Peleas diarias, heridas mortales en la cabeza y una coartada fallida: así fue el parricidio del taxista

Raúl Brown fue asesinado este jueves por la tarde por su hijo, quien fue el que llamó al 911 para avisar que lo había encontrado sin vida. 

La casa en la que se cometió el parricidio. Allí vivían padre e hijo.

14 de Febrero de 2025 12:23

Por Redacción 0223

PARA 0223

El jueves por la tarde se escucharon gritos. Parecía una nueva pelea, una de las tantas que tenían acostumbrados a los vecinos de la cuadra. Desde que habían regresado a vivir en la casa de David Ortega casi Balcarce, las discusiones y agresiones entre el dueño de la vivienda y su hijo, eran cosa de todos los días. Pero terminaron de la peor manera.

El jueves por la tarde una nueva pelea en la casa del taxista, que había tenido problemas de salud y era muy querido en el barrio, alertó a los vecinos. Luego hubo silencio. El propio hijo de la víctima, Cristian Brown, de 30 años, habló con los vecinos para sustentar su relato y dijo que había salido unos minutos a hacer una compra y cuando regresó, vio a su padre tenidod en el piso. 

El joven llamó al 911 para denunciar que había vuelto a su casa y encontró sin vida a su padre. Su coartada ya era oficial, pero le iba a durar muy poco tiempo.

Las heridas cortantes en la cabeza que presentaba la víctima, Raúl Brown, de 72 años, empezaron a derrumbar su relato inocente, el de alguien que vuelve a su casa y se encuentra con una escena inesperada.

Cuando la ambulancia del Same llegó a la vivienda y los médicos constaron las heridas que tenía el hombre en su cabeza y que se trataba de una muerte traumática, el hijo se imaginó lo que estaba por pasarle e intentó escaparse.

No llegó lejos. La policía lo detuvo enseguida, a la espera de la fiscal Romina Díaz. Al recolectar testimonios de los vecinos, se estableció que había existido una confrontación a los gritos entre padre e hijo horas antes del llamado al 911. Fue por eso que, ya en el lugar del crimen, la fiscal ordenó la aprehensión del joven.

Los vecinos contaron que las peleas entre el hijo y la víctima eran constantes, casi diarias, y que el hombre recibía golpes de parte del joven, que tendría problemas de consumo de sustancias y no era bien visto en la zona. Todo lo contrario a su padre, a quien se lo respetaba como un laburante que no se metía con nadie.