Claudia Luchetti y la necesidad de reconocer nuestras heridas para sanarlas

Sanar la herida se presenta como la apertura a un camino de exploración de uno mismo. Luchetti apuesta a reconocernos y, sobre todo, pensar en los vínculos con aquellos que nos rodean.

Sanar la herida se presenta como la apertura a un camino de exploración de uno mismo.

9 de Octubre de 2022 12:40

Claudia Luchetti acaba de presentar Sanar la herida (Grijalbo – 2022). Su propuesta está pensada desde la apertura al camino de la exploración de nuestro propio origen, aquel que nos define. “No se trata de juzgar el pasado o señalar errores, se trata de trabajar para despertar la consciencia. Cuando nos conocemos lo suficiente y aceptamos lo que nos sucede, podemos desarrollar confianza en nosotros mismos. Hacernos cargo de nuestras acciones y de nuestras emociones es el camino de la genuina libertad, que nos permitirá crecer y vivir en plenitud” dice la descripción.

La autora enfatiza en la importancia, no solo de sanar la herida, “sino también en conocer eso que nos duele, esa herida”. Y agrega, “Generalmente nos conocemos físicamente, pero no le prestamos mucha atención al cuerpo mental y emocional. El cuerpo mental está condicionado desde que nacemos y está criado como un sujeto esclavo de otros, desde el momento en que recibimos información que no es nuestra y luego nos vamos acomodando para que nos quieran y nos atiendan. Ahí comienzan los conflictos o los traumas que nos afectan hasta la edad adulta. Conflictos que si no les prestamos atención impiden nuestro avance y nuestra conexión con nosotros mismos, nuestro sentido de identidad y en el peor de los casos genera síntomas físicos”.

La autora enfatiza en la importancia, no solo de sanar la herida, “sino también en conocer eso que nos duele, esa herida”.

-¿Cómo interviene una emoción profunda en el cuerpo?

Primero hay una interrelación y una interdependencia. La gente habla del mundo exterior y del interior. Y en realidad yo propongo que, al hablar del interior, donde hay mucha mística vinculada, conozcamos qué es esto del cuerpo biológico. Nosotros tenemos un cuerpo biológico que es el evidente, el físico, el cuerpo que muestra los cambios. También contamos con el cuerpo mental y el cuerpo emocional, que son cuerpos que no vemos, que son intangibles y constituyen con el espiritual lo que conocemos como nuestro estado interior. Lo que no se ve. Ahora la atención se pone sobre el cuerpo visible, que es el que manifiesta los cambios y las expresiones del cuerpo mental y emocional, aquellas que quedan reprimidas. Cuando nosotros son tenemos ningún conocimiento de nuestro cuerpo mental y emocional lo que hacemos es reprimir emociones, pensamientos y sentimientos. Si no reaccionamos, esa represión genera algo tóxico que el cuerpo manifiesta, desde una contractura hasta un ataque de pánico o una fobia. El trauma surge por una química que no pudo ser comunicada.

-Decís comunicada, ¿cuál es el valor de la palabra en ese juego, como se materializa el valor de la palabra en lo físico?

- Acá hablamos del lenguaje, de la comunicación. La comunicación es toda una fuente de expresión gestual, lingüística y sexual. Y nosotros somos seres educados de otra forma, tenemos ese mundo de la comunicación muy reprimido, desde la sexual, la gestual y el movimiento. Por ejemplo, vamos a hacer actividad física para ser aceptados o por algo estético, pero en realidad debemos hacerlo para que el cuerpo se mueva, porque necesitamos que nuestro cuerpo motriz se mueva. Tenemos todo como mal comprendido. Entonces el poder de la palabra comienza a través del concepto y la valoración de la comunicación. Es decir, aprender a hablar bien de lo que está mal. Si yo aprendo eso puedo quitar lo que quedó reprimido en estado de toxicidad dentro de mí.

El trauma surge por una química que no pudo ser comunicada.

-¿Y por qué nos cuesta hablar de cuando estamos bien? Siempre hay tema en común sobre lo que nos hace mal, lo compartimos, pero sobre aquello que nos hace bien nos cuesta…

- Porque ahí, lo que yo siento, es que nos cuesta reconocernos. Ahí hay un tema: parecería que sabemos todo lo que está mal y sabemos lo que nos hace mal, entonces creemos que es criterioso compartirlo entre los pares porque es común a todos. Ahora, aquello que nos hace supuestamente bien, tenemos miedo de compartirlo. Puede ser para que no se diluya el proyecto, porque hay como una especulación mental que si digo que estoy bien se me va a terminar la racha. Y hay una segunda, que es el estar bien, pero podría estar mejor. Y por ahí yo creo que lo que me hace bien no está tan bueno comparado con lo que le pasa a otro. Aparece una rara instalación de inseguridad, de competencia y de rivalidad. Algo que siempre sucede entre los adultos, entre los chicos no. Ellos, espontáneamente, cuentan lo que les pasa y lo comparten. El niño no tiene ningún tipo de límites. Los adultos nos hemos criado tan fragmentadamente en esa idea del bien y del mal que quedamos condicionados en un lugar donde no tenemos discernimiento propio. Donde no podemos realmente autoevaluarnos, porque lo que te tengo que compartir es con respecto a mí y no con respecto a otro y lamentablemente crecemos comparándonos y compitiendo con otros. Entonces a veces el estar mal nos une al resto, estamos todos en la misma.

Claudia Luchetti nos invita a desarmar los códigos alfabéticos y numéricos que nos identifican a través de una herramienta de uso terapéutica que ella llama decodificación. Según lo que explica, la decodificación es “Un arte que implica un proceso de desarme. Partir del lugar en el que estamos, entendiendo que somos la consecuencia de una causa inicial y generada en nuestros primeros años de vida, donde no tenemos defensa ni tenemos el protagonismo, ni la capacidad de cambiar lo que está sucediendo para solo aceptarlo, y llegar a otro punto. Uno se anima a jugar con esa propuesta de conocerse y eso ya es un montón”.

El proceso implica que la gente pierda el miedo a conocerse y pueda cambiar aquello que se trae desde la infancia y, en muchos casos, no se pudo elegir. Luchetti asegura que “la decodificación es una aliada para la psiquiatría y psicología, que busca desanudar ese nudo gordiano que no te deja seguir adelante”.

Sanar la herida empuja la búsqueda del encuentro con ellas y el reconocimiento sin negación, dando espacio a una vida practicada desde los vínculos.