia en pandemia.

Los virus constituyen los enemigos más formidables del ser humano, sin contar al propio ser humano. Más allá de esto, a lo largo de la historia nuestro organismo ha sido capaz de resistir a ellos ya que está dotado de impresionantes defensas naturales contra la enfermedad. En un libro del año 1985 (Nueva guía de la ciencia), Isaac Asimov declaraba que “Es evidente que existe eso que se llama resistencia natural frente a cualquier enfermedad. Existe también eso que se llama inmunidad total, a veces congénita y otras adquirida. Por ejemplo, un solo ataque de sarampión deja por lo general inmune a una persona para el resto de su vida frente a aquella  determinada enfermedad. Esta enfermedad tiene su origen en un virus”. Y como ejemplo cita lo ocurrido durante la “peste negra” en Europa: “Atacó a una Europa que vivía en una aterradora suciedad, carente de cualquier concepto moderno de limpieza e higiene, sin instalación de cañerías de desagües, sin forma alguna de tratamiento médico razonable, una población aglutinada e indefensa. Pese a todo ello, tres cuartas partes de la población resistió con éxito los ataques de la infección. En tales circunstancias, lo realmente asombroso no fue que muriera uno de cada cuatro, sino que sobrevivieran tres de cada cuatro”.

 Pero volviendo a la literatura, muchos ejemplos de todos los tiempo han registrado, así como imaginado también, tanto la resistencia de los seres humanos, como la desolación que dejan a su paso dichas pestes.

Podría mencionar, para dar un inicio cronológico, la tragedia griega  El Edipo Rey de Sófocles (429 a.C.)

1 Edipo rey de Sófocles

La historia es ya bastante conocida. Edipo, descendiente de la casa real tebana, recibe ya al nacer la maldición del oráculo, según la cual dará muerte a su padre Layo y será el causante de la ruina de su familia. Layo trata de evitar la desgracia exponiendo a su hijo, pero el pastor encargado de la misión se apiada del niño y lo entrega a un pastor de Corinto. Así llega a esa ciudad y el rey Polibo y su esposa lo crían como su propio hijo. Pasado el tiempo, Edipo comienza a sospechar sobre su origen y decide  consultar al oráculo de Delfos y este le dice que matará a su padre y se casará con su madre.  Para evitar tal suerte, decide escapar de Corinto. En su camino se cruza con el rey de Tebas, su padre Layo, al que mata por una discusión. Cerca de la ciudad se encuentra  la Esfinge, monstruo mitad león y mitad mujer, quien sembraba el terror entre la población planteando enigmas y devorando a los pobladores incapaces de resolverlos. Esta le propone un enigma a Edipo, quien lo resuelve rápidamente, por lo que el monstruo se precipita al abismo. Los tebanos lo elevan al trono de la ciudad dándole la mano de Yocasta, su madre y viuda del difunto Layo. La profecía del oráculo estaba cumplida y ante la situación se abate una terrible peste sobre la ciudad. Es ahí donde comienza la obra de Sófocles, quien describe a la peste de la siguiente manera: “La ciudad agitada y sin ser capaz de levantar cabeza por la peste que azota a las plantas, a los animales y a los seres humanos. La divinidad que produce la peste, precipitándose, aflige la ciudad. ¡Odiosa pandemia, bajo cuyos efectos está despoblada la morada Cadmea, mientras el negro Hades se enriquece entre suspiros y lamentos!

2 Decameron de Giovanni Boccaccio

Escrito entre 1351 y 1353, este relato enmarcado, como se lo conoce por su estructura donde se cuentan varias historias dentro de otra historia más universal, presenta cien narraciones contadas por siete mujeres y tres hombres (de ahí su título que significa diez en griego)  en las colinas toscanas mientas la peste de 1348 se propaga y causa el derribo de la sociedad florentina en todos sus aspectos. Los jóvenes se retiran a las afueras para evitar el contagio y ahí esperan dos semanas en carácter de cuarentena. Cada uno de ellos gestiona un día de actividades, sobre todo la de contar una historia, exceptuando sábado y domingo porque eran los días para la práctica religiosa y la de higiene.

Las historias van desde la aventura peligrosa con final feliz, bromas entre hombres con final infeliz, historias de amor,  bromas entre mujeres y hombres, o de las mujeres a sus maridos, cuentos eróticos, tragedias,  etc.

Lo contemporáneo empapa cada página del texto, es decir, los problemas sociales de un mundo concreto, cargado con la realidad de la peste, se usan como excusa para describir los nuevos problemas de la clase dominante: la burguesía. Las pasiones humanas son el tema de esta obra equilibrada entre lo popular y lo culto de la época.

3 La peste de Albert Camus

Escrito en 1947, la obra del existencialista francés  muestra el sentido de la solidaridad humana en el medio de una peste que azota a la ciudad de Orán en Argelia. Muchos aseguran que Camus basó la historia en la epidemia de cólera que sufrió la misma ciudad en 1849 tras la colonización francesa, y otros la piensan como una metáfora de lo que ocurría y generaba en la raza humana la Segunda Guerra Mundial. El talento de Camus está en hacer ver que la ciudad puede ser cualquier ciudad, los protagonistas pueden ser cualquiera de nosotros y las reacciones humanas pueden ser de cualquiera también. Tantas las más dignas como las más indignas.

La peste, dice el autor, llega como las guerras, cuando nadie está pensando en ellas. Es así que,  de pronto, las ratas inundan la ciudad provocando la muerte y sacando lo peor del ser humano para sobrevivir. La enfermedad, la epidemia,  es la verdadera protagonista. Y entonces aparece el miedo: “Hay los que tienen miedo y los que no lo tienen, pero los más numerosos son los que todavía no han tenido tiempo de tenerlo”.

Pero la epidemia no solo afecta a los que  se contagiaron, sino también a aquellos que permanecen sanos pero deben tomar decisiones que van desde el egoísmo más puro hasta la solidaridad más comprometida. Uno de los protagonistas lo denuncia así: “Esa porquería de enfermedad… hasta los que no la tienen parecen llevarla en el corazón”.

La peste nos pone a prueba. Saca lo mejor y también lo peor del ser humano. Solidaridad y cuidar al Otro para que yo pueda realizarme y ser, pareciera ser la receta.

4 Soy leyenda de Richard Matheson

La historia nos sitúa en los años 70, dado que fue escrita en 1954 se la puede considerar para su época como una novela futurista.

Magistralmente, Matheson, narra la historia del último ser humano de la tierra. El resto de la humanidad ha sido aniquilada o se ha contaminado con una bacteria o virus que los convirtió en vampiros. Es decir que el vampirismo es una consecuencia de una epidemia de origen bacteriano.

La soledad, el miedo a la diferencia, el sentido de la vida o la humanidad como atributo de los individuos, recorren la obra. Qué es lo que nos hace parte de una raza y que nos distingue también.  Nos hace preguntar quiénes son los verdaderos monstruos, ya que para ellos lo es el protagonista, pero para Neville son ellos. ¿Cuánta humanidad se pierde en un mundo así?

5 Ensayo sobre la ceguera de José Saramago.

La primera reflexión de esta fantástica obra de Saramago escrita en 1995 es que cualquiera de nosotros puede ser la víctima de un virus.

En la obra, uno a uno va quedando ciego. Pandemia general que logra mostrar al ser humano en su relación con el otro, enmarcados en situaciones extremas.  Es así que  el carácter reflexivo sobre lo que ocurre en la historia se traslada a lo que nos ocurre cuando lo leemos. Al no tener nombres propios los protagonistas,  Saramago logra hacernos parar en el lugar de cualquiera.

La ceguera blanca se expande y se produce el aislamiento de los ciegos. En esa instancia aparece lo más sublime y lo más miserable de la condición humana, así como el aprender a sobrellevar los instintos más primitivos. Por otro lado, los parámetros sociales comienzan a cambiar también: “Quizás solo en un mundo de ciegos las cosas serán realmente lo que son”, ya que vale la pregunta por sí ¿somos quienes somos por esencia o construimos quienes somos por cómo nos ven?

Saramago logra, en un mundo completamente distinto, pero no imposible, analizar al ser humano desde sus rasgos más salvajes y más honorables. Como se dice en el texto: “De esa manera estamos hechos, mitad indiferencia mitad ruindad”

6 Peste y cólera de Patrick Deville

Fascinante obra del francés Patrick Deville publicada en 2012. En ella se cuenta la vida de un científico y explorador que fue discípulo de Pasteur, admirador de Livingstone, explorador de China y Madagascar, y descubridor (nada menos) del primer bacilo de la peste. Pero no se agota ahí, ya que en el transcurso, Deville incrusta historias ajenas logrando una combinación fantástica del arte de narrar y la historia de la ciencia.

Yersin desbroza, prepara los pastizales y los cultivos de cereal, da forma a un pequeño planeta autárquico, una metonimia del mundo, un arca de salvación, un jardín del Edén prohibido a los virus, que son relegados al infierno”, dice en este viaje que funciona para narrar la vida de este investigador suizo y, que a su vez, le es útil para mostrar cómo la lucha contra las enfermedades contagiosas, el descubrimiento de la vacunación en el laboratorio de Pasteur, cambió el curso de la ciencia.

7 La guerra de los mundos de H.G.Wells

Rompo el orden cronológico en este final  solo para demostrar otra faceta de los virus y las bacterias. Una que los ubica como salvadores de la humanidad y ya no como sus destructores.

Wells en esta obra de 1898 describe una invasión marciana a la Tierra. Se trata de la primera descripción conocida de una invasión alienígena. Los marcianos se han apoderado de todo, o casi todo. Ya a la raza humana poco le queda hasta que los invasores sucumben abruptamente al interactuar con bacterias terrestres. Se dice al final de la historia: “…diseminados por todas partes: algunos en sus máquinas de guerra derribadas; otros en las máquinas de trabajo, ahora inmóviles, y una docena de ellos tendidos en una hilera silenciosa, se hallaban los marcianos… ¡todos muertos! Destruidos por las bacterias de la corrupción y de la enfermedad, contra las cuales no tenían defensas…derrotados—después que fallaron todos los inventos del hombre—por los seres más humildes que Dios, en su sabiduría, ha puesto sobre la Tierra."