Traición y muerte: el macabro origen de Tita, Rhodesia y Melba que se hizo viral

¿Quién no sucumbió a un antojo de galletitas o chocolates y corrió al kiosco en busca de una Tita, una Rhodesia o un paquete de Melbas? La historia de su origen, con tintes dramáticos y macabros, involucra al asesinado creador, su esposa infiel y su hija, y se hizo viral en los últimos años.

Rhodesia, Tita y Melba, tres marcas emblemáticas y una historia viral.

7 de Diciembre de 2022 07:54

La historia viral del origen de tres de las galletitas preferidas de los argentinos en las últimas décadas no tiene nada dulce. Apenas un par de gestos tiernos del principal protagonista, Edelmiro Rhodesia, quien le puso el nombre de su amada y de su hija a dos de sus mejores y más exitosos productos, antes de morir asesinado y con una duda que le carcomía el alma: ¿Era en realidad el padre de esa niña que había criado brindándole su corazón, o su esposa lo había engañado?

La historia de Rhodesia, su esposa Tita y su hija Melba tiene todos los ingredientes de una novela policial, incluido el rol del malvado, un contrincante comercial al que el enorme éxito de los productos creados por Rhodesia lo llevaron a la locura, acribilllando a balazos al responsable de las penurias de su familia. Por eso se replica en portales, cuentas de Facebook, Twitter e Instagram, y en videos de Youtube en los que se relata el nacimiento de los productos de Terrabusi, y el final desgraciado de su creador.

Edelmiro Carlos Rhodesia nació en 1895 en Lobos, provincia de Buenos Aires. Fue criado por su abuela en Capital Federal, donde completó la escuela primaria lejos de sus padres y de sus hermanos, y luego siguió la carrera militar. Ya adulto, con más de 40 años, regresó a su pueblo natal, decidido a dedicarle horas a un emprendimiento gastronómico que lo ayudara a vivir mejor. Con esfuerzo y unos ahorros, lograría fundar su primera empresa, pero antes el amor lo atravesó como una flecha. Sus ojos se posaron en un mujer que había enviudado poco antes, Lidia Martínez Terrabusi. Dos años después, pasaron por el altar para sellar su relación. 

Todo le sonreía. Y fruto de ese amor que lo hacía vivir una segunda juventud, Edelmiro y Lidia tuvieron una hija. En 1947 vino al mundo la esperada heredera, que fue bautizada Melba. Con ella, cuando apenas era una nena de dos años, Rhodesia se puso a desarrollar la que se convertiría una de sus mejores creaciones. En un alto en sus tareas en el Liceo Militar que soñaba abandonar, se puso a hacer un postre casero que había aprendido a preparar cuando era estudiante. La fórmula era simple, pero original: pegaba dos galletitas dulces rellenas de limón y las recubría con un baño de chocolate. 

A la nena la invención de su padre le encantó. Pero no podía pronunciar correctamente la palabra “galletita”, y solo le salía la mitad. Rhodesia aprovechó ese detalle y la bautizó "Tita". Al poco tiempo, por fin fundó su empresa y empezó a fabricar las "Titas", con un éxito inmediato. Eso lo posicionó muy bien, compitiendo incluso con el gigante Bagley, dueño de las principales galletitas que se consumían en nuestro país desde principios de siglo. 

Ese éxito comercial, sin embargo, no se correspondía con el tormento que sufría Edelmiro. Su matrimonio ya no era feliz, empujado por sus celos y la desconfianza hacia su esposa. Creía que ella le era infiel, algo que se potenciaba por los rumores que corrían como reguero de pólvora en el pueblo, y todo se había agravado cuando, al nacer la niña, su tez morena y su escaso parecido a sus padres lo llenaron de remordimientos. 

La relación con su esposa se había tornado insostenible, pero el amor por su hija nunca tambaleó. Fue así que lanzó al mercado otra creación propia, y la bautizó "Melba" en honor a la pequeña. Ese homenaje, sin embargo, escondía sus peores temores y se podía leer como una prueba de lo penoso que en verdad atravesaba: sus Melbas son de chocolate, como la piel de su hija, y con un relleno de limón, como el trago amargo que soportaba desde de su nacimiento.

Las Melbas cuando se vendían en esas latas enormes y hermosas, al peso.

Las nuevas galletitas de chocolate fueron furor, hicieron crecer sus ganancias y a su empresa familiar. Y eso despertó la envidia y la bronca de su competidor Bagley. La empresa creada en nuestro país  en 1875 por el norteamericano Melville Sewell Bagley dominaba el mercado desde entonces, empujado primero por las galletitas "Lola", las primeras producidas en Argentina. Bagley era el inventor de la Hesperidina, y el impulsor del registro de marcas y patentes, que pidió crear en el país para poder limitar las imitaciones de su producto estrella, la bebida con alcohol hecha con naranjas que le dio su fortuna. Bagley murió en 1880, a los 42 años, y sus hijos continuaron con la tradición familiar.

Setenta años después, por culpa del emprendedor Edelmiro, la gigante empresa atravesaba apremios económicos y podía ir a la quiebra. Uno de los herederos no podía soportar esa humillación y llevó su bronca a un escenario criminal. En marzo de 1956, Roberto Bagley se fue de su casa con un arma, resuelto a terminar con los pesares de la familia. Llegó hasta la empresa de Rhodesia, se acercó a Edelmiro por la espalda, y le disparó sin dudar un segundo. Rhodesia murió al instante, sin saber quién le había quitado la vida ni las razones de su final. El resto de la gente lo sabría unos meses después, cuando la policía atrapó al asesino, que se había escapado al exterior y permaneció prófugo con ayuda de su familia.

Lidia Martínez, otra vez viuda, no podía continuar con el legado de su difunto esposo, y en 1963 le vendió la empresa de galletitas y golosinas a un primo de su primer marido, José Félix Terrabusi. Varios años después, el nuevo dueño tuvo un gesto honorable y le puso el nombre del malogrado Edelmiro a un producto que salió a la calle el 1 de julio de 1974, y se convertiría en una de sus: más comercializadas golosinas, la Rhodesia.

Aunque ese homenaje no le devolvió a Melba a su padre, ni a Lidia a su segundo esposo, parecía ser el cierre perfecto para una historia llena de matices dramáticos. Suficientes para que copara un lugar en la web desde hace más de 15 años, cuando por primera vez se publicó la verdad sobre el macabro origen de Tita, Melba y Rhodesia. La historia se hizo viral durante la pandemia, replicada por decenas de medios digitales, pegada en muros de Facebook, compartida en Twitter, en Youtube y en grupos de WhatsApp con todos los detalles, tan increíbles y llamativos como falsos.

No hay rastros del emprendedor e infortunado Edelmiro Carlos Rhodesia. Ni uno solo. Tampoco de su empresa familiar. Mucho menos de la viuda, o de la ya no tan pequeña Melba. El asesino, Roberto Bagley, es un personaje de ficción, como toda la historia.

Melba, Tita y Rhodesia no tuvieron un origen que mezcla el amor, la traición, los celos, la envidia y el crimen. Es mucho menos dramático y antiguo. Las tres ya existían en la década del 30, y se promocionaban en diarios y revistas. Su éxito era tal que existen avisos de páginas enteras con ellas como protagonistas, como el que se publicó en la contratapa de una revista que marcó una época, Caras y Caretas, en su edición del 28 de marzo de 1936. Allí no solo aparecen las ya famosas Melbas y las Titas junto a las Princesas, las inolvidables Manón y las obleas Canadienses, que valían cinco centavos, sino que se invita a los lectores a probar el nuevo producto, a cambio de 10 centavos: la Rhodesia. ¡Un gusto "nuevo"! Exquisita y última creación de Terrabusi.  

Un aviso de 1936 en la revista Caras y Caretas que demuestra que toda la historia es fake.

Todas esas son creaciones de los hermanos italianos Ambrosio, Felipe y Julio Terrabusi, que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX y fundaron en 1911 la fábrica en las que nacieron innumerables galletitas y golosinas que coparon los kioscos desde hace más de cien años. En 1994 la empresa fue absorbida por una Multinacional, los productos ya no conservan el tamaño y la calidad de otras épocas y dejaron de ser las más elegidas de los argentinos. Si hubiese existido, el pobre Edelmiro se estaría revolviendo en su tumba.

Las Melbas en 1929 ya eran un clásico en la mesa de los argentinos.