De la azotea, un proyecto que sostiene

Comenzó como una serie de talleres y se transformó en un medio de comunicación más de la ciudad. Cumplió 20 años y siguen proyectando futuros como el primer día.

Una iniciativa que lo cambió todo.

2 de Marzo de 2024 19:31

La historia de la radio De la azotea es la historia de cómo un colectivo de participantes pudo más que las propias intenciones de los fundadores. Acaban de cumplir 20 años al aire, pero en realidad, para contar su origen, debemos ir algún tiempo más atrás.

Antes del 16 de febrero de 2004, antes de hacer su primera transmisión oficial, el proyecto se remonta a tres o cuatro años más atrás. El espacio fundador se encuentra en un grupo de actividades previas tipo taller o cursos cortos, donde cierto colectivo de participantes se iba sumando semana a semana para luego incentivar a los fundadores a continuar con las actividades a raíz de los cambios de temáticas y así seguir vinculados. La iniciativa, aceptada por los cinco o seis fundadores, de esta manera iba formando un grupo con lazos emparentados a la amistad y a la comunicación.

Pero, ¿cómo se dio el salto de una serie de cursos a una radio? Javier Germinario, uno de los fundadores, asegura que hubo una iniciativa que lo cambió todo: “La práctica, que para mí fue un hallazgo de Martín Segura, era que los cierres se tenían que hacer de verdad en un medio de comunicación real. Alquilábamos el espacio a una radio y ahí desarrollábamos los cierres. El trabajo que esos grupos les ponían a esas producciones de diez o quince minutos (era una práctica metida en un programa) les generaba querer seguir haciéndolo. No querían que quedara solo en el cierre del taller.

Entonces aparecían las propuestas del tipo: ‘Dejame seguir hasta que termine el próximo taller haciendo otros programas’. Entonces, esos espacios que eran una vez por mes o cada dos meses empezaron a hacerse todos los sábados. Nosotros acompañábamos esas producciones experimentales por algunos sábados y empezaron a pedir que los cierres de los talleres se hagan en otros horarios y que lo del sábado sea un programa completo. Empezó a ser una especie de productora dentro de otros medios. Y del sábado por la tarde empezó a ser todo el día y un espacio los viernes y los domingos otro. Entonces apareció un nombre: De la azotea. Luego una artística, también una unidad conceptual estética, pero también de contenido ideológico. El director de la radio donde estábamos nos dijo que no podía alojarnos más porque perdía la identidad su medio y eso nos empujó a todo lo que vino después”.

-Lo que pareció algo negativo, en realidad, abrió la puerta para algo mucho más grande...

- Nosotros, en paralelo, ya íbamos metiéndonos en otros temas como la parte tecnológica y equipándonos de a poco. Lo clave ahí fue el préstamo de un transmisor. Era muy precario, muy chiquito, y lo conectamos con el resto del equipo que ya teníamos. Ahí convocamos a ese primer colectivo de los experimentos  comunicacionales que luego sería la primera programación de la radio a partir de aquel febrero de 2004.

Por supuesto que no fue fácil ese primer paso. Primero, por lo que implicaba para cada uno de los fundadores, luego por lo que sería entrar en el mundo de los medios locales. De la azotea pasó de una radio FM que se escuchaba en toda la ciudad a un transmisor pequeño y una antena muy chica que posibilitaba un alcance de pocas cuadras. “Para nosotros fue un quiebre también, porque ya no era esa primera experiencia que podía terminarse, ahora era una radio que se prendía y no se podía apagar.

Eso significaba poner en nuestras prioridades una FM que se iba formando mientras avanzábamos. No fue que teníamos una inversión o un inversor, fue cambiar sobre la marcha de proyecto y saber que íbamos a tener que sostenerlo para adelante”, cuenta Germinario. Los primeros talleres arrancaron en el 99, el colectivo se constituyó para el 2001 y para el 2003 ya quedaba poco de aquella actividad de formación. La concentración estaba puesta en armar la radio. En el recuento de firmas aparece el propio Javier Germinario, Diego Levín, Jorgelina Turdo, Martín Segura y muchos más que, desde un lugar u otro, hicieron que el proyecto marchara. Todos y todas pusieron lo que se necesitara. Desde, por supuesto, tiempo, hasta conocimiento, plata y energía. Se formaron parejas, familias, amistades y hoy los recuerdos se suceden uno tras otro a la hora de hacer el balance.

Javier recuerda: “Nosotros pegábamos afiches de papel para convocar a los talleres y mi mamá atendía el teléfono fijo de casa, como si fuera una secretaria, y pasaba la información que le habíamos dejado anotada en un papel como guía. Era otra época para muchísimas cosas. Me acuerdo de que la primera pelea fuerte que tuvimos se dio por ese teléfono. Alguien llamó y dijo que era de la empresa de colectivos y que nosotros no podíamos poner afiches en las paradas. Eso, para nosotros, fue un cimbronazo. Alguien externo nos llamaba y nos hacía el primer reclamo y nosotros lo anotamos como un logro, por supuesto. Después, llamábamos desde los locutorios con esas tarjetas que había que marcar muchos números y así convocábamos a la gente. Nosotros asumíamos todas las responsabilidades.

No sabíamos nada de técnica, ni operar, ni nada de eso, pero aprendimos de todo. La plata que entraba no se repartía entre nosotros, iba derecho para la compra de micrófonos, computadoras, para seguir creciendo. Así fue durante mucho tiempo”.

- ¿Cuándo creés que dieron el salto?

- Nosotros nos formábamos a nosotros mismos y nos rodeamos muy bien. Eso, sin modestia, creo que nos salió bien. Participamos de las propuestas de formación que hacía La tribu, la radio comunitaria de Buenos Aires. Había colectivos que se dedicaban a la comunicación alternativa desde la década del 40
del siglo pasado. Nosotros no inventamos nada. Solo fuimos a buscar lo que ellos habían hecho antes.

Cuando vimos que teníamos todo lo necesario decidimos arrancar. Desde ahí siempre hay una transformación casi constante del proyecto. Nunca está el punto de llegada, siempre aparece algo más adelante. En ese primer momento fue salir al aire, después que se escuchara, después igualar a otros medios, más adelante que la comunidad considere a De la azotea como otro medio, como cualquier otro, de la ciudad, es decir, esos mojoncitos fueron alcanzándose de a poco y vamos planteado nuevos. 

Para nosotros fue muy importante la Cumbre de los Pueblos. Eso hizo que se llenara el ex Instituto Mariano Moreno de gente de todo el continente cuando tenía que hacer base o necesitaba internet o lo que sea pasaban por De la azotea. Eso fue un golazo para nosotros y que pasara en el 2005, un años después de nuestro inicio, nos puso en muchos lugares.

- ¿Y del momento más complicado qué te acordás?

- Yo creo que nos vino muy bien que el momento inicial fuera durante una gran crisis, porque ya la veníamos atravesando. Ya nos habían echado de nuestros trabajos, ya nuestras familias estaban pasando situaciones complejas y la plata no alcanzaba y todo eso estuvo al principio. Todo ese nivel de compulsión social que había nosotros lo pudimos poner en la radio en el momento fundacional. Y lo pudimos poner en la programación: había un programa de las asambleas populares de Mar del Plata, había un programa que era de las organizaciones sociales, otro de desocupados, el mundo del trabajo, que era el primer contacto que tuvimos con organizaciones sindicales y que sigue hasta hoy 20 años después y son fundamentales para el sostenimiento del proyecto. Después, había personas inquietas o
amantes de la cultura, del arte y estudiantes. Estaban los Centros Culturales Independientes que, desde el inicio, nosotros los vimos como aquellos con quienes queríamos trabajar. Luego de todo eso fuimos acompañando los momentos favorables y los adversos que atraviesan a la sociedad. 

El camino no ha sido fácil. Fueron 20 años de pura lucha para poder sostener los mojones alcanzados y seguir proyectando nuevos. Una pelea constante por conseguir apoyo y recursos, así como también por la búsqueda de que el producto tenga la misma consideración en todos los estratos. “Para nosotros, eso
también es un logro. Porque a pesar de la falta de recursos, nosotros levantamos un medio y lo sostenemos a lo largo del tiempo. Eso también es un mensaje”, sostienen Germinario.

- ¿Por qué creen que se da esa discriminación? ¿Es el formato cooperativo o es lo ideológico?

- Yo a veces pienso que hay como una consideración de medio chico, de medio alternativo al que se lo puede asistir en término de asistencialismo. También imagino que no tienen el temor que pueden provocar otros medios que usan la presión para modificar su discurso en función de que tengan su apoyo o no. Igual nosotros nacimos y nos fuimos acostumbrando a resolver las situaciones de igual manera. Entonces, no tenemos la misma intensidad, insistencia o formas de proceder que tienen otros medios para priorizar la gestión de recursos y después pensar en el contenido. Nosotros estamos muy ocupados pensando cual es el proyecto de la radio para este año y a veces no nos queda tiempo para la gestión de recursos.

Como se dijo más arriba, los recuerdos y los nombres se suceden a lo largo de toda la charla. Las anécdotas dan lugar a las emociones y las lágrimas a las sonrisas y el orgullo. Desde las muchas mudanzas hasta la puerta firmada por todos los invitados que pisaron De la azotea, hasta la cancha de pádel y las artísticas hechas con los sonidos de la pelota pegando en las paredes. De un subsuelo en Garay y Santiago del Estero a la Cuadrada, pasando por Smata y las reuniones en distintas
estaciones de servicio de la ciudad. Hoy, De la azotea está en la calle Don Bosco al 1700 y cuenta con el logro de que el propio barrio se ha apropiado de ella. Con instalaciones mejoradas y accesibles que fueron diseñadas por el colectivo para ese fin.

-En el camino se fueron bajando muchos y muchas por distintos motivos...

- Quienes pasaron por De la azotea son insustituibles, irremplazables, y todas las situaciones son distintas. A tal punto que De la azotea toma la forma de quienes participamos de ella, con sus cosas buenas y con sus cosas negativas o para corregir. Eso como una respuesta amplia. En lo concreto, hay compañeros que se fueron, pero que no se fueron. Hay compañeros que 20 años después vinieron al corso. Vino gente de Buenos Aires, de Necochea, que estaban retirados de De la azotea hace diez años y que vinieron a tirar espuma el viernes, a darnos un abrazo. También hay gente que se fue enojada de la radio. Decían que la radio se ponía muy zurda o cosas por el estilo. Las concepciones políticas sobre el funcionamiento de la radio son un montonazo y ya no las discutimos, no las defendemos porque aprendimos. Pero nos ha pasado y mucho se han ido a hacer programas a otros lados y eso es para nosotros muy importante también, porque vemos compañeros que tomaron experiencia con nosotros y ahora están en otros tantos lados. Nosotros hemos aportado operadores a muchísimas radios de la ciudad. Sin ser escuela, De la Azotea se convirtió en una escuela y hay gente que se gana la vida con lo que aprendió junto a nosotros. Entonces, volviendo a aquellas personas que
se fueron enojadas, yo trato de que eso no se olvide. Porque de todas las situaciones posibles, olvidarnos sería la peor. En lo personal, el caso que más me enoja es el de aquel que se va y busca dificultar la continuidad de la radio. No está bueno, ya tenemos muchos obstáculos para sumarles los nuestros. Pero no siendo así, la verdad es que es sano que haya diferencias. Pero 20 años después es otra situación, nada es irreconciliable y tenemos otros tipos de vínculos. 

Es largo el camino de los 20 años. Mucho más larga la proyección que hacen los fundadores y los recién llegados de este proyecto. Proyecto que fue mutando a lo largo del tiempo y que lo hará en los años por venir. Javier se emociona, se quiebra. Hablar de De la azotea es hablar de algo más que trabajo y comunicación. Es hablar de algo íntimo, de algo muy propio, de un gran aprendizaje permanente, social y humano. Por eso la última pregunta: ¿Qué encontraste en esto?

“Lo considero un espacio de desarrollo profesional y específicamente comunicacional que me da orgullo todos los días. Hasta cuando vuelvo a mi casa enojado o cuando me cuesta dormirme porque al día siguiente hay que resolver algo complejo, el proyecto es una gran experiencia formativa en términos de ciudadanía. Incluso cuando tuve que discutir con alguno de los programas porque la estaba pifiando o tuvimos que tener discusiones por violencia de género, prepararme para esas cuestiones y poder sobrellevarlas, también me formó. Hoy me acuerdo de que mi mamá, que tienen 70 y pico, se siga acordando cuando atendía el teléfono y se sienta parte o que yo haya levantado un cumpleaños porque tenía que hacer algo en la radio, o que mi novia de aquella época, quien es hoy mi esposa y con quien tengo dos hijos y una vida en común, siga diciéndome: ‘Andá’. Sabiendo que por ahí estamos dejando de lado una salida o un fin de semana o el tiempo de ocio en tu casa, yo creo que todo eso vale la pena. Vale la pena que vos recorras el dial y sepas que hay cien radios y que también sepas que entre esas está De la azotea participando de ese espacio. Estoy cada vez más seguro y más tranquilo de que la continuidad del proyecto está garantizada en esa línea, en esos términos, estemos o no los fundadores. Y hace relativamente poco encontré que siempre yo me había puesto y me había sentido como sostenedor del proyecto y resulta que el proyecto me sostiene a mí”.