De "El Reino" a la Casa del Alfarero: así funciona un templo evangélico en Mar del Plata

En Mar del Plata hay aproximadamente 1600 iglesias evangélicas, aunque solo la mitad alcanza la categoría de templo. Quiénes son, qué hacen y qué piensan. 

19 de Septiembre de 2021 12:00

El estreno de la serie “El reino” en Netflix, que aborda la relación de un pastor evangélico y su familia con el poder y el dinero, entre otras cosas (esta nota no pretende ser un spoiler), despertó semanas atrás el enojo de los representantes de la Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera). Tras rechazar los términos en los que se refieren en la miniserie a esa comunidad religiosa, desde el sector apuntaron directamente contra la guionista Claudia Piñeiro, a quien acusaron de tener un “comportamiento fascista” y una mirada sesgada sobre esa comunidad religiosa, producto de su “militancia feminista durante el debate de la ley del aborto".

Lo cierto es que, sea cual sea el credo en cuestión, hablar de religión en Argentina despierta este tipo de pasiones. Y no es para menos: se estima que el 90,3% de los argentinos son católicos, evangélicos, testigos de Jehová o mormones. De ese número, el 15,7% corresponde a cristianos evangélicos, de los cuales, el 30% vive en Capital Federal y la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, tienen presencia en todo el territorio nacional, por ejemplo, a través de los 220 centros que acompañan a mujeres que transitan embarazos no deseados.

El 80% de los templos evangélicos no superan los 200 fieles, el 15% no pasa los 1500 y apenas el 1% tiene las características de la iglesia que se presenta en “El Reino”. En Mar del Plata, se calcula que hay unos 1.600 espacios evangélicos, pero solo la mitad entran en la categoría de templo.

En Mar del Plata hay 1.600 espacios evangélicos.

 

Un templo en el corazón del Puerto

Es miércoles a las 11 de la mañana y en inmediaciones de la “Casa del Alfarero”, un templo evangélico ubicado en calle San Salvador, entre Rondeau y Posadas, en el corazón del sector fabril del Puerto de Mar del Plata, el movimiento arrancó bastante antes del amanecer. Los camiones que transportan pescado congelado y los fileteros vestidos con sus características ropas y botas blancas forman parte del paisaje. En la fachada del edificio, un cartel de letras blancas garantiza: “Dios nunca falla”. Adentro, el pastor Elías Moisés Guillén y su familia aguardan nuestra llegada: hace apenas una hora envió a través de WhastApp la localización del lugar. Tímido, Damián abre la puerta.

El pastor Elías tiene 40 años, pero aparenta menos. Viene caminando desde el fondo del salón, allí donde un pasillo conduce a un pequeño departamento en el que pasa las horas cuando abandona su hogar, en Batán, para atender los asuntos del templo, organizar actividades o encabezar las tres reuniones semanales con los feligreses. “Era todo tierra, no había nada, ni una cuchara; lo hicimos todo entre todos”, dice. La construcción tiene techos altos de chapa y el salón, un espacio modesto apenas poblado por sillas de plástico distanciadas entre sí para cumplir los protocolos por la pandemia, ocupa tres cuartos de la manzana. Hacia el final, frente a la entrada, en un pequeño escenario resguardado con cortinados pesados, alcanzan a verse una batería, micrófonos y algunas panderetas. Son los instrumentos de la banda que cada miércoles, viernes y domingo musicaliza los encuentros a los que, en la época previa al coronavirus, llegaban a convocar a unas 200 personas, entre fieles y acompañantes. Hoy, para cumplir con las medidas dispuestas por la emergencia sanitaria, las reuniones no pueden ser tan concurridas. Sin embargo, estiman que unos 120 fieles participan cada semana de las diferentes reuniones.

El pastor Elías, junto a Rosi, su esposa.

Elías Moisés -doble nombre y sin apellido, así se presenta- nació y se crio en Resistencia, Chaco. Hijo de padres pastores, continuó con el legado y durante la adolescencia comenzó a colaborar en una escuela bíblica de aquella ciudad del norte argentino. Ahí fue donde en 2002 conoció a Rosi -también hija de pastores evangélicos-, con quien se casó un año más tarde. Entonces, la familia completa (padres, hermanos, suegros y el flamante matrimonio incluido) emigraron a Batán, en donde fundaron una nueva iglesia. Allí vivieron hasta el 2012, momento en que Elías y Rosi decidieron dar “un paso de fe” y abrir un nuevo templo sobre el baldío que todavía era el lote de San Salvador 3745.

-¿Cuánto tiempo les llevó levantar todo?

-Y… Todavía estamos en eso.

En el departamento del fondo del terreno, Rosi sirve café y convida las medialunas. El living-comedor parece una sala de espera: tres chicas de 17, 14 y 12 años, hijas de Elías y Rosi, escuchan la conversación, pero no intervienen, a menos que alguno de sus padres les haga alguna pregunta o les pida que muestren los vestidos, mantos y panderos que fabricaron en los talleres educacionales -ministerios, le llaman- y que utilizan para los shows con los que abren o cierran los encuentros. Hablan poco, pero sonríen casi todo el tiempo. La más grande coordina el grupo de danza, vende ropa y hace uñas esculpidas para aportar a la economía familiar. Rosi Orellana (40) también es pastora y en el tiempo que le queda libre de su actividad religiosa trabaja como cosmetóloga. Elías, por su parte, se dedica a la construcción. “Vos me ves así bien vestido, pero mañana estoy en una obra revocando una pared”, asegura.

Cuando no está en La Casa del Alfarero, el pastor Elías trabaja en la construcción.

 

Estudios y familia, la base de un "buen pastor"

Rosi y Elías son ministros ordenados en la Universidad Lee de Cleveland, Tenesse, la institución educativa más grande y antigua de la lglesia de Dios, que tiene una matrícula que supera los 3.500 estudiantes, a quienes ofrece formación de grado y posgrado en más de 55 áreas de estudio. En el caso de Elías, estudió casi siete años, mientras que Rosi lo hizo la mitad del tiempo. El primer paso que se alcanza es el de ministro exhortador, que habilita a predicar la palabra de Dios. De la continuidad de los estudios depende obtener otras credenciales, como la de pastor o misionero, por ejemplo. “Estamos capacitados para predicar la palabra, enseñar y cuidar a la grey; contenerlos, escucharlos y asistirlos en el área espiritual y cualquier otra en la que ellos tengan una necesidad, ya sea emocional, física o material”, explican.

Los cristianos evangélicos creen en Dios, Jesús y el Espíritu Santo. También en la resurrección corporal, la “vida eterna para los justos” y el “castigo eterno para los inicuos”. A diferencia del credo católico, no tienen amuletos ni veneran imágenes. Tampoco idolatran a la Virgen María ni a los santos, y toman a las Sagradas Escrituras como fuente y guía de la fe y la conducta cristiana.

Además de la formación teológica, los pastores están entrenados en oratoria, lo que les permite desenvolverse con soltura ante multitudes que intimidarían a más de uno. Basta con hacer una búsqueda rápida por Internet para verlos en acción. Frente al público, el pastor Elías es un verdadero showman: recorre el escenario, se dirige a los creyentes y los invita a reflexionar; los conmueve. Por eso, no le resultó difícil adaptarse a las transmisiones en vivo por Facebook y Youtube, herramientas fundamentales para mantener el contacto con la grey en la época de la cuarentena estricta.

“Familia” es, para ellos, un concepto clave: sostienen que su consolidación es central para el futuro no sólo de la iglesia, sino también de la sociedad. De hecho, el matrimonio de pastores y sus tres hijas se mueven juntos en todo momento y, excepto cuando alguien lo pide particularmente, jamás atienden a los feligreses por separado. “Nosotros fuimos primero novios, no hubo historias detrás de nosotros y los dos llegamos al casamiento como nos enseñaron nuestros padres. Eso es lo que nosotros tratamos de mostrar a nuestras hijas y no la pérdida de la inocencia a temprana edad, que es lo que genera un montón de conflicto en la familia y en la sociedad. Todos esos valores y principios son los que enseñamos en la iglesia y tratamos que nuestros jóvenes, que el día de mañana van a liderar la ciudad, puedan tener esos conceptos claros”, dice Elías.

 

Cuentas claras conservan la amistad (y la iglesia)

Sin asistencia económica directa de parte del Estado, las iglesias evangélicas funcionan gracias al aporte voluntario de los feligreses, a través del pago del diezmo. Además, al igual que otras religiones, cuentan con beneficios fiscales nacionales, provinciales y municipales; es decir, los servicios relativos al culto están exentos del IVA y las instituciones religiosas no pagan impuesto a las ganancias, gravamen al cheque ni ABL o TSU en el caso de Mar del Plata.

“En Estados Unidos los pastores cobran un sueldo y algunas iglesias están subvencionadas. Acá la Iglesia Católica está subvencionada, pero nosotros no. La gente es colaboradora, se hacen ventas… Nosotros estamos al frente de todo, pero la gente ayuda. Por ejemplo, si vamos a cambiar el techo, uno dice ‘bueno, yo pongo tanto’, otro ofrece alguna chapa y alguien aporta la mano de obra. Hasta el que está en la condición más pobre, también colabora, en una cosa u otra", asegura Elías.

El pastor no rehúye al tema cuando se le consulta sobre cómo sostienen el funcionamiento del templo. Al contrario: le gusta contar cómo fue que recaudaron los primeros fondos con la venta de pollos que asaban en el fondo del terreno, las donaciones que hicieron los fieles y sobre los cuatro o cinco años que les llevó levantar las paredes y techar la “Casa del Alfarero”. Según dice, la Iglesia de Dios posee cobertura e iglesias madres distritales, regionales y nacionales que supervisan las cuentas. De esta manera, al final de todos los meses presentan un reporte en el que se detalla el dinero que ingresó, gastos, si se construyó algo, si hubo donaciones de voluntarios y recaudaciones producto de la venta de comidas, por ejemplo. También deben dar cuenta de la cantidad de personas que asisten a la iglesia y qué actividades se desarrollaron.

“Es importante siempre rendir cuentas a alguien. Si no, si uno tiene autonomía, es muy fácil desviarse. Nosotros no somos los dueños de la iglesia, hoy somos los pastores que estamos y mañana pueden venir otros. Y el día que nos vayamos, todo lo que dice ese libro tiene que estar porque pertenece a la iglesia”, defiende Elías. “Cuando llegamos, hace diez años, no había ni cucharas”, insiste.

Elías cuenta que hicieron su templo de cero y explica cómo se financian.

 

No todo es lo mismo

-¿Vieron la serie de Netflix?

-Sí- dice Elías y sonríe.

-¿Y qué les pareció?

-Es una ficción y, entendiéndolo desde ahí, seguramente harán una segunda parte y mostrarán el lado bueno también. Si ves el personaje de Tadeo, la esencia de él es distinta... Quizás el personaje principal (el que interpreta Diego Peretti), cuando comenzó también, tenía la misma esencia, porque son familia... Un pastor siempre me decía que, si quería conocer a una persona, había que darle poder, porque ahí uno conoce su corazón. A veces ocurre eso: cuando la gente tiene esa posibilidad de acercarse al poder, cambia. Y uno tiene que tener cuidado, porque si uno no está preparado, no tiene a la familia que te lleva siempre a tu centro, al equilibrio, es muy difícil estar delante de la gente. La gente consciente o inconscientemente te da el lugar para que vos también tengas ese poder. Si uno no sabe o no entiende que está para hacer la obra de Dios y que no depende de uno sino de Dios, que el que nos da las oportunidades o las herramientas para ayudar o mejorar alguna situación, o poder asistir, ahí es donde te empezás a marear con el poder.

-Pero, ¿cae mal? ¿Ofende?

-No, nos ofende porque sabemos de dónde viene y cuál es la intención con la que lo hicieron. Después, las cosas darán sus frutos. Hay gente que está especializada para investigar lo más mínimo que tengas de malo y ponerlo allá arriba. En todos los ámbitos se ve-, se apura a responder Rosi. A su lado, Elías aguarda su turno para aportar su opinión:

-También se habla mucho de la iglesia católica. Cuántas películas y series hay que manchan a la iglesia y yo conozco a sacerdotes que son gente buena, que ayudan, que se meten en las villas y ayudan en los comedores. Por eso es que uno tiene que conocer bien cómo funciona todo porque esa es la mejor manera de poder sacar su propia conclusión y no dejarse llevar...

El pastor Elías y Rosi vieron la serie El Reino. 

 

Creyentes, no creyentes y curiosos

La “Casa del Alfarero”, que forma parte de la Pastoral Social Evangélica de Mar del Plata, está ubicada a escasas cuadras de tres asentamientos precarios: la villa de Vértiz, la de Padre Dutto y Ortíz de Zárate y la de Posadas y Ayolas. De esos puntos provienen gran parte de los asistentes al templo que buscan no sólo la palabra de Dios, sino también -en muchos casos- alguien con quien hablar. Es que, ahí donde no llega la asistencia del Estado, las instituciones religiosas o no gubernamentales toman la posta. En la actualidad asisten a medio centenar de jóvenes y adolescentes en situación de vulnerabilidad.

Pese a que aclaran que entre los feligreses también “hay gente que viene de Rumencó y de los alrededores de la plaza Primavesi”, insisten en que no se hace diferencia. “Acá se congrega y sirve tanto un empresario como un ayudante de albañil que vive en la villa”, dice Elías. “Damián, por ejemplo, es líder de jóvenes y es filetero. Pero también hay personas que tienen 20 ó 15 empleados y asisten a la iglesia”, ejemplifica. Rosi, enseguida aporta: “Ahora tenemos a un futbolista de Aldosivi. Hace tiempo que venía, pero ahora se está estableciendo y se va a bautizar”.

El “boca en boca” es clave para que la iglesia sume fieles permanentemente. En general, son amigos que atraviesan una mala situación o que tienen un familiar con problemas de salud y le piden a un conocido que ore por ellos. “Creen a su manera y después, cuando reciben lo que pidieron, se acercan”, confían los pastores. Esto también se da entre los adolescentes. A otros, directamente la curiosidad o la intriga los lleva a entrar y preguntar de qué se trata. En todos estos años, dicen, vieron de todo: católicos, no creyentes, mormones norteamericanos que se hacían entender con señas.

Al recién llegado, se lo recibe con un caramelo, café o una galletita y si lo desea, le enviarán mensajes con canciones, textos bíblicos y reflexiones. Se manejan por WhatsApp y hay un grupo que se dedica exclusivamente a realizar esa tarea dos veces a la semana. Está también el grupo de consolidación, que convoca a reuniones de entre tres y cuatro personas en domicilios particulares y la consejería pastoral, una asistencia personal que se coordina con anticipación. Para casos de emergencia, siempre se puede llamar a uno de los líderes. “Llegan muchas personas con ataques de pánico, inseguridad, ansiedad... Por ahí llaman a las dos de la mañana por teléfono y hay que atender. Si bien no tenemos el certificado, tenemos la preparación de psicólogo: en Teología Pastoral nos enseñan a contener a las personas, a escucharlas... Hoy la gente necesita que la escuchen; a veces 40 minutos, una hora, pero hay que estar”, cuenta el pastor.

Si la persona que llega está interesada en participar y decide quedarse, se la suma a un programa que se llama “ABC primeros pasos” a través del que, durante aproximadamente una semana, se le enseña todo lo relacionado con la iglesia evangélica.

El siguiente paso es el bautismo, pero avanzar en ese sentido es una decisión personal. A diferencia del credo católico, en el que los niños y niñas son bautizados durante los primeros meses de vida, acá se recomienda esperar, por lo menos, hasta que cumpla 12 años porque consideran que a esa edad ya hay una consciencia plena de la elección. Hasta antes de la pandemia, los pastores de “La Casa del Alfarero” bautizaban dos veces al año en Playa Grande y eran eventos masivos. De hecho, a comienzos de enero del 2017 bautizaron a más de cien personas. La próxima será el 10 de octubre y también se espera que sea convocante, sobre todo, porque el año pasado no se pudo realizar ningún tipo de ceremonia.

La formación no termina ahí. En el templo se ofrecen cursos de liderazgo, en los que se capacita a los fieles sobre cómo tratar al prójimo. Primera indicación: "Después de Dios, lo más importante son las personas".

El templo está ubicado cerca de tres asentamientos de Mar del Plata.

 

La religión, una (posible) salida del infierno

Según datos de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina, el 50% de la población carcelaria del país es evangélica. También tiene presencia en centros de rehabilitación de adictos y, aseguran, el nivel de recuperación alcanza al 36%, mientras que los gubernamentales apenas rozan el 2%.

En el complejo penitenciario de Batán, de los 2090 internos que se encuentran alojados, el 37% profesa el culto evangélico. Fuentes consultadas por 0223, precisaron que en la Unidad Penal 15 hay seis pabellones de culto evangélico aprobados por las autoridades. A su vez, hay un registro de los pastores que ingresan al predio.

Al entrar en la cárcel, los internos deben informar si profesan alguna religión de manera activa. Se calcula que es similar el porcentaje de creyentes que ingresan y el de los que se convierten y piden el traslado de pabellón evangélico. Allí, las reglas de convivencia son claras: no robar, no pelear y repartir las tareas de aseo para habitar un espacio en condiciones.

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