Gabriela Exilart: “Para mí es un desafío el ir en busca de esa información y con eso hacer un mundo nuevo”

Los hijos de la cosecha es la nueva novela de Gabriela Exilart. Una historia de principio del siglo XX en Misiones, donde los reclamos por mejores condiciones de trabajo y de vida culminan en tragedia. En el medio, el vínculo de una pareja que busca desenterrar secretos.

Los hijos de la cosecha logra mostrar lo esencial de una tragedia humana.

17 de Noviembre de 2024 14:08

A principios del siglo XX, la provincia de Misiones atrae inmigrantes de toda Europa: italianos, alemanes, rusos, polacos y ucranianos que huyen del hambre y buscan un futuro mejor. El comercio de la yerba mate está en expansión y muchos ven ahí su salvación. Pero la mezcla de culturas y los choques de intereses serán claves para la suerte de la zona y de muchos de ellos, ya que aparecen prejuicios nacionalistas, cuestiones políticas y enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

En ese escenario, Gabriela Exilart ambienta su nueva novela Los hijos de la cosecha (Plaza y Janés – 2024). En ese ambiente, “Inha y Blaz se ven arrastrados por una atracción que desafía todas las normas. Su relación estará signada por mentiras descaradas, sentimientos desbordados y secretos enterrados en la espesura de la selva”.

“Un escenario de tierra colorada, un ambiente selvático. Me había imaginado un entorno así para escribir la próxima novela y entonces fui a buscar en la historia de esa provincia aquellos hechos que son pocos difundidos y me encontré con esta masacre de Oberá. Preguntando descubrí que ni siquiera muchos profesores de historia la conocían, algo similar a lo que me pasó con Napalpí”, comienza diciendo la escritora marplatense.

Como sobre el hecho hay poca literatura que recorra todo el país, sobre todo se encuentra el reflejo de lo ocurrido en material local de la provincia, Exilart con la intención de narrarlo comenzó un proceso de investigación que la llevó hasta el historiador Guillermo Castiglioni, quien tiene un libro como parte de una de sus tesis donde se encuentran testimonios, parte de los sumarios, declaraciones y parte de los diarios de la época.

Era el año 1934 en Oberá y, a partir de los reclamos de los colonos inmigrantes que trabajaban en la cosecha de la yerba mate o el té y el tabaco por mejores condiciones laborales, la baja de impuestos y la regularización de las tierras que les habían prometido desde el gobierno, se decidió una marcha pacífica por parte de las familias trabajadoras. Marcha que, en un principio, había sido autorizada y luego las autoridades lo desmienten. Es así que los trabajadores se dirigen hacia una emboscada y todo termina en una masacre. Exilart agrega, “Algo muy parecido a lo que ocurrió en Napalpí. Fue por medio de una encerrona, disparos, después prendieron fuego a los que estaban en el monte. A mí me hizo acordar mucho a lo que pasó con Napalpí: primero les disparaban desde el aire, desde los montes y después los prendieron fuego. La modalidad fue muy similar en un período de tiempo de 12 años de diferencia (esto ocurrió en 1936)”.

Una nueva novela de la escritora marplatense.

En Los hijos de la cosecha todos los nombres vinculados a los hechos son reales: los policías que intervinieron, el comisario, los periodistas, jueces, las víctimas, incluso una menor de 14 años que es quien interactúa con los protagonistas ficticios de la novela.

La novela también cuenta con una segunda parte que está anclada en el inicio de la década de los 70. Una época también marcada por los reclamos sindicales y laborales, protestas y marchas, “Pero no quise profundizar mucho en eso porque se me iba de la trama. Tuve la tentación porque tenía todo el material de la investigación, pero el cierre debía ser en consonancia con la primera parte y esto solo fue para justificarla. Entonces, todo lo que ocurrió en el 72 con esos reclamos también en la zona no está narrado en profundidad porque no hacía a la trama, pero sí da el cierre a toda esa primera parte”, explica Gabriela.

-Hay varios tópicos que están en todas tus novelas y uno de ellos tiene que ver con la inmigración, la identidad y el desarraigo.

- Cierto, hay temas recurrentes como inmigración, desarraigo, la adaptación. La identidad, en definitiva, y por eso el título también, Los hijos de la cosecha. Está el tema de los reclamos sociales, el tema de los vínculos, siempre estoy girando en esas cuestiones. Me parece que no hay que perder de vista todo lo que pasó y todo ese conglomerado de gente que se tuvo que asimilar y que tuvo que atravesar un montón de cuestiones que tenían que ver con la discriminación, con la barrera del lenguaje, porque mucha de la gente que vino era muy pobre y en algunos casos eran analfabetos. Pero vino otra gente también que era muy educada, que estaba instruida, pero acá se encontraron con la barrera del idioma y entonces quedaban asimilados a los analfabetos hasta que pudieran empezar a comunicarse. También está esta cuestión de la relación cultural entre los que llegaron, los que estaban y los que nacieron de ese choque de culturas que me parece muy interesante.

Los libros de Gabriela Exilart han logrado a lo largo del tiempo un equilibro en sus historias. Un equilibrio que evita que la parte histórica tape la historia de amor y que esta no opaque los hechos reales que dan marco al texto y a la denuncia.  Por otro lado, la parte histórica, la denuncia, está más presente en la intención de la autora a la hora de narrar. “Nunca pensé que me iba a gustar tanto la historia”, dice Exilart. Y agrega, “La tentación de agregar más y más datos es muy grande, porque ahora estoy como fanatizada con la historia, con lo que voy descubriendo y quiero trasmitirlo todo, quiero compartirlo porque hay hechos que realmente valen la pena”.

Los hijos de la cosecha busca recuperar una parte de la historia de Misiones.

-Hablando de eso, alguien tituló una nota con vos hace un tiempo diciendo que eras “La escritora que hace justicia resucitando pasiones de inmigrantes”. ¿Cómo te llevás con eso?

- Sí, me impactó ese título. Fue muy fuerte para mí. Y son hechos que la memoria no ha rescatado. Como dice uno de los epígrafes con que abro la novela, el de Edgardo Antonio Vigo, “Hay que sembrar la memoria para que no crezca en el olvido”. Son hechos que ocurrieron y que forman parte también de nuestra identidad, porque todos venimos, o la gran mayoría, de hijos o somos nietos de inmigrantes y siempre pensamos en los españoles y los italianos únicamente, pero hay muchísimos más. El norte de nuestro país, y toda la zona de Misiones en especial, tiene mucha población de Europa del Este que fueron los primeros que trabajaron esa Tierra. Me parece que eso hay que contarlo. Para mí es un desafío, yo trato de que sean hechos que no fueron escritos antes. Ya te digo, para mí es desafío el ir en busca de esa información, de eso poquito que hay, y de eso hacer un mundo nuevo y a su vez contar la historia. A mí eso me entusiasma mucho.

Los hijos de la cosecha  logra mostrar lo esencial de una tragedia humana. Lo provocado en materia emocional, pero también aquello vinculado a la historia. Así como lo hizo con Napalpí o Julieta Lanteri, Exilart muestra un equilibrio entre la historia del vínculo entre personas y el momento histórico y sus consecuencias, aquellas que impactan sobre todos los demás.