Sabor, trabajo y tradición: el increíble viaje de La Campagnola que nació en el Puerto y ya lleva más de un siglo
La Campagnola nació en 1912 de la mano de los hermanos Benvenuto. Desde sus inicios tuvieron la intención de conferir a sus productos un carácter artesanal y por eso eligieron para su etiqueta la imagen de una campesina en plena faena de recolección. La empresa se expandió por todo el país, creó la línea BC y también sufrió las crisis económicas. Su fachada en Mar del Plata, rematada por una gran lata de atún, se ha convertido en un ícono urbano.
“¿Qué clase de pescado sos que La Campagnola no te envasa?” Todavía algunos memoriosos recuerdan este eslogan que no solo se ganó la memoria de los argentinos, sino también su mesa. El aviso señalaba a una de las empresas marplatenses más señeras del puerto local.
Por eso, antes que su historia, la gran mayoría recuerda su espacio, ya que la fachada de esta marca fue una de sus características más distintivas en Mar del Plata. Ubicado sobre la Avenida Edison, entre las calles Ayolas, Acha y Magallanes, un gran edificio anaranjado ocupa la esquina. En su cima, una lata gigante de atún parece suspendida en el aire, donde aún puede leerse "La Campagnola". Es un hito urbano, un recordatorio de que la industria también deja paisajes en las ciudades donde se alza.
Volviendo a su historia, los hermanos Luis y Silvio Benvenuto llegaron en 1912 con un marcado acento italiano y la intención de prosperar en nuestro país. Comenzaron de a poco, primero importando conservas de pescado y de tomate. Más tarde, se dedicaron a exportar productos argentinos que descubrían en su nuevo hogar. El rasgo distintivo de su emprendimiento fue que, desde el principio, los hermanos querían trasladar simbólicamente el espíritu artesanal que habían vivido desde chicos en su tierra natal. Por eso, en el frente de los envases se veía, y aún se ve, a una campesina (campagnola en italiano) con productos naturales en sus manos y un paisaje bucólico detrás. La imagen de sus etiquetas se transformó así en su nombre y en un manifiesto de la marca.
Del puerto a la industria en Mar del Plata
El salto llegó en 1933, cuando inauguraron su planta en Mar del Plata. La ciudad se desarrollaba con su flamante puerto y, para los hermanos Benvenuto, el metal de las latas marcó el ritmo de una industria que se especializó en conservas de pescado. Apostaron por especies poco exploradas, como la caballa, que pronto se volvió un alimento cotidiano en la mesa de los argentinos. Ya en los años cuarenta, lanzaron Nereida, una marca que haría de las sardinas un emblema nacional y un liderazgo sostenido.
El impacto fue doble: empleo local y una rueda virtuosa para el puerto. Al diversificar la pesca y sumar volumen, los Benvenuto impulsaron la industrialización alimenticia ligada al mar. Mar del Plata ganó una fábrica y la fábrica ganó una ciudad.
Rumbo al interior y salto tecnológico
Siempre con la intención de ir más allá y viendo el potencial del país, sumaron en los años cincuenta una planta en San Martín, Mendoza, para elaborar conservas de vegetales, frutas y mermeladas bajo el paraguas de La Campagnola. En 1972, con otra planta en Choele Choel, Río Negro, se dedicaron a la pulpa, al puré y a la pasta de tomate, con fincas propias que aseguraban materia prima en origen. En una Argentina productiva, los Benvenuto alcanzaban distintos puntos cardinales con sus emprendimientos.
La modernización no tardó. En la década del ochenta, dos fueron las incorporaciones de la empresa: primero, el formato tetrabrik, algo más ligero y práctico que, además, afinó la logística y protegió el sabor de sus productos de puré y jugo de tomate. En segundo lugar, en 1986, lanzaron su línea BC, pensada para quienes buscaban versiones más livianas y dietéticas. En su presentación, aseguraban que “eran productos dietéticos muy ricos y livianos, sin sacrificar la silueta”. La comunicación fue directa y masiva: campañas en televisión y gráfica que hablaban de sabor y cuidado, sin renunciar al placer.
De empresa familiar a grupo nacional
En el año 2005, la cordobesa Arcor adquirió La Campagnola por alrededor de 40 millones de dólares e integró a sus dos mil trabajadores, consolidando un paquete alimenticio de alcance regional. De esta manera, La Campagnola se preparaba para llegar a sus cien años.
Siete años después, en 2012, la marca celebró su centenario con el reconocimiento de los argentinos a quienes acompañaba cada día en su mesa: clásica, reconocida, transversal a generaciones. Sus líneas ya abarcaban mermeladas, conservas de pescado, tomate y salsas, aderezos, hierbas y especias, y vegetales como choclo, arvejas, porotos y jardinera. Todos productos con los más altos estándares de calidad, con materia prima rigurosamente elegida y con procesos productivos de excelencia.
La otra cara de la historia
Pero no todo fue siempre positivo. En 2019, la planta atravesó paradas productivas de varios meses en reiteradas ocasiones y, al regreso a la actividad, lo hizo con dotaciones de trabajadores más ajustadas. Entre la conflictividad y la incertidumbre, la empresa anunció la integración plena de operaciones para ganar eficiencia. Sostener casi un siglo de experiencia y seguir poniendo productos confiables en la alacena fue su forma de resistir.
Este año 2025, de mucha incertidumbre para el mercado, sobre todo por la caída de ventas en el mercado interno y el ingreso de alimentos importados a un precio menor, la industria conservera acordó la recomposición salarial para el sector, al menos por la primera mitad del año. A esta altura, la incertidumbre sigue y, seguramente, las negociaciones también.
La Campagnola tiene un rincón privilegiado en la memoria colectiva de los argentinos. Está en las imágenes de sus publicidades, en aquellos concursos de dibujos que llenaban páginas de revistas infantiles y, por supuesto, en el sabor de sus productos. Envasó alimentos ayer y continúa haciéndolo hoy. Tan sencillo y a la vez tan profundo como lo fue en los inicios para los hermanos Benvenuto y como lo es ahora para cada persona que abre una lata y vuelve a dar comienzo a la historia.
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