Ansiedad: la preocupación excesiva, un problema que padecen cada vez más personas
Que me preocupe por cosas que aún no pasaron ¿es bueno? ¿Es una cuestión de personalidad o un trastorno psicológico? La llegada del estrés y la depresión.
La preocupación excesiva es algo que se padece más de lo que se cree. Pero, ¿de qué hablamos cuando decimos ansiedad excesiva? Son aquellos casos donde uno no puede dejar de preocuparse por todo: se preocupa por si alguien cercano tiene un accidente al salir de su casa, miedo a todo lo nuevo, miedo si salen de noche, preocupación por los viajes, por las nuevas relaciones, entre otros tantos casos.
La licenciada Mariela Giles (MP 46.223) aclara: “Preocupaciones tenemos todos. Nos preocupan cosas cotidianas como que hay que pagar las cuentas, como que les vaya mal a los chicos en el colegio, me preocupa enfermarme, pero el tema es la intensidad de esa preocupación. O sea, cuando me viene esa idea a la cabeza de que a mi hijo le va a ir mal en el colegio y yo no puedo parar de pensar en eso y eso me angustia. Además, tengo síntomas que me generan malestar, entonces lo primero es la intensidad. Lo típico de estos pacientes es describir que su cabeza no para, no pueden parar de pensar. No pueden distraerse con nada. La otra cuestión es que, a veces, las preocupaciones del que tiene preocupación excesiva son un poco más catastróficas que las del resto de la población. O sea, yo puedo pensar que puedo tener un problema económico, pero el que padece la preocupación excesiva ya piensa que lo van a echar, que se va a quedar en la calle y que nunca va a conseguir trabajo. Su perspectiva es muy negativa hacia el futuro, lo que llamamos un pensamiento catastrófico”.
En la ansiedad excesiva, se juega la diferencia entre lo posible y lo probable. Es decir, es posible que alguien tenga un accidente, pero es poco probable. El padeciente ve todo como probable todo el tiempo, hay una distorsión cognitiva que los profesionales denominan “distorsión de sesgo de catastrofización” y de probabilidad de que el evento negativo ocurra. “La preocupación puede estar también en el foco de la salud. Supongamos que vos tenés un granito y, si tienes una preocupación excesiva, vas a pensar: ‘¿Y si esto no es un granito? ¿Y si esto es un tumor? ¿Y si tengo un cáncer? ¿Y si me voy a morir? ¿Y qué voy a hacer si me muero? ¿Qué va a ser de mi familia?’. Los que no lo padecemos nos preocupamos también, pero desactivamos enseguida lo catastrófico y seguimos con nuestra vida”, sostiene Giles.
- ¿Eso puede contagiarse en un entorno familiar, en algo más comunitario como un grupo?
- Sí, lamentablemente las personas que tienen preocupación excesiva transmiten estas preocupaciones a la familia. Por un lado, los afecta en el control, la persona muy preocupada es muy controladora, quieren saber todo, saber a dónde vas, a qué hora venís, necesitan que los llamen, necesitan saber cuál es el recorrido del día que van a hacer, necesitan ir muchas veces al médico para asegurarse de que están sanos. O sea, tienen un control excesivo y ese control excesivo es como de nunca acabar, más controlan, más quieren saber. Por ejemplo, yo sé que mi hijo tiene que ir a la casa de un amigo, le mando un mensaje y el mensaje no le llega, entonces ya pienso que le robaron el teléfono o pienso que lo secuestraron en lugar de pensar que por ahí no lo escuchó o que se le quedó sin batería porque es un colgado. La influencia sobre la familia también pasa por ‘No hagas tal cosa’ o no mandarlo a algún lado por miedo. Yo tengo mamás que no los dejan ir de campamento a sus hijos o a dormir a la casa de un amiguito, no los dejan tomar colectivo. Cuando se trata de adultos, como una pareja por ejemplo, sale a trabajar y le recomienda que no vaya por tal calle o, si tiene que viajar por algo, ella tiene que acompañarlo por si pasa algo. Entonces suspende todo y va para monitorear que no haya ningún accidente. Hay una fantasía del control, la fantasía de que si está presente no va a pasar nada. Afecta y mucho a la familia porque eso se puede trasladar a los hijos y pueden pasar a ser miedosos, por eso hay que tener mucho cuidado y tratarlo.
Como cualquier trastorno psicológico, la ansiedad excesiva tiene tratamiento que puede ser solo psicológico o puede ser psicológico y farmacológico. También el foco del mismo está en que el paciente aprenda a tolerar la incertidumbre, el no saber qué va a pasar y también que tenga más seguridad en sí mismo, que tenga más confianza en sus recursos, como sostenerse en que podrá superar y sobrevivir a un mal momento, a una adversidad.
“Una forma de poder ayudar a las personas que les pasa esto es que hagan una lista de todas las preocupaciones que tienen y poder identificar cuáles son cosas reales que están ocurriendo y cuáles son cosas que yo me imagino que van a ocurrir. La preocupación se da en las cosas que todavía no ocurrieron. Entonces, el paciente tiende a estar como viviendo siempre en el futuro y está pensando en cómo resolver algo que todavía no ocurrió: falta un año para renovar el contrato y ya pienso que me tengo que buscar un lugar por si me quedo en la calle; me preocupo por las salidas de mi hijo siendo adolescente, pero mi hijo tiene cinco años ahora. Se trata de vivir lo que llamamos el momento presente. Hoy hay técnicas que se utilizan como acompañamiento en la terapia, el mindfulness por ejemplo, para trabajar el vivir aquí y ahora visualizando lo que transcurre sin desesperarme”, aclara la Licenciada.
El tratamiento busca mejorar la calidad de vida del paciente que sufre este tipo de trastorno crónico que suele ser silencioso. Mucha gente lo confunde con su personalidad: “Siempre fue así de preocupada, insegura o miedosa”. Esto genera que se naturalice la reacción y entonces llegan los ataques de pánico, ansiedad, transpiración excesiva, sensación de desmayos, dolores, insomnio, trastornos gastrointestinales, la niebla mental o el cansancio y el agotamiento hasta desencadenar en picos de estrés, donde nuestro cerebro no distingue la realidad de la fantasía y está todo el tiempo en estado de alerta.
A los estados personales hay que agregar el bombardeo constante de los medios de comunicación y la interacción con las redes sociales. Giles afirma: “La fantasía de control se ha tornado en necesidad de resolverlo de alguna manera, porque tengo que anticiparme al problema porque ‘Yo’ soy quien debe cuidar a los demás. Quiero decir que muchas veces la situación se genera porque se es buena persona, hay una preocupación por los demás. Por otro lado, hay que hacer una restricción de estímulos, por ejemplo, una restricción de televisión. No se recomienda que estén todo el tiempo con las noticias prendidas. La reiteración de una misma noticia tantas veces, como ocurre, lleva a pensar que hubo muchos casos de ese hecho que fue único. O sea, poner el foco más en la perspectiva realista para poder sentir que no estamos todo el tiempo bajo amenaza. La persona que está todo el tiempo pensando negativo, sintiendo que cosas malas le van a pasar, con todo ese exceso se empieza a deprimir y ahí aparece otro problema. Podríamos decir que la ansiedad por preocupación excesiva y la depresión son como primas hermanas”.
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