Bolsonaro contra el mundo

Jair Bolsonaro abre múltiples frentes de batalla. Por ahora resiste pero, ¿hasta cuándo?

7 de Abril de 2020 07:56

Jair Bolsonaro sigue siendo el presidente de Brasil y seguramente esto no cambie en los próximos meses. Sin embargo, si liderazgo sufre un notorio vacío de poder y su gobierno tiene abiertos demasiados frentes como para salir indemne de una crisis que está dejando al mundo patas para arriba. 

Los rumores de una intervención del ala militar en el gobierno que reduciría al jefe de estado a una figura decorativa se esparció durante el fin de semana luego de la publicación de un sitio de noticias militares que rápidamente fue levantado por medios argentinos. Sin embargo, la realidad brasilera es más compleja

Los militares  no solo son aliados de Bolsonaro sino que construyeron el proyecto que lo puso en el Palacio Planalto. Para ser más claro: Bolsonaro es la figura que permitió el retorno de los uniformados al poder del Estado. Por eso, más allá de las internas y molestias que puedan existir, disociar a Bolsonaro de los verde oliva es más complicado de lo que parece. 

Los uniformados manejan lugares claves del poder ejecutivo como Seguridad Institucional, secretaria de Gobierno, Asuntos Estratégicos y el mencionado durante los últimos días de Walter Souza Braga Netto a cargo de la Casa Civil (Jefe de Gabinete) a quien se le adjudicó una presidencia operativa que en los hechos nunca existió. 

Cada uno de los ascensos militares en el gobierno tuvieron el aval del presidente quien se encarga de remarcar que su gobierno es, por sobre todas las cosas, un gobierno militar. Ahora bien, ¿existe malestar con el presidente? Si, y se expresa con mas fuerza entre los comandantes. Los motivos incluyen desde las formas hasta la falta de pragmatismo que perjudica vínculos políticos importantes como por ejemplo con China, principal socio comercial.

Así fue la intervención del vicepresidente, Hamilton Mourao, cuando fue recibido por el presidente de chino, Xi Jinping, en medio de la retórica pro-estadounidense de su compañero de formula. Otra intervención para salvar a Bolsonaro fue la que realizó el muy influyente General Eduardo Vila Boas cuando criticó el tono y defendió a Bolsonaro en medio de la ofensiva con los gobernadores por la falta de medidas drásticas que defiendan la salud. En todos los casos, el presidente tomo nota y corrigió. Es cierto, vale decir, que luego volvió a incurrir en el mismo error. 

La interna con la que lidia Bolsonaro es la que divide a militares de la rama más ideologica antiglobalista y conservadora integrada por sus hijos, el Canciller Ernesto Araujo, el asesor en Política Exterior Felipe Martins, entro otros funcionarios. Aquí, Bolsonaro trata de hacer equlibrio a través de reparto de poder en el gabinete como en el caso de Flavio Augusto Rocha (vice almirante de la Marina secretario de Asuntos Estratégicos) que comparte competencia con Felipe Martins-discipulo del filosofo de extrema derecha Olavo de Carvalho- en el asesoramiento en política exterior. Muy pocas veces en estas pujas, la sangre llega al río. 

El gobierno tiene otros frentes de batalla muy complicados para tener en semejante crisis mundial. El congreso, el poder judicial, los gobernadores, los medios de comunicación y parte de su gabinete que decidió tomar distancia de las posturas del mandatario. Todos ellos tensan la cuerda en el debate público y erosionan la imagen presidencial que hoy, según diferentes encuestas, oscilan del 28 al 33 por ciento de apoyo. 

El conflicto con los funcionarios disidentes es una novedad que se agrega al escenario brasileño. Bolsonaro intentó echar al ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta pero la política real intervino para volver a poner en crisis el lema que abrazo el ex capitán del ejercito de "Más Brasil y menos Brasilia". Este episodio que parece estar lejos de terminarse demostró que la enorme influencia que ejercen los militares en las decisiones de estado desde el primer momento de gestión del líder derechista para evitar posiciones extremas a pesar de que el nombre que barajaban los uniformados para Salud era la oncóloga Nise Yamaguchi, de 40 años de experiencia médica en el Hospital Israelita Albert Einstein. Es evidente que la opción de Bolsonaro (el médico Osmar Terra, a favor de no aplicar cuarentenas) era demasiado arriesgada en un momento crítico como el que se vive y fortalecía al olavismo de extrema derecha, y eso, a los militares no le conviene. 

 El otro dato de la intervención directa del presidente del Senado, David Alcolumbre, quien alertó sobre las consecuencias que traería una salida intempestiva del gabinete de un funcionario valorado hasta por los propios votantes oficialistas. Un sistema presidencialista de coalición no puede gobernarse sin apoyo del Congreso y, mucho menos, si gozas de una hipersensibilidad minoría parlamentaria como es el caso del bolsonarismo.

Las amenazas que no se traducen materialmente en decisiones es una constante en el gobierno brasileño. Independientemente de la debilidad del presente, el oficialismo maneja un método en el que auxiliares del presidente filtran una información que luego no se cumple para terminar denunciando campañas mediáticas en contra de la gestión. También, pretende funcionar como elemento disciplinador a los perfiles altos dentro de un gabinete que pretende construir una agenda paralela a la oficial. Si eso sirve para que Mandetta baje el perfil (no parece ser así hasta el momento) puede operar de la misma forma para otros ministros como Paulo Guedes o Sergio Moro que mantiene ciertos cortocircuitos con el presidente.

Bolsonaro demostró que aún debilitado, un notorio vacío de poder y con demasiados frentes abiertos, se mantiene firme en la idea de resistir la ofensiva en su contra, amenazar con usar la botonera del Estado para sacarse de encima los rebeldes y construir una narrativa de victimización que le sirva para insistir en ubicarse como una figura de los márgenes de la instucionalidad dispuesto a pelear contra el orden establecido. La base de apoyo para esta estrategia es el núcleo duro electoral y el ala ideológica, el dique de contención que lo termina ordenando son los militares. 

La renuncia está descartada por que en caso de producirse vendría acompañada de nuevas elecciones por no haber pasado la mitad del mandato y el sector militar teme por un retorno de la izquierda al poder mientras que un juicio político sería demasiado largo, tedioso y generaría un desgaste que podría agudizar la delicada situación política, institucional, sanitaria, social y económica.

Al menos por ahora, Bolsonaro tiene cuerda para un rato más. ¿Qué puede pasar si la bomba estalla en las manos del propio presidente? ¿Hasta cuando los militares sostendrán la mano de Bolsonaro frente a un inminente colapso? Son interrogantes que nos acompañan los próximos meses que en la dinámica que lleva a Brasil terminan pareciendo años. Afirmar con contundencia lo que puede pasar es imposible en una realidad que nos ofrece mas dudas que certezas.