La historia de Guadalupe Laiz, la fotógrafa marplatense que sacude al mundo con sus increíbles imágenes y su mensaje animal
Vive en Aspen, Estados Unidos, rodeada de montañas. Arrancó con nada y hoy es buscada por los personajes más famosos del mundo. Cómo trabaja la fotógrafa que se acerca cara a cara a elefantes, leones y gorilas.
Chapadmalal, 1990. Una zona por entonces poco poblada, con algunos habitantes de todo el año y la mayoría de las casas de veraneo. Sus playas encontraban en ese momento a una niña que nadaba sin parar y disfrutaba del mar "como un delfín", sin saber que su conexión con los animales sería muchos más fuerte de lo que pensaba.
Guadalupe Laiz es fotógrafa y, ante todo, lo define como su propósito en la vida.
Nació en Mar del Plata pero ya lleva más de 20 años viviendo en Estados Unidos. Personajes reconocidos a nivel mundial la buscan en su galería ubicada en Aspen, desde donde comparte su arte y un mensaje contundente: los animales son lo mejor que tenemos, hay que reaprender cómo los vemos.
Un inicio incierto
Guadalupe vivía con su familia en una casa ubicada en la zona de Playa Chapadmalal-Estafeta, donde sigue yendo cada año de visita. Su encuentro con la cámara fue casi fortuito: "Mi papá la trajo de un viaje y quedó guardada por algún lugar de mi casa. Cuando di con ella la empecé a usar, aunque era chica, y desde ahí no paré", contó en diálogo exclusivo desde Aspen con 0223.
Las fotografías se volvieron cada vez más recurrentes y se combinaron con sus estudios en el colegio Nuestra Señora del Carmen. Finalmente decidió formalizar su deseo y cuando abrió la escuela Piero Introcaso (en el centro de Mar del Plata) no dudó en tomar clases.
"Era un estudio más enfocado en la historia del periodismo pero, al ver historia de la fotografía, me enamoré", reconoció con una sonrisa.
Rápidamente comenzó a buscar su destino y entendió que el afuera la llamaba. Primero, se fue a Buenos Aires aunque las ciudades grandes "no le atraen". Allí se formó con un fotógrafo dedicado al trabajo con marcas comerciales grandes y aprendió lo necesario para su próxima escala: Estados Unidos.
"Me vine sin nada, sólo con la cámara en mano, con la idea de estudiar fotografía acá pero ante una incertidumbre total", admitió Laiz, mirando el trayecto recorrido que hoy le muestra que su decisión fue la acertada.
"La naturaleza me encontró a mí"
Los caminos eran dos: fotografía social o comercial. Hacia esa última se inclinaba Guadalupe, que volcó su gusto a la moda en París, donde generó un portfolio en ese ámbito. Si bien disfrutaba de la parte creativa, entendía que debía mudarse a una gran ciudad, una de esas que (como dijo) no le atraen. "Ese es el paso que no pensé bien", dijo entre risas.
Durante un tiempo realizó fotos de "city-escapes" que vendió por Europa y trabajó para la empresa YellowKorner. Y un día llegó la idea que la marcaría para siempre. "Quise ir a Islandia, era algo que me interesaba. Me compré un pasaje de avión y me fui por seis días", recordó. Nuevamente, escapando de las grandes urbes y conectando con la naturaleza.
En el norte encontró los famosos caballos que hoy refleja en sus paredes (y en uno de sus tantos libros, Horses of Iceland) y se enamoró de la fotografía de animales. "La exploración personal me llevó a la naturaleza. No se si yo la encontré o ella me halló a mí. Sentí que era ese el camino y no pude mirar para atrás", confió Laiz.
Para encontrar al animal, hay que dar con el humano correcto
La pasión es uno de los factores fundamentales a la hora de trabajar en un mundo tan particular como el de Guadalupe pero no lo es todo. Conocer el terreno, investigar, preparar la escena y entablar relaciones son parte de su armado. Como buena argentina, dice que "hay que saber leer la cancha".
África fue uno de sus primeros viajes, en el que admite que no estaba del todo lista: "No tenía los recursos para poder ir de una forma inteligente a trabajar. Yo obviamente no voy a mirar a ver qué pasa y saco fotos; el panorama es otro".
En Namibia entendió que hay que tener las herramientas correctas, alguien de quién aprender y buenos guías que conozcan el lugar a fondo.
"Yo invertí desde el inicio lo más que pude en hacer relaciones y encontrar los guías con los que pudiera construir algo y con quienes me sintiera cómoda. Muchas veces hay compañías que se montan en lugares y no los conocen realmente, por eso hay que buscar", subrayó.
Para la fotógrafa, ese es uno de los ingredientes más importantes para poder hacer el trabajo. "He cultivado muchísimas relaciones y la gente correcta en la que puedo confiar, que tiene gran experiencia y de la que puedo aprender. Algunos llevan toda una vida en el sitio, crecieron con osos polares o en un parque nacional donde saben cuál el ritmo de los elefantes. Con el tiempo, aprendés a leer al animal, el clima, y cuándo son los mejores momentos en los que vale la pena fotografiarlos", narró.
¿Profesión peligrosa?
Las imágenes muestran lo más profundo de los animales. Cada arruga, cada pliegue, cada uno de los pelos o las manchas en sus colmillos, cada una de las hojas que come y con las que convive en su ambiente. Para llegar a ellas, Guadalupe hace un esfuerzo descomunal. Y mientras muchas personas ven una escena de peligro al posar su cámara a pocos metros de un gorila o un elefante enorme, la realidad es muy distinta.
"Siempre hay más cosas sucediendo alrededor de las que nosotros sabemos; pensás que tenés toda la situación resuelta y bajo control pero no. Esa es la belleza del trabajo que hago porque realmente te das cuenta lo poco que sabés", enfatizó.
La cuota de improvisación acompaña a un trabajo preparado de la mejor manera posible, por lo que no está todo librado al azar. "La gente tiene curiosidad (ojalá tuviera más) y quiere saber cómo se obtienen las fotografías. Te preguntan si es peligroso y me encanta responder cómo es en realidad. Hay un concepto erróneo sobre que son los malos de la película y debo decir que el 99.9% de mis experiencias con animales fueron hermosas", rememoró emocionada.
"Me gusta mucho hablar con los niños y plantar la idea de poner a los animales en otro lugar. No les digo que nosotros somos los malos porque eso sería mucho pero el mensaje es reaprender cómo los vemos. Me sigue sorprendiendo lo amables que son y se me caen las lágrimas al decirlo", detalló Guadalupe y aseguró que es "uno de los regalos más grandes" que recibió.
El cuidado por la fauna es uno de los legados que más se recogen de su trabajo. "Creo que el mensaje llegó, definitivamente, y esa es una de las cosas que realmente me ha sorprendido. También me generó un poco de responsabilidad", reflexionó.
"Encontré el propósito en la vida"
Hallar el camino es algo que no todos logran a lo largo de su vida y para Guadalupe Laiz el propósito es algo que la mantiene a diario. "Cuando lo encontrás, ¿cómo lo vas a dejar? Tenés una responsabilidad y lo debés dar todo, porque es un regalo", confió.
Para ella, la única forma de lograrlo es explorando, no quedarse sentada esperando algo del mundo: "A veces estoy perdida con algo, y digo: ¡Universo, guiame! ¨Pero no aparece. Tengo que salir a la cancha y ahí veo las cosas".
Volver a casa
Como dice Miguel Gane, "hogar es una canción que cuando suena es infinita; un hogar son las personas que nos quieren, también aquellas que nos han querido; un hogar es una fotografía a la que se regresa con cierta melancolía".
La ajetreada agenda de Guadalupe la mantiene de un país a otro pero nunca pierde la oportunidad de hacerse un espacio y venir unos días a Mar del Plata. La visita a los amigos y la familia se vuelven ese cobijo ineludible.
"Lo que más extraño es el mar. Puedo ir a cualquier playa del mundo pero la de Mardel es mi playa. Pasé muchas horas sola, aprendí a surfear, tengo muchos lindos recuerdos. Crecí en Chapadmalal, mi mamá y dos de mis hermanos viven ahí (el tercero está en París). Si encuentro la forma, este año quiero ir en febrero, pero jamás la olvido", sostuvo.
Mirando al futuro, no descarta un proyecto en la Argentina, aunque todavía queda mucho camino por recorrer con ese lente.
Porque al hogar, dicen, siempre se vuelve.
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