Por año, 80 mil chicos son diagnosticados con diabetes en Argentina

La edad de comienzo más frecuente es durante el inicio de la pubertad, entre los 10 y 11 años, aunque hay casos en los que la enfermedad se detecta durante la niñez. Los profesionales advierten sobre la importancia de un diagnóstico temprano.

14 de Noviembre de 2022 09:17

Por Redacción 0223

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Este lunes se conmemora el Día Mundial de la Diabetes, una enfermedad que si bien está relacionada generalmente con la población adulta, es la tercer enfermedad crónica en los niños en Argentina. De acuerdo a un informe publicado por el Hospital Garrahan, la diabetes tipo 1 es la tercera enfermedad crónica diagnosticada en niños y adolescentes en el país.

Según detallan los profesionales de la salud, la diabetes de tipo 1 es una afección que impide al páncreas producir insulina, una hormona que permite a la glucosa ingresar a las células y generar energía. 

La diabetes tipo 1 ocurre con mayor frecuencia en los niños y adultos jóvenes. Si bien la edad de comienzo más frecuente es durante el inicio de la pubertad, entre los 10 y 11 años. "Sin embargo, en los últimos años, se observa una tendencia en el mundo a que se adelante el comienzo a edades muy tempranas, con un pico de incidencia en niños menores de 4 años" asegura Gabriela Krochik, médica pediatra especializada en diabetes.

"Los pacientes nacen con una predisposición genética que favorece que, ante la presencia de determinados factores externos medioambientales, se desencadene una respuesta inmunológica exagerada y equivocada que daña al propio organismo", sostiene la profesional. En la diabetes tipo 1 el órgano dañado por el sistema inmune es el páncreas, encargado de producir la insulina, necesaria para que la glucosa ingerida con los alimentos entre en las células y sea transformada en energía para el organismo.

De acuerdo a los dichos de la profesional de la salud, hay casos en los que la diabetes se diagnostica por hallazgo, ante la presencia de una glucemia alterada en un control de rutina. Sin embargo, lo más frecuente es que los padres observen que los niños comienzan a tener más sed que lo habitual, despertándose de noche a beber. 

A este síntoma, se suma una mayor frecuencia y cantidad de diuresis, lo que a veces provoca que niños en etapas de aprendizaje de control esfínteres, que habían logrado dejar los pañales, vuelvan a orinarse en la cama.

Si estos síntomas pasan desapercibidos, comienzan otros más serios, como el rápido descenso de peso, la deshidratación y un franco decaimiento. Esta etapa es crítica para realizar la consulta y el diagnóstico oportuno, ya que de no hacerlo, comienza la descompensación diabética, con un cuadro de intolerancia digestiva, vómitos, dolor abdominal severo y alteración del sensorio que pueden poner en riesgo la vida del paciente.