Un barco japonés adaptado, siete marineros y una tragedia que enlutó al puerto de Mar del Plata

El pesquero de altura japonés construido en 1954 fue comprado y traido a Mar del Plata el 11 de octubre de 1957. El 9 de septiembre de 1966 naufragó con sus siete tripulantes a bordo.

4 de Junio de 2023 15:02

Por Redacción 0223

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“El nombre Foca está inscripto en las páginas luctuosas de la historia ruda, hecha de esfuerzos y dolores, de esperanzas, angustias y pesadumbres que escriben diariamente a fuerza de desgarramientos los arriesgados trabajadores del mar que integran la laboriosa y sufrida colonia pesquera marplatense”.

Así, el diario La Capital informa en su edición del 16 de septiembre de 1966 el naufragio y deceso de los siete tripulantes del buque pesquero de altura “Foca” que había sido adquirido por la empresa Copemar y traído a Mar del Plata desde el astillero Hokai Zosen de Japón en 1957 y desde entonces realizaba temporadas de merluza.

Su registro grueso y neto de 60 y 31 toneladas, sus  26,50 x 4,80 x 2,65 metros y su calado de 2,35 metros no fueron suficientes para contener el agua que ingresó al buque mediante las rajaduras imperceptibles de la embarcación. Tampoco alcanzó su propulsión de motor a diesel y la experiencia de sus marineros para alcanzar rápidamente la costa.

El 8 de septiembre de 1966 el patrón de pesca Eliseo Espinosa, los marineros Keito Tami, Julio Mustafá, Ramón O'Nelson , Miguel Marineli y Norberto Rubén junto al cocinero Ismael Mustafá firmaron sus libretas de embarque al Foca con destino a Comodoro Rivadavia en busca de especies aptas para la elaboración de harina de pescado. Por la noche comenzarían, sin saberlo, su último viaje. 

“Sabían que el trabajo era duro, peligroso pero rendidor”, aseguraban allegados a los tripulantes. Para ellos, este tipo de buques debían ser “radiados del servicio”, porque eran unidades antiguas y sin mantenimiento que por el paso del tiempo se habían deteriorado. Pero en su necesidad de hacer una diferencia económica, los tripulantes optaban por hacer oídos sordos y embarcarse.

A quince horas de iniciada la navegación, la tripulación del foca notó que algo no andaba bien y realizó a las 13:26 del viernes 9 de septiembre la última comunicación con tierra firme con un llamado de alerta. con una ubicación aproximada 39° 10’ 00” S y 59° 25’ 00” Oeste en Quequén, Frente a la costa de Claromecó, 40 millas mar adentro. Después, siguió lo que las crónicas de la época calificaron como “horas de duelo y dolor”.

Entonces, el buque tanque Astramar, el San José y Faliant Tooh llegaron a la zona en la que se produjo el último contacto del Foca. Después llegarían el Flandria, el Costa Atlántica y el Mar del Plata. Todos tenían la esperanza de encontrar con vida a los tripulantes.

Con el correr de los días la angustia de quienes habían quedado en tierra se desvanecía. Durante poco más de una semana en el puerto marplatense todo era desesperación y congoja. Las únicas noticias que había hasta el momento era el hallazgo de la cajonera (una especie de depósito en la que se guardan las provisiones para el viaje) y restos de madera. 

A las 11:30 del 15 de septiembre, el buque Costa Atlántica se contactó con Prefectura para informar que habían encontrado un bote con dos cadáveres atados con una soga en un evidente intento por sobrevivir hasta ser socorridos por alguna embarcación cercana. Pese a las extenuantes horas de búsqueda, no se realizaron nuevos hallazgos que den indicio de la ubicación de los cinco tripulantes restantes.

Entonces, en medio del dolor y la desolación de quienes aguardaban novedades en la banquina, los familiares y allegados de los tripulantes comenzaron a reclamar por mayores controles y elementos de seguridad en las embarcaciones de altura.

“En la banquina se puso de manifiesto la necesidad de dotar a todas las embarcaciones con balsas inflables. Además de ocupar escaso lugar, ofrecen garantías de supervivencia en el mar. Todos están de acuerdo, pero se tropezar con un serio inconveniente: Estas balsas son importadas, pues no se fabrican en el país y para las empresas son un “elemento de lujo” Por esa razón están gravadas con un impuesto que oscila el 200 por ciento el precio de cada una de las unidades que tiene capacidad para diez personas, está calculado entre 300 y 370 libras esterlinas”, reseña el Diario La Capital.

El Foca fue “el llamado de SOS repetido desde millas alejadas”, la primer gran tragedia portuaria en la que los medios de comunicación evidenciaron el reclamo medidas de seguridad para los marineros y pusieron en la agenda pública la falta de controles en los buques de altura. Años más tarde la escena se repetiría con el hundimiento de los buques Angelito y Amapola, el Rigel y el Repunte.