De Instituto Modelo a Centro de referencia de la niñez: los 110 años del Unzué

El espacio Unzué es símbolo del cambio de paradigma de las infancias. Historia arquitectónica, mitos urbanos y actualidad de uno de los edificios modelo de los orígenes de Mar del Plata. 

El ex Asilo Unzué es un símbolo del cambio de paradigma de las infancias. Foto: 0223

5 de Marzo de 2022 16:08

Inaugurado en 1912, el edificio del ex Instituto Saturnino Unzué - ubicado en Boulevard Marítimo y Rio Negro- se erige como una referencia de la ciudad que guarda una rica historia arquitectónica y se mantiene rodeado de relatos urbanos que agigantan su misterio. 

Un homenaje solidario

Atentas al lado b de la modernización y el progreso que dejaba a sectores de la sociedad “débiles y desvalidos” sin ningún tipo de red de contención, las hermanas Concepción Unzué de Casares y María de los Remedios Unzué de Alvear decidieron utilizar la chacra que la familia tenía en el extremo norte de la ciudad para homenajear a su padre, Don Saturnino Unzué con la construcción de un Asilo Colonia Modelo para niñas débiles y desprotegidas cuya educación esté a cargo de una orden religiosa que prepare a las niñas “para hacerse la vida”. 

Para ello, fue necesario que el Papa Pio X autorice el traslado de la orden italiana de las Hermanas Franciscanas de María a la Argentina. Una vez que obtuvieron, en 1910 los permisos necesarios, las hermanas ordenaron la construcción de un edificio con características palaciegas a cargo del arquitecto francés Louis Faure-Dujarric.

Durante dos años, miles de obreros se dedicaron a construir una fortaleza que se erigía como una isla en la costa de la Biarritz argentina. El edificio, entre pabellones y jardines contaba con 10 mil metros cuadrados rodeados de silencio que se alteraba únicamente con el ruido del mar.

Arquitectura

El Espacio Unzué fue inaugurado el 5 de marzo de 1912 con la presencia del entonces Presidente de la Nación y declarado 85 años más tarde Monumento Histórico Nacional.

Se trata de un edificio de pabellones construido “en H” en dos niveles con un estilo de vanguardia - en especial de la contemporánea Secesión Vienesa- en el que la sobriedad exterior contrasta con el lujo del interior.

En el centro del jardín hay una réplica del reloj de la Abadía de Westminter. Foto: 0223.

Por pedido de las hermanas Unzué, la totalidad del edificio se realizó con materiales nobles. Con la entrada a la capilla por la fachada que mira al mar, protegida y flanqueada por las dos patas de la H, el edificio aparece como un complemento de la estructura principal, encerrado entre los pabellones laterales distribuidos en dos plantas en las que se ubicaban los dormitorios, salones de trabajo, aulas, salón de actos, comedor, cocina y zona de clausura.

Los jardines y la Iglesia fueron lo que mayor tiempo de trabajo llevaron. Entre las actuales calles Santa Cruz y Río Negro y XX de Septiembre se diseñó un amplio jardín que contaba con un pequeño tren que se movía sobre un trazado de vías y sería destinado a la recreación de las internas. En el centro, una réplica del reloj de la Abadía de Westminter, una fuente y una escultura de San Francisco de Asis.

El lujo del interior de la capilla contrasta con la fachada austera del edificio. Foto:; 0223

La capilla de la Inmaculada Concepción es el ala más lujosa del edificio. De estilo neobizantino está revestida en mármol de Abisinia, Carrara y Proconeso tallados a mano y se destacan el altar laminado en oro, el púlpito, la estatua de la virgen, una imagen de un cristo bizantino, el comulgatorio y el clavicordio.

Todo en su interior fue ordenado con intenciones místicas, con delicados simbolismos expresados con figuras de follaje, animales e imágenes altamente espirituales. Los ocho ángeles, adosados al muro, la cruz equilátera en círculo, los vitrales, el oratorio y el pantocrátor  guardan un simbolismo que se asemeja al de las grandes catedrales europeas.

Las niñas como objeto a modelar

El 5 de marzo de 1912, el Presidente Roque Sáenz Peña viajó a Mar del Plata para inaugurar el Asilo Colonia Modelo Saturnino Unzué que alojaba a 350 niñas -huérfanas o con familias en situación de vulnerabilidad-  de 4 a 18 años  El cuidado de las internas estaba a cargo de un centenar de monjas de la Congregación de Hermanas  Franciscanas y la instrucción era laica. Además, en el lugar había maestras, enfermeras, cocineras, carpinteros, zapateros y talleristas que velaban por el perfecto funcionamiento del lugar.

“Este era un instituto modelo que formaba niñas modelo”, explica amablemente a 0223 Marcelo Escobar, el guía del Espacio Unzué. De acuerdo al relato del hombre, las niñas que llegaban al lugar, provenían de otras instituciones o arribaban con carta de recomendación. “Había chicas que tenían su familia, pero por algún motivo particular sus padres no podían tenerlas, entonces la familia conseguía una carta de recomendación y las monjas evaluaban si las aceptaban en el Asilo”, cuenta. 

En la época de esplendor alojó a 350 niñas por año. Foto: 0223

Al llegar a la institución, considerada por la realeza británica como uno de los primeros en su clase, a las futuras niñas modelo se les designaba una cama en alguno de los seis pabellones que eran compartidos por 60 internas, se les otorgaba la ropa (4 camisas, 4 calzones y 3 corpiños, un par de zapatos guillermina cosidos, de color marrón y sandalias de cuero) y se les realizaba un corte de pelo uniforme. Las niñas modelo recibían instrucción primaria laica, además tenían talleres de corte y confección, realización de calzado, bordado, se las instruía en francés, latín, sobre economía doméstica, cuidado de niños, teatro y tejido.

En 1911, las hermanas donaron el edificio a la Sociedad de Beneficencia que dejó a las religiosas a cargo de la administración del Asilo que pasó a formar parte de los 37 establecimientos destinados a la “asistencia de débiles” que había a lo largo del territorio nacional.

En su texto “La gracia disciplinada: memoria y subjetividad de las internas del Asilo Unzué” la becaria docente de la carrera de historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Susana Graciela Delgado se centra en tres testimonios de ex internas para reflejar cómo religiosas y celadoras utilizaban diferentes métodos de castigo para disciplinar al alumnado y formarlo para cumplir alcanzar las expectativas que las Damas de la Sociedad de Beneficencia y la élite en general tenía de las egresadas de la institución modelo.

“Hay varios textos al respecto, no todos son completos. En los últimos años se criticó mucho el modelo de crianza y educación del asilo, pero creo que desde una visión que no contempla cómo era la sociedad en la época. Hay autores que afirman que el Unuzé era una escuela de sirvientas… No todas las chicas que egresaban con la mayoría de edad trabajaban como empleadas domésticas”, dice el coordinador del Espacio Unzué Sergio Maciel.

Según la explicación del funcionario, había tres formas en las que una alumna podía salir de la institución: en el caso de las niñas huérfanas podía ser por adopción, alcanzar la mayoría de edad o en caso de no adaptarse a las reglas de convivencia, ser trasladada a otro asilo de la Sociedad de Beneficencia. En el caso de las niñas que llegaban con carta de recomendación, podían egresar por alcanzar la mayoría de edad o por requerimiento de sus progenitores.

Había tres formas de egresar del asilo para las internas institucionalizadas. Detalle del libro de egresos. Foto: 0223

“Si hablamos del aspecto educativo, recibían la misma educación que cualquier niña de la época. Además entre sus actividades había talleres a los que no accedían todas las mujeres como confección de calzado, por ejemplo”, explica Escobar. Aunque ambos coinciden al referirse a la forma de disciplinar en que, si bien había un reglamento que prohibía el castigo físico, podía pasar que entre las celadoras “haya algún caso de maltrato”.

“Hay mujeres que estuvieron internadas y que vinieron a visitar el Espacio. Una nos contaba que a ella el Unzué le salvó la vida. Ella venía de una familia muy complicada y acá encontró la contención que no tenía en su casa. Después pasó hace unos años que otra pupila vino acompañada por su familia y no pudo entrar, llegó hasta la puerta y le generó tal angustia le fue imposible volver a ingresar. Experiencias de las egresadas vas a encontrar miles”, dice Escobar.

En su época de esplendor el Asilo Colonia Modelo Saturnino Unzué alojó a 350 niñas por año, cuando cerró en 1997 eran 50 las jóvenes institucionalizadas. El cierre del asilo marcó el fin de una época. “El asilo como institución de abrigo a menores funcionó hasta 1997. Ya no había religiosas, el colegio interno no funcionaba, las chicas salían todos los días para ir a la escuela, no tenían la misma cantidad de talleres y los fines de semana tenían las salidas permitidas”, recuerda Escobar, pero en mayo de ese año las autoridades de la institución decidieron a modo de castigo, por un fin de semana suspender las salidas y las internas se amotinaron. “Acá le decimos el motín del ‘97. Las chicas gritaban que las tenían encerradas, que las maltrataban, vino Crónica y tuvo alcance nacional. Después de eso, el asilo como tal cerró”, cuenta Escobar.  

Túneles, violaciones y depósito de vergüenzas familiares

Como la mayoría de los edificios históricos de la ciudad, el Asilo Unzué alberga varias historias urbanas que forman parte del patrimonio esotérico marplatense y que los creyentes en “aparecidos del medio día” dan por cierto aunque haya pruebas de la imposibilidad de la veracidad del relato.

“Hay un montón de historias, pero tenemos un top five: la monja, la cajita musical, los suicidios, el bebé y los túneles”, cuentan entre risas Escobar y Maciel.

La leyenda más conocida es la de la construcción de túneles que guardan lúgubres historias. “Todos los marplatenses que vienen de visita te preguntan por los túneles”, dice Escobar acostumbrado a oficiar de demoledor de mitos urbanos. La leyenda de la construcción de los pasadizos varía de acuerdo al autor. Hay quienes afirman que los túneles se originaban en la capilla y conectaban el Asilo con el mar y hay quienes sostienen que conectaban la capilla del Unzué con la casa parroquial de Santa Cecilia. 

El ex Asilo guarda una serie de mitos urbanos

No hay túneles, hay un subsuelo donde estaba la maquinaria y se daban algunos talleres. hacer el subsuelo fue una complicación , porque esta zona es tremendamente rocosa, así que imaginate lo que hubiese costado hacer un túnel desde acá hasta Santa Cecilia”, explica Escobar

Otra de las historias sostiene que, en 1927 una monja se acercó al oratorio del Asilo y encontró escondido al capellán. Este la violó y producto del ultraje, la religiosa quedó embarazada. Para evitar que lo delate, el sacerdote secuestró a la mujer en los túneles del asilo y estuvo allí hasta que dió a luz. La historia también varía de acuerdo al narrador. Hay quienes afirman que la víctima era en realidad una interna. Pero todos coinciden en que a las tres de la mañana con precisión de reloj suizo se escuchan llantos desgarradores, un bebé que llora y el ruido de cadenas arrastrándose por el piso. “Primero, por qué el cura estaba en la capilla a la noche, no? los sacerdotes no vivían acá, venían a oficiar misa, hay fotos que muestran que los traían en sulqui”, explica Escobar. “Siempre se tejen este tipo de historias en los edificios viejos”, agrega Maciel.

De acuerdo a la creencia popular los túneles del Asilo era también un espacio en el que las jóvenes de familias adineradas que habían tenido “algún desliz con consecuencias” se alojaban hasta que se “solucionaba el problema”. “Se decía en una época que las chicas ricas que no se habían casado todavía venían a cursar el embarazo acá, mientras su familia decía que estaban de viaje y una vez que daban a luz, el bebé quedaba en el asilo. Realmente eso sí que no sabemos de dónde salió”, dice Maciel.  En el Asilo solo se permitía la pupila únicamente de niñas a partir de los cuatro años y permanecían hasta los 18 o los 21 años. “Nunca hubo bebés. A lo mejor una celadora embarazada tuvo que ser atendida en la enfermería y de ahí quedó la idea”, dicen.
 
Los ruidos durante la noche son el fetiches de las personas que creen en fantasmas y vibraciones de otro plano y esto no escapa al top five del Asilo. entre los ruidos se distinguen las risas de las internas que se suicidaron y su alma quedó vagando en el purgatorio, el ruido de una caja musical que suena después de la medianoche y la presencia de almas que alteran el orden de las oficinas. “Nunca vimos nada raro”, aseguran.

Terminar la restauración del edificio, el gran desafío de gestión 

Actualmente, en el ex Asilo Unzué funciona el Centro de Referencia (CDR) del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, además de la dependencia local de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia donde trabajan 35 personas, entre empleados administrativos y personal técnico y cultural.
.
“Con la sanción de la ley 26.061 en 2005 se decidió también restaurar el lugar y ponerlo en valor”, explica Maciel. Escobar agrega que las obras comenzaron en 2009 tras una serie de estudios  de riesgo arquitectónico.

En una primera etapa se realizó la restauración del ala norte, el teatro, la cocina y oficinas de la planta alta. “Después en 2013 se retomaron las obras. Con la gestión anterior lo que se hizo fue asistir la emergencia que incluyó los sótanos que dan a la calle Santas Cruz”, explica Maciel al tiempo que asegura que la actual gestión retomó el tema “y se está tratando de dar una solución integral y estructural, pero es tanto dinero y el trabajo que se necesita que, lo que se está intentando junto al ministerio de obras públicas es hacer una licitación para continuar con las obras”, dice.

“Sabemos que es muy difícil, pero el objetivo de gestión es poder avanzar. De poder concretarse no solo es algo simbólico en lo edilicio para la ciudad sino que da trabajo a un montón de personas. Si llegamos a contar con eso podemos hacer un paradigma diferente de la niñez”, cuenta.

Si bien son conscientes que en la actualidad los fondos públicos están destinados a asistir la emergencia, los responsables del Espacio aseguran que la concreción de las obras es fundamental ya que hay una decisión política. “Es la misma gestión que comenzó la tarea de la puesta en valor no solo es una necesidad de políticas públicas es una bandera de gestión”, cierran.