Rolón: “Si uno no duela, no va a construir una vida que valga la pena”

El duelo. Cuando el dolor se hace carne (Planeta – 2020) es el nuevo libro de Gabriel Rolón. En él, el autor propone al duelo como un camino que te lleva desde el momento en que perdiste algo que amás hasta ese punto donde te volvés a conectar con tus deseos.

17 de Enero de 2021 10:05

Ser un ser humano es haber perdido y confirmarlo, tener que estar dispuesto a seguir perdiendo. Debemos asumir que hay cosas en la vida que no tienen consuelo. De ahí la importancia del “duelo”. Entonces, “si uno no duela no va a construir una vida que valga la pena. El ser humano tiene que aprender a duelar el ser humano” sostiene Gabriel Rolón al hablar de su nuevo libro El duelo. Cuando el dolor se hace carne (Planeta – 2020).

El duelo no es el olvido, ni tampoco la extirpación de un dolor. El duelo es, sí, la posibilidad de volver a soñar a pesar de lo perdido y, sí también, que ese dolor no se vuelva padecimiento. Rolón agrega, “Está bien eso, pero, más allá del tiempo y del duelo, a una madre que perdió a su hijo no le vas a poder decir ‘Ya está, no le tiene que doler más’. Hay dolores que son parte de nuestro trajinar, de nuestro andar cotidiano. Es decir que parte del duelo también es la aceptación de que hay algún dolor con el que también vamos a tener que convivir para siempre”.

De ahí el subtítulo del libro: “Cuando el dolor se hace carne”.

Suele hacerse la salvedad de que los duelos no son todos iguales, dado que no todas las personas son iguales. Ahora bien, si un duelo (por ejemplo por una relación breve)  te acompaña toda la vida, realmente puede ser algo mucho más grave para cada uno de nosotros. Pero “si el duelo es por la muerte de tu madre, de un amigo, de un hijo ni te cuento, o por la pérdida del gran amor de tu vida, esos duelos sí  te acompañan hasta que cerrás los ojos para siempre. Mejor dicho, no los duelos, sino el dolor te acompaña. Porque el duelo  es de esperar que, después de cierto recorrido,  tenga un fín” sostiene el autor.

Aparece así una primera aproximación de la función del duelo: “El duelo es un camino, un recorrido. El duelo te lleva desde el momento en que perdiste algo que amás, y te parece que nada tiene sentido en la vida, hasta donde llegás a ese punto donde te volvés a conectar con tus deseos, volvés a tener proyectos, volvés a armar, dentro de la vida que nos toca. Sé que sos un existencialista como yo, pero dentro de esta vida cruel, este universo injusto, poder poner en palabras lo que uno siente y poner en palabras los proyectos que tenemos, es decir, poder volver a conectarnos con nuestros deseos y  considerar algo que tenga cierto sentido”.

El dolor, entonces, está ahí luego de la pérdida de lo amado y el deseo es lo que siempre te rescata en esta vida. Porque está la angustia, está el miedo, porque está la impotencia, porque hay un montón de cosas que nos asaltan en distintos momentos, pero de todas esas cosas lo único que vuelve a permitirnos ponernos de pie es el deseo que es, ni más ni menos, la fuerza de la pulsión de vida. Rolón agrega “Lo hemos hablado varias veces, sabemos que el cuerpo humano está tironeado por esa ambivalencia, por una guerra interna que es entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte, entre esa energía que te dice: ‘Tenés que volver a soñar y a ponerte de pie’ y esa otra que te dice: ‘No, seguí leyendo las cartas viejas de esa persona que ya no te quiere, mirá las fotos de cuando estaban juntos’, y no te deja desprenderte. Y justamente, apoyándonos en el deseo es como vamos a poder restituir algo en el orden  del sentido de la vida.

-Pero esto no es algo voluntario...

- En el ser humano, la voluntad tiene un lugar muy pequeño. Yo escucho muchas veces a gente que lo dice o que tiene esa teoría, de que hay que ponerle voluntad porque la voluntad y la voluntad y siempre la voluntad… y pensar mucho en la voluntad es desconocer la ambivalencia del sujeto humano. Pensar que solo la voluntad te va a salvar de todo, es creer  que solo tenés un deseo. Es decir, el ser humano está tan lleno de deseos contradictorios que creer que puede tener una voluntad férrea es una ilusión. Lo que sí es cierto  es que uno puede hacer uso de ese, pongámonos un poco sartreanos, de ese mínimo estadio de libertad que tenemos, tratar de aferrarse ahí y desde ahí sostener su deseo. Pero no es tan sencillo como decir “Dale, ponele onda. Hay que tener voluntad”.

-Ponemos, entonces, el deseo sobre la esperanza…

- Siempre. Vos sabes que yo creo que la esperanza te detiene. Te detiene a la espera de que ocurran cosas que no dependan de vos. En cambio el deseo te moviliza a hacer cosas para conseguir lo que vos querés, lo que vos deseás. Entonces siempre voy a poner el deseo por delante de la esperanza porque me parece que la esperanza no es una buena noticia, la esperanza te puede dejar melancolizado, te puede dejar inmóvil a la espera de que ocurran cosas que a lo mejor no ocurran nunca. En cambio el deseo, al menos si no conseguís lo que querés, te va a dejar la tranquilidad de que dejaste todo lo que tenías que dejar para conseguirlo y sentirte digno. Yo prefiero las derrotas meritorias a los éxitos haraganes.

Por lo general se une el duelo a la muerte, pero en este libro se intenta desplegar el hecho de que el duelo, por el contrario, es la manifestación de la vida. Porque el duelo es esa batalla que está dando alguien que no quiere morirse con lo muerto, no quiere morirse con lo que ha perdido. En muchos casos, al que se encuentra en situación de duelo, se lo trata como si fuera un enfermo. La verdad parece ser otra. Parece que en ese momento el ser humano está más vivo que nunca. Rolón suma argumentos: “El duelo es el recorrido que uno está obligado a realizar. Todo aquel que ha perdido algo que ama, y eso que vos amas puede ser  un trabajo, un sueño, la juventud, puede ser la patria (el exilio implica un duelo tremendo). Entonces, el duelo aparece siempre ante la pérdida de algo que amamos. Te pongo un ejemplo muy sencillo que me tocó acompañar: una paciente a la que le robaron el celular y, más allá de la bronca que te da, esta persona en ese celular tenía grabadas las últimas y únicas cosas que tenía de su madre que había muerto. Ese celular ya no era solo un celular, era algo que estaba lleno de imágenes amadas, de voces amadas, de mensajes compartidos, de consejos Yo la acompañé en un duelo muy duro en el que no iba a poder ver más a su mamá hablándole ni escuchar su voz. Entonces el duelo puede aparecer en cualquier lugar bajo la única condición de que lo que se ha perdido sea algo muy amado”.

-¿Cómo entra este libro en tu obra ensayística?

- Yo le escapo a los libros de coyuntura. No digo que estén mal, pero quiero decir, por ejemplo: el libro sobre un político al que la gente le tiene bronca hoy en día  es un libro que dentro de quince años no le va a interesar a nadie. Entonces a mí me parece que hay una literatura de coyuntura, que vende muchísimo, y hay una literatura que aspira,  al menos, a sobrevivir. Y quiero decir con esto que, por ejemplo, si agarramos Libro del desasosiego de Pessoa hoy y lo leemos con el mismo asombro y el mismo entusiasmo que hace tantos años atrás, es de esos libros que uno puede leer en cualquier momento y en cualquier tiempo y siempre te dirán algo. Yo he tratado de que los libros que yo escribo  estén ajenos del tiempo. No quiero decir que no representen su momento, porque vos sabés bien que todo autor escribe en situación, los temas que se tratan uno elige como los va a abordar y yo siempre he elegido temas que puedan sobrevivir al tiempo en que los escribí. En ese sentido, el libro sobre el duelo fue pensado como un ensayo que iba a continuar las grandes problemáticas que yo veo en el consultorio. Iba a continuar lo que desarrollé en  Encuentros. El Lado b del amor (Planeta – 2012) y en el Precio de la pasión (Planeta – 2019). En el medio salió Cara a Cara (Planeta – 2015)  que es un libro más filosófico y más personal. Yo creo que mis ensayos fueron pensados casi como para anudarse, en un punto, en este libro sobre el duelo. Después quiso el azar que se terminara de escribir en épocas de duelo universal, en época de pandemia.

El duelo, entonces, invita a vivir. Por otro camino que el de la melancolía o la depresión, el duelo permite que uno no se resigne. Por el contrario, quiera volver a vivir. Como dice el autor, “Me parece que eso es lo que le da el estatuto y la dignidad al duelo. Yo intento diferenciar eso porque el mundo en general nos invita a ser sobrevivientes de una injusticia cósmica y justamente de lo que se trata es de apostar al deseo, que tiene que ver con la vida, y no con la supervivencia. El duelo es la invitación a estar vivo de nuevo”.