De licuadora a ancla: la estrategia en el tipo de cambio
Tanto economistas como empresarios manifestaron un "atraso" del tipo de cambio en relación con el resto de los precios de la economía.
Por Redacción 0223
PARA 0223
Durante las últimas semanas, tanto empresarios como economistas han manifestado un “atraso” del tipo de cambio en relación con el resto de los precios de la economía. En respuesta, el presidente Javier Milei calificó como una “fatal arrogancia” atribuir cuál sería el tipo de cambio de equilibrio. Pero, ¿alguien le preguntó cuál fue el criterio que adoptó para llevar hace cuatro meses el dólar oficial a $800 y fijar un crawling peg del 2% mensual?
Quizás sea cierto que es una arrogancia arrojar el número preciso de un tipo de cambio de equilibrio, entendiendo el desorden macroeconómico, las múltiples variables que influyen y el manejo de expectativas, pero sí es preciso el instrumental y la evidencia empírica para afirmar que el precio de la divisa ha quedado desfasado.
Podríamos decir que el “atraso” del tipo de cambio ocurre cuando nuestra moneda se aprecia frente a las monedas de nuestros principales socios comerciales. Esto significa que se vuelve más cara y, por lo tanto, menos competitiva. El indicador que se utiliza para medir esto es el Tipo de Cambio Real Multilateral (Tcrm).
Si bien el Tcrm promedio del mes de abril se encontró solo un 3% debajo de la base de 100 -mucho menor a lo que fue en noviembre del año pasado- indica una pérdida de competitividad.
Al mismo tiempo, la realidad nos ofrece la evidencia más contundente. A mediados del año 2023, era frecuente leer en los diarios y escuchar en la radio y la televisión que uruguayos cruzaban el río en búsqueda de alimentos, medicamentos y combustible más barato. Hoy, sucede lo contrario. Miles de argentinos cruzando la cordillera en busca de ropa, alimentos y productos electrónicos.
Hablando de radio y televisión, hace unos días el presidente visitó repentinamente La Rural, prometiendo la salida del cepo y la baja de retenciones, lo cual refleja una clara muestra de preocupación en el ejecutivo por el malestar del sector exportador.
Si se toman como referencia el Índice de Precios al Consumidor (IPC) y el Tipo de Cambio Mayorista (TCM) desde marzo de 2022 puede observarse que, para enero de 2024, la devaluación del dólar oficial a $800 superó al IPC. Sin embargo, a los pocos meses, ese ajuste del Tipo de Cambio se "licuó", ya que el ritmo de la inflación superó al del TCM.
El Banco Central publica mensualmente el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que son pronósticos macroeconómicos elaborados por especialistas locales y extranjeros. Aunque el TOP-10 de estos especialistas proyecta una caída promedio para el 2024 del 3,7% del PIB, el trimestre más pronunciado será el primero. En cuanto al comercio exterior, estiman un superávit comercial, aunque en términos de exportaciones netas (la diferencia entre lo que se vende al mundo y lo que se compra) será menor respecto al año anterior, es decir, se espera una economía más cerrada.
El salario, motor del consumo privado, cumple un rol fundamental en la demanda interna, uno de los dos componentes, junto a las exportaciones netas, del crecimiento de un país. Hasta ahora, nadie ha tenido la arrogancia de hablar sobre el “atraso salarial” que dejó este shock y que, en el caso del Salario Mínimo, Vital y Móvil (Smvm), su ritmo de evolución en el período analizado, resultó muy por debajo del TCM y del IPC.
En los últimos meses, el PBI ha caído debido al desplome de la demanda interna. Lo que evitó que esta caída fuera aún más pronunciada fueron las exportaciones netas positivas, ya que, al disminuir la demanda interna, también disminuyen las importaciones. En consecuencia, si se mantiene esta baja en la competitividad de la moneda, sumado al estancamiento en la productividad, se enciende una luz de alerta sobre la posibilidad de que la balanza comercial deje de ser superavitaria. Con esto, se abre una caja de Pandora en la espera de un rebote.
Nota redactada por Luciano Di Maio, licenciado en Economía y doctorando en ciencias sociales en la Universidad Nacional de Mar del Plata (Unmdp).
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