La sala Jorge Laureti y el desafío de seguir creciendo

Tiene poco más de veinte años y surgió en plena crisis del país. A fuerza de trabajo por parte empleados del Teatro Auditorium y de artistas, hoy la sala que está enclavada en el Centro Comercial del Puerto, proponiendo actividades culturales y artísticas todos los días.

29 de Julio de 2023 17:37

Año 2002. En Mar del Plata cerraban entre tres y cuatro negocios por día. Se cobraba en Patacones y muchos ni siquiera cobraban. Los trabajadores en la calle y los desocupados también. La crisis que había explotado en diciembre del 2001 estaba en su peor momento.

Sobre el Boulevard Marítimo, a la altura de la Plaza Colón, los trabajadores y los artistas que sostenían al Teatro Auditorium se manifestaban con expresiones artísticas. Los que transitaban por la zona, todos y todas en la misma, adherían al reclamo con aplausos.

En medio de todo ese clima, como idea conjunta del Consorcio del Puerto y del propio Teatro Auditorium, nace la posibilidad de un nuevo espacio para la cultura. Enclavado en el Centro comercial, cerca de la banquina de los pescadores, comenzaba a gestarse lo que luego sería la Sala de teatro Jorge “el Tano” Laureti.

Fue durante la gestión de Gustavo Giordano frente al Auditorium y la de Mario Dell Ollio como cabeza del Consorcio. Si bien hay versiones encontradas sobre quién fue el primero que presentó el proyecto al otro, queda como resultado que en medio de una crisis muy fuerte en el país, en Mar del Plata se piensa en un espacio para la cultura.

Como producto del contexto, en el Centro comercial cierran dos locales, dos restaurantes, que son ofrecidos al Teatro para que pueda implementar y desarrollar ahí una sala teatral. La idea de Giordano, al llegar al Auditorium, fue ganar territorialidad, expandir el teatro en la ciudad. Era, en ese momento, el único espacio de la Provincia vinculado a las artes, y la intención fue desde el principio sumar espacios. Se le cambió el nombre, pasó de ser un Complejo de teatros a un Centro de las artes, y se reactivaron salas como la Payró. Por eso, la posibilidad de sumar algo en el puerto sonaba muy tentadora.

Hoy la Sala Laureti es una sala relativamente joven.

El primero de los proyectos fue muy ambicioso para el momento que vivía el país, la provincia y nuestra ciudad. Se pensaba en una gran sala teatral en el entrepiso, para lo que debía elevarse el techo y sumar un ascensor para acceder. También una sala de exposición luego del foyer y antes de ingresar a la teatral propiamente dicha. Espacios de danza y talleres en planta baja y un gran espacio en el exterior para poder compartir obras y música cuando el tiempo acompañara. La arquitecta María Cristina Álvarez Rodríguez fue la arquitecta que supervisó el presupuesto y la gestión en su doble rol de arquitecta y Subsecretaria de Cultura de la provincia.

Pero la crisis no permitió concretarlo.

Sin embargo, más allá de la imposibilidad, con la idea en marcha y la decisión tomada, los trabajadores del Teatro Auditorium se hicieron cargo del proyecto porque el compromiso de inauguración estaba fechado.

Cuentan que al llegar había que remodelar aquel espacio que funcionaba y estaba equipado como un restaurante, con todas sus baterías de cocina y azulejado del techo al piso. Es así que, en cuestión de meses, se quitaron las mesadas, se devolvieron las cocinas y los hornos al Consorcio y se cubrieron las paredes azulejadas con durlock (aun hoy, si uno descubre algunos sectores encontrará azulejos celestes y de varios colores más debajo de la madera en sectores como camarines y la parte posterior a donde funcionaba la cocina).

El personal de la sala Payró del Teatro se encargó de toda la parte técnica, con lo que se tenía y se podía conseguir en cuanto a la iluminación y a las consolas. Una vez finalizado esto, siguieron con la adaptación de los camarines.

Fueron días de mucha vorágine laboral, pero se resolvió todo en poco tiempo gracias a la predisposición de los propios trabajadores del Teatro que dividían su tiempo en los reclamos que aún permanecían socialmente, la asistencia a comedores barriales y el trabajo escaso en el Centro cultural.

Fue cuestión de meses. El Consorcio había hecho lo suyo, quedaba concretar la otra parte. El dinero seguía sin llegar y muchos se habían comprometido a que ese espacio comenzara a funcionar. Del proyecto original queda poco. Se empieza a preparar una sala teatral a la “italiana”, es decir, con un escenario elevado por sobre el público y sus costados y cerrados por detrás para que quede un solo punto de vista. Se prepara la cámara negra, se arman las parrillas de luces y se monta el sonido. El Teatro provee todo el material, salvo las sillas que se mandan a comprar, doscientas en total, de un material no muy acorde a un teatro (estas se cambiarán en el 2006, luego de la Cumbre de las Américas del año anterior, cuando renuevan toda la sala Piazzolla del Auditorium. De ahí se rescatan cortinas, butacas de teatro y luces).

Finalmente se logró un escenario de 7 metros por 3,20 y 3 metros de altura en la sala principal, con una antesala que oficia de hall para exposiciones y boletería y con una capacidad para 150 espectadores.

Con el proceso casi terminado, la sala tenía casi su forma actual. Solo restaban algunos detalles logísticos para que empezara a funcionar. Así, el proyecto iniciado hacía pocos meses y en medio de la crisis estaba cumplido, aunque no espacialmente, al menos sí conceptualmente.

Su nombre conmemora al director y actor de teatro marplatense, Jorge Laureti.

La profesora de teatro Blanca Caraccia era, en ese momento Jefa de extensión Cultural del Teatro Auditorium. Todas las voces coinciden en que fue ella la que propuso el nombre de Jorge Laureti para la flamante sala. Todos conocían a Laureti en su rol de gestor cultural y dramaturgo y todos, también, coincidieron en que sería un gran homenaje. El hoy director del Teatro Auditorium, Marcelo Marán, sostiene con respecto al nombre elegido: “Me parece que fue algo muy acertado porque el Tano era alguien muy cercano a lo nacional y popular, muy relacionado al teatro y a la cultura. Él era techista y le dio un vuelco impresionante al teatro con adaptaciones y dramaturgias alrededor de Lamborghini y de Monti. Era alguien que se inició autodidácticamente, un laburante que un día se enamoró del teatro y termina haciendo todo lo que hace, como la Barraca, el cambio que propuso en la Biblioteca Municipal, espacios para circos y actividades circenses. Creo que el bibliomóvil también fue de él, pero no lo recuerdo, entre otras tantas cosas. Cosas que para su época eran increíbles: hacer un colectivo, un escenario andante para llevarlo a los barrios, inspirado en la barraca de García Lorca, por eso tenía esa frase en uno de sus laterales. Era un tipo de laburo metido en lo artístico y marcó una época”.

A mediados de 2002, entonces, la Sala Jorge Laureti empieza a funcionar. Fue un hito, dado que se implantó en un lugar privado una sala pública y ambos participaron en su construcción.

Para todos los días se tenía prevista una actividad. Se firmó un convenio con la Escuela Municipal de Arte Dramático para que sus alumnos ensayaran en el lugar y pudieran montar obras. Se buscaba que los músicos también se apropiaran de ese espacio y se cargó con talleres de distintos tipos. Una de las primeras actividades, y que aún se mantiene, fue el ciclo de radioteatro en vivo con la compañía que hoy se llama Emilio Conte: Los locos del radioteatro. La sala también funcionó como parte de los espacios del ciclo A desaburrir el invierno, el que siempre dejó gran repercusión. Después se sumó el teatro comunitario que le dio una impronta más de identidad de la gente del puerto. Ahí se encontraron muchos vecinos contando su propia historia y confeccionando su propio vestuario para contar, por ejemplo, la historia de la banquina del puerto de Mar del Plata.

Pero, más allá de esto, a la gente del barrio le costó apropiarse del espacio. Nunca la sala movió la suficiente cantidad de gente como para armar un bordereau propio. Costaba imponerla, lo que muchos atribuyen a que queda tapada por los demás restaurantes y que es un circuito más turístico con horarios más gastronómicos que de recreación.

La Sala Laureti cuenta con un escenario de siete metros y una capacidad de mas de cien espectadores.

Pero una vez más los vecinos del lugar comienzan a intervenir y la sala empieza a tener más presencia. Utilizando los propios medios de comunicación comunitarios del puerto, (muchos hoy ya no existen), como la radio o el diario del puerto, se convocó a talleres, colaciones de grado de las escuelas del barrio y otras actividades.

La sala Laureti iba cargándose de actividades y pensando en su futuro. Hubo gestiones y gestiones en cuanto a la atención que se le prestó, pero siempre contó con el apoyo de los propios trabajadores, los vecinos y los artistas (vale mencionar que durante se gestación no había un gran circuito off ni independiente en la ciudad).

Hoy es una sala relativamente joven. Con algo más de veinte años, la “Laureti”, como la llaman, tiene varios hitos que la empujan a seguir. Entre ellos reconocen, El cocinero, obra de Pablo Alarcón que comenzaba cocinando en el foyer de la sala y terminaba con la obra propiamente dicha en el escenario; o la participación de Los Bla Bla, los biodramas de Maruja Bustamante, el espacio para música alternativa, la compañía de Silvestre o el mismo A desaburrir el invierno que se convirtió en un clásico que no defrauda.

Como a todos los espacios vinculados al arte, la pandemia del 2020 la afectó en gran medida. Pasada esta, hubo que esperar un año para recuperar la actividad y la presencia que había ganado. Pero era una sala surgida de la crisis y en plena crisis, un espacio de arte y de cultura que se hace fuerte y que, como dijo la artista Eva Švankmajerová, “su deber es quedarse como está: asustada, para poder seguir creciendo”.

* Gracias a Alejandra Vilar, Daniel Villareal, Marcelo Marán y el equipo de archivo del Teatro Auditorium.