Mafalda en Mar del Plata y un cuestionamiento a todo un sistema que no cambia

Mafalda sigue cuestionándonos. Aunque la tira dejó de publicarse en la década de 1970, el personaje creado por Quino continúa desnudando la realidad social y política. Como parte de una familia de clase media, Mar del Plata fue su lugar de descanso durante los veranos. El sol, las olas, la presencia de Libertad y, por supuesto, sus preguntas están presentes en esta historia junto al mar.

A Mafalda le fastidia la sopa y le preocupa el planeta.

3 de Agosto de 2025 10:19

Mafalda es una historieta con personajes infantiles, pero tiene la particularidad de no ser solo para niños y niñas. Detrás de su humor se esconde una mirada que desnuda contradicciones y habla de aquello que solemos callar o ser. En cada viñeta lanza un desafío: no encontrarás respuestas prediseñadas, sino preguntas potentes que te invitan a indagar en el fondo de las cosas.

Esta pequeña obra maestra de Joaquín Lavado, Quino, nació en las páginas de Primera Plana un 29 de septiembre de 1964 y hasta 1973 acompañó a sus lectores entre gobiernos democráticos y dictaduras, siempre con su mirada crítica intacta.

Mafalda no deja de ser una niña en el mar.

Por supuesto, como buena exponente de la clase media de la época, la costa argentina se convirtió en su escenario de descanso. Aunque nunca se dice textualmente que sus vacaciones son en Mar del Plata, sabemos que la ciudad suele brillar como la postal veraniega de toda familia de clase media, que se unía a los rituales de las toallas y las reposeras.

Al volante de un Citroën 3CV, orgullo precario de su padre, corredor de seguros, la pequeña Mafalda descubrió la Ruta 2 que, en aquel entonces, con su única mano se estiraba hasta la costa, prometiendo un descanso reparador entre salitre, sol y carcajadas familiares fuera de la rutina diaria.

Desde su llegada, Mafalda mantiene su actitud "picante" ante distintas situaciones, pero muchas de ellas también sostienen la inocencia de la niña que es. Por ejemplo, cuando el Atlántico apareció no dudó en bautizarlo “el mar indeciso” o acusarlo, después de un chapuzón, de “abuso de poder” contra ella.

En cada viñeta lanza un desafío: no encontrarás respuestas prediseñadas, sino preguntas potentes.

En estas playas, Mafalda también conoció a Libertad: diminuta, silenciosa y cargada de significado. Aquella compañera de pandilla surgió como símbolo de resistencia, un recordatorio de que hasta el más pequeño puede sostener grandes ideales. Libertad es muy pequeña de estatura, tiene pelo rubio y enrulado, y siempre lleva puestos unos aritos redondos. Es de familia socialista y todo el tiempo habla de la revolución, de la clase proletaria y de los problemas del mundo. Es el personaje con quien más conversa Mafalda sobre política y otros temas, por eso se hacen amigas rápidamente y no suelen tener discusiones, a diferencia de ella y Susanita. Libertad nos ha dejado frases como: "¡Hoy hay que pensar en la revolución social, no en tomar helados!".

Una de las imágenes más emblemáticas de Mafalda en la playa la muestra reclinada en la toalla, con lentes puestos, contemplando el océano. Luego de pensar un rato, con asombro proclamó ante su madre la intensidad de aquel sol que una vez iluminó a genios como Napoleón o Beethoven, diciendo: “¡Pavada de sol estamos tomando!”. O, en otra viñeta, pedirle furtivamente al cielo que le contagiara un poco de esa chispa de sol que también iluminó a Bach o a San Martín.

Como buena exponente de la clase media de la época, la costa argentina se convirtió en su escenario de descanso.

Bajo ese mismo sol, sus viñetas capturaron el contraste entre los turistas despreocupados y los rostros invisibles de la pobreza. Ella señalaba la frivolidad de quienes, absortos en su descanso, parecían ignorar la realidad social que existía más allá de la orilla.

En casa, no dudó en cuestionar hasta la figura maternal. Con ironía descubría la contradicción de una madre que buscaba consuelo por su figura y cómo le quedaba su malla, mientras muchos carecían de un solo bocado. Así, en un simple comentario, desnudaba las desigualdades de su época.

Quino tejió en esas historietas un diario de verano: juegos con las olas, construcciones de castillos de arena, radios a pilas narrando éxitos de cajita, vecinos curiosos y el eco de marcas internacionales, todo salpicado de humor y pequeñas reflexiones políticas y ecológicas.

Mafalda y su familia en Mar del Plata.

Aquel verano marplatense se volvió el telón ideal para que Mafalda exhibiera su curiosidad aguda. Entre el crujir de olas y los juegos de arena, dejó estampadas suspicacias sobre el mundo, invitándonos a mirar con ojos críticos hasta el último grano de arena que conformaba (y conforma) nuestra sociedad.

“’Uno vuelve del veraneo sintiéndose otro’, respira el padre al entrar al departamento, y encuentra las facturas acumuladas en el piso: ‘Estos ingenuos han mandado cuentas a nombre del que eras antes’, comenta Mafalda. A Mafalda le fastidia la sopa y le preocupa el planeta. Su generación era así, entre la rebelión hacia los padres, irónica tratándose de una menor, aunque con razonamientos de adulto progre, y la conciencia acendrada de que el mundo debía cambiar”, afirma Gabriel Cabrejas en el artículo Isidoro y Mafalda en Mar del Plata. Diagnóstico por imágenes, publicado en el libro El apogeo de la ciudad de todos (Eudem – 2024).

Quino tejió en esas historietas un diario de verano.

Hoy, cada viñeta veraniega de Mafalda nos recuerda que el descanso no está necesariamente disociado de la reflexión. Y que, en medio de un sol generoso, una niña puede enseñarnos a interrogar la realidad con ingenio y una valentía que aún nos ilumina.