Agustín Luna: un virtuoso que encontró su alma rioplatense en la guitarra
No descubrimos nada si decimos que Agustín Luna es un virtuoso de la música. Empezó sus estudios de guitarra en Mar del Plata, continuó en Italia y fue apadrinado en su carrera por el músico Juan Falú. Todo un ejemplo de virtuosismo, pero también de estudio constante. Se presentará en la Casa Mariano Mores este próximo sábado.
Su primer profesor de guitarra fue Marcelo Iglesias, hasta que un día le dijo: “Yo no te voy a enseñar más, pero te voy a dar estos teléfonos para que los llamés cuando vos vayas a Buenos Aires”. Y le dio los números de Juan Falú, de Juanjo Domínguez, de Aníbal Arias, de Luis Salinas y de alguno más.
Agustín Luna fue a Buenos Aires, intentó contactar a varios de ellos y de todos aprendió algo. Pero su acercamiento más potente fue con Juan Falú, sobrino de Eduardo Falú, quien lo recibió en su casa y lo apadrinó en su gran carrera artística.
En ese momento, Luna era un guitarrista con formación clásica y que, además, tocaba repertorios clásicos. Faltaba todavía para que encontrara su propio lenguaje. Ahí es donde empieza a gravitar la figura de su padrino Juan. “Yo tendría 29 o 30 años. Hice mi primer arreglo sobre La trampera, una milonga de Aníbal Troilo, para guitarra solista. Lo armé, que es un trabajo como si uno bordara algo con la guitarra, que requiere mucho tiempo, mucho despliegue y, además, muy a ciegas, porque vos no sabés si esto que se te ocurrió va a funcionar. Y cuando Juan lo escuchó me dijo: 'Está buenísimo; este es tu camino. Porque vos vas a hacer muchos arreglos así y la gente los va a querer tocar. Esta es tu propuesta: tenés que ir por ahí'”, recuerda Agustín.
Hoy el camino está mucho más claro; de hecho, ya cuenta con varios arreglos de distintos temas, gracias al consejo de su padrino, quien supo vislumbrarlo antes que él.
Luego de aquellos años en Buenos Aires, Agustín Luna decide viajar a Italia a perfeccionarse en guitarra clásica, lo que le permite también subirse a distintos escenarios de Europa.
Luna asegura que: “Yo me siento con identidad rioplatense y siento que el aporte, el condimento, de esa sustancia es la formación clásica. Me parece que la formación clásica me da más herramientas para el estudio microtécnico, para el control de la calidad del sonido, del detalle, pero lo que tomo como base, como punto troncal de mi manera de tocar, es la música popular. Entonces, sí, era un guitarrista que tenía como escindidos los dos mundos. Tocaba música clásica, pero después iba a la milonga en Florencia y tocaba tango con los tanos. Y ahí me pasó una cosa también emocional, que es pensar que yo estaba ahí para estudiar guitarra clásica, pero disfrutaba mucho más de tocar, no sé, Por una cabeza con un acordeonista italiano”.
—Ahí juega también un poco la nostalgia, quizás…
—Sí. Ni hablar. Es eso de tocar juntos con otro también.
—¿La música es algo “amiguero”? ¿Se hacen amigos con esto?
—Claro. Sobre todo, me parece que la música popular es amiguera. O sea, el tango y el folclore lo son. La música clásica es menos amiguera. En el conservatorio se hacen menos amigos. Pero sí, se hacen amigos en y con la música. Y la guitarra es un instrumento amiguero también. Tiene esta cosa de: “Tocate un tema”. Y a veces son dos temas, uno cada uno, y tocábamos con la misma guitarra. Está esa cosa del compartir la música.
Ese camino llevó a Agustín Luna por Europa y, de regreso, a las calles de San Telmo en Buenos Aires. Ahí pudo tocar en la esquina de Humberto Primo y Defensa, pleno corazón del barrio más bohemio de Buenos Aires.
“Toqué en la calle, en la feria de San Telmo, cerca de diez años. Todos los domingos éramos un puesto más de la feria, con sombrillita, los equipos y todo. A las diez de la mañana ya estaban sonando las primeras notas. Y, bueno, Adiós Nonino era un tema que tocaba ahí. Imaginate: turistas de otro lado que van a ver San Telmo, sus antigüedades y sus cosas típicas, y suena Piazzolla. Adiós Nonino lo tocaba diez veces por domingo, más o menos; Libertango otras diez veces más. Incluso los tenía preparados para cuando la gente estaba toda concentrada, cuando se habían juntado muchos y estaban esperando el tema, listos para filmarte; ahí salía con Adiós Nonino. O, por otro lado, cuando la gente está caminando, ahí iba Libertango”, recuerda Agustín. Y agrega: “Tocar en la calle también tiene una contra, que es que, a veces, no te dan bola y sufrís un poco las inclemencias de todo lo que pueda pasar. Pero también tiene una magia muy linda: un valor extra que surge cuando lográs que se arme un público y que se arme algo parecido a lo que pasa en un concierto, aunque sea solo durante uno o tres temas. Esta gente no vino a escucharme y, sin embargo, se está quedando acá y está disfrutando. Es hermoso”.
Agustín Luna es virtuosismo, sensibilidad y emoción. Cualquiera que haya podido disfrutar de sus presentaciones dará fe de esas cualidades. Esfuerzo, estudio y una constante capacitación son el camino elegido para ser quien es y para hacer lo que hace. Como dijo el propio Juan Falú: “En un país de excelencia guitarrística, es un ejemplo a seguir”.
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