La parte enferma de Cecilia Ferreiroa o cómo verse en lo cotidiano

En La parte enferma (Obloshka –2020),  Cecilia Ferreiroa reúne cinco cuentos notables donde se construye un universo en el que la vida parece circular por sus carriles habituales, hasta que algo de esa cotidianidad se descompone. Hace énfasis, también, en los vínculos y la problemática de la comunicación de hoy en día.   

19 de Julio de 2020 14:25

Podríamos destacar dos particularidades de los cuentos de Cecilia Ferreiroa: el representar circunstancias cotidianas y el reflejar los vínculos y sus tensiones en las relaciones de todo tipo. Se podría decir que este ha sido, al menos hasta ahora, el rasgo distintivo de sus cuentos publicados.

En La parte enferma (Obloshka – 2020) nos encontramos con cinco narraciones construidas alrededor de vidas habituales, pero que, en determinadas circunstancias, algo las saca de sus modismos cotidianos.

Lo notable de Ferreiroa es cómo de lo sencillo logra pasar a perfiles extraños o problemáticos dentro de los vínculos o de las relaciones. El punto de partida suele encontrarse en pequeñas cosas cotidianas que, a la distancia, suelen volverse amenazantes. “A mí me interesa trabajar el tema de los vínculos. Me interesa trabajar las tensiones que hay, así como el sostenimiento de esos vínculos”, dice la propia autora. Y tal es así que en sus historias esos vínculos no se rompen, sino que son tensionados hasta generar un punto tan exagerado que desembocan en una zona muy problemática. La escritora agrega,  “Me interesa ese problema de la comunicación y esa cuestión de cómo se vincula la gente y como no puede desvincularse a pesar de todo. Esas  tensiones, llevándolas a lo más exagerado, son zonas problemáticas que me interesan”.

Si hacemos un listado de temas de estas narraciones podríamos mencionar: una mudanza, un viaje, esperas, un arrebato. El común denominador es que  cualquiera de nosotros podría ser el protagonista.

Pero Ferreiroa no señala, no juzga esas relaciones. Por el contrario, solo narra y nos mete dentro de esa historia  para que nos identifiquemos en algo o con alguien.

 “Intento salir de ese mecanismo tan perfecto, tan cerrado del cuento porque no me siento tan cómoda. En el cuento hay algo que es obvio, que es la extensión, y que permite cierta unidad del sentido y de la emoción de la historia” dice. Pero también reconoce que a ella le gusta trabajar sobre “lo abierto” en ellos.

Y aquello abierto del cuento, en sus textos, uno puede encontrarlos en sus finales, que tienen la particularidad de que, en lugar de cerrar, abren. “Tiene que ver con pensar un poco los límites y las posibilidades del cuento. Yo no sigo argumentos. Cuento peripecias que van pasando, escenas donde pasan cosas y personajes que tienen distintas situaciones” define.

Sin dudas, su estilo llega al lector. Uno lee y se encuentra dentro de la historia, lo cual no es poco. Tramas sencillas, pero a la vez profundas, que lo empujan a uno a ir más allá del relato en sí mismo.

La lógica del “tan solo vivir y sortear esas peripecias” te acerca a las pequeña cosas cotidianas  que, si uno mira detenidamente, encontrará extrañas. Cosas o diálogos que, confusamente, no permiten reflexión pero sí identificación o empatía.

El genial Julio Ramón Ribeyro dice que “Todos fuimos recolectores, nos volvemos coleccionistas”. En el caso de Cecilia Ferreiroa, está claro que reúne situaciones cotidianas para luego volcarlas en sus textos.  Y en esos textos,  en esas historias  de final abierto, en la absoluta soledad de lector (como sostiene el mismo Ribeyro) nos damos cuenta de que no somos más que un punto de vista, una mirada”.