La increíble teoría sobre el meteorito que cayó en Mar del Plata

Una investigación financiada por la NASA intenta explicar la extinción de la fauna y flora que se produjo en la zona hace más de 3 millones de años. Uno de los líderes del trabajo es Marcelo Zárate, ex docente de la Universidad de Mar del Plata.

Imágenes: Revista Investigación y Ciencia (2002)

25 de Mayo de 2020 18:05

Sin temor al error, cualquier lector desprevenido podría asegurar que la hipótesis sobre un meteorito que impactó hace más de 3 millones de años sobre la superficie terrestre que hoy recibe el nombre de Mar del Plata, se trata, en verdad, de alguna trama desconocida pero inexorablemente gestada en la imaginación sin escalas que brota de plumas maestras como las de Ray Bradbury o Isaac Asimov.

La historia, sin embargo, está muy lejos de corresponderse con las leyes de la ciencia ficción y forma parte una de las investigaciones más ambiciosas sobre la prehistoria que les depara en este 2020 a un grupo de geólogos argentinos y estadounidenses que reciben financiación de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) para poder reconstruir en detalle el impacto meteorítico que sacudió a la Costa Atlántica y la región pampeana.

Marcelo Zárate es investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y una pieza clave dentro del equipo científico que dirige Peter Schultz, de Brown University: se desempeña como director de trabajo de campo y desde hace más de dos décadas que mantiene una activa labor para tratar de dar avances concretos a las aristas que se desprenden de este descubrimiento.

Es que, en verdad, la hipótesis no representa ninguna novedad reciente para el mundo de la ciencia: después de algunos abordajes preliminares realizados en conjunto con la investigadora platense Cecilia Camilión y otros tres años de estudios, en 1998 el exdocente de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Unmdp) hizo una publicación en la prestigiosa revista Science, junto a otros colegas norteamericanos, en la que dio cuenta de la coincidencia del impacto de un gran asteroide con la extinción de la fauna y flora de la zona hace exactamente 3 millones 300 mil años atrás.

“Schultz vino por primera vez a los acantilados de Chapadmalal en junio del ’95; ahí recorrimos las barrancas y se llevó muestras de unas escorias. Ese fue el comienzo de la colaboración que se ha prolongado durante 25 años. Los resultados de geoquímica sobre la composición mineralógica de las escorias y de su análisis al microscopio fueron las primeras evidencias obtenidas que sugirieron un origen a través de un impacto de un asteroide”, explicó el geólogo, en una entrevista a la distancia que le concedió a 0223.

Durante esa década, los estudios fueron financiados a través de proyectos de Peter Schultz y uno en cooperación entre la National Science Foundation de USA y el Conicet que concluyó en el 2002. Tiempo después, en una convocatoria anual que abrió la NASA sobre el campo de la astrobiología, se presentó el proyecto y la agencia del gobierno estadounidense decidió financiarlo para obtener mayores resultados. "Esto es sumamente importante para entender el clima actual y proponer posibles escenarios que puedan tener lugar a futuro", consideró.

Qué son las "escorias" o "impactitas", las piedras fundacionales de la investigación

Se trata de unos materiales vitreos, vesiculares, de colores muy brillantes, verdosos o negruzcos, que por su aspecto particular se asemejan a algunas rocas volcánicas. Pueden superar los 70 centímetros y excepcionalmente llegan a los dos metros de diámetro, y se caracterizan por ser muy "frágiles". Su origen motivó un gran debate dentro de la comunidad científica: primero se las había relacionado con incendios de campos pero como resultaban "tan llamativas y enigmáticas" se analizaron una serie de muestras en el Museo de La Plata en las que se detectó la presencia de cristobalita, una variedad de sílice que está sólo a temperaturas superiores a los 1300 grados. Fue entonces cuando entró en escena Schultz.

El profesor estadounidense ya había analizado unas estructuras geomorfológicas del período del Holoceno medio que interpretó como "cráteres de impacto" en la zona de Río Cuarto (Córdoba) y en ellas encontró escorias, que eran muy similares a las reportadas en Mar del Plata, como si se trataran de fragmentos de meteoritos. Y después, al estudiar en profundidad su petrografía, geoquímica y mineralogía, no hubo más margen para la duda: se trataba de productos derivados de impactos de asteroides.

La evidencia petrográfica sobre el origen de las escorias relacionado con impactos incluye temperaturas de deformación y fases de temperatura ultra alta y daño inducido por shock en granos minerales tales como los rasgos de deformación planar, vidrio diapléctico, inclusiones de coesita en cuarzo, isotropización asimétrica en feldespatos, entre otros aspectos, según lo que se desprende de los informes técnicos.

Para determinar la edad de las escorias, los investigadores recurrieron a "técnicas radiométricas de datación cronológica y de medición de paleomagnetismo" de los sedimentos superiores e inferiores hallados que permitieron precisar que su antigüedad se remitía a los 3 millones 300 mil años. "Ese período que encajaba con el acotamiento temporal estimado para el nivel estratigráfico, basado en los resultados de un perfil magnetoestratigráfico que incluye el nivel de las escorias, y con la correlación con las edades asignadas a las asociaciones faunísticas", explicaron, en una publicación de la revista Investigación & Ciencia en 2002 a la que tuvo acceso este medio.

Pero no fue la única correlación que trazó Zárate y Schultz: ambos advirtieron que el episodio de las escorias también coincidía con variaciones repentinas en el registro de isótopos estables de oxígeno, que revelaban un importante descenso de la temperatura. Por razones aún no determinadas, hace 3 millones 300 mil años atrás se produjo un enfriamiento de más de dos grados centígrados en las aguas del fondo del Atlántico combinado con una glaciación leve.

Al conectar esta serie de elementos, los científicos sostienen que la caída del cuerpo celeste podría haber desencadenado "drásticos cambios ambientales que arrasaron con los ecosistemas pampeanos", lo que también derivó en una extinción de la fauna que habitaba la región, donde se podían encontrar familias de Glyptodontidaes, Mylodontidaes, Dasipodidaes, Brachitherium y Xotodon, entre otras especies.

Los pasos a seguir en este 2020

El geólogo argentino explicó que por esta fecha el foco está puesto en el estudio de aspectos relacionados "con las variaciones en la composición química de los sedimentos, del campo magnético y los minerales, como fuente de evidencias de los cambios que pudieron haber ocurrido después del impacto" que se intenta probar.

A fines de marzo del año pasado, Zárate estuvo en el sector de La Estafeta, ubicado a la vera de la ruta 11 y frente a Playa Chapadmalal, para poder retirar unos 80 metros de testigo de sedimentos. "Ahora continuamos analizando esos sedimentos. Los análisis se hacen en la Universidad de Rhode Island, de USA, donde estuve en noviembre y espero poder regresar este año para después escribir los trabajos científicos aunque sé que será bastante difícil por el fuerte impacto que está teniendo la pandemia del coronavirus en el país", comentó, en diálogo con este medio.

"Una limitación para identificar e interpretar un evento de impacto es el conjunto de evidencias que son necesarias para sostenerlo. La comprobación de impactos en nuestras latitudes, corroboraría su significación tanto a escala regional como planetaria. Cada evento que pueden tener consecuencias locales, regionales o globales, como es el caso del ocurrido en el límite Cretácico- Cenozoico, hace unos 65 millones de años, que provocó la extinción de los dinosaurios", comparó el científico.

Uno de los ejes que resta precisar dentro de la ardua investigación es dónde se produjo el impacto meteorítico. Pese a la falta de certezas, el científico aventuró que "no habría ocurrido muy lejos de los acantilados" donde se localizaron las escorias. "Teniendo en cuenta el tamaño de los fragmentos, puede haber ocurrido a pocos kilómetros de ese lugar", sostuvo el profesional.

"Para detectarlo en el subsuelo deberían hacerse estudios geofísicos. Esto se realiza a través de métodos indirectos como gravimetría u otras metodologías sísmicas que permiten detectar las estructuras en profundidad. En relación a ello, hay que enfatizar que no toda estructura circular es un cráter de impacto. Para confirmarlo deben encontrarse otras evidencias. Por lo tanto, es lo que aún resta por efectuarse en toda la región: la localización de los cráteres de impacto  de cada uno de los  eventos propuestos", indicó Zárate.