Sobre bibliotecas e historias personales (1 de 4)
Las bibliotecas suelen adoptar formas caprichosas, formas que irán mutando, seguramente, con el tiempo, con la mudanza, con la cantidad de libros. Pero esas formas no les quitan su don personal. Resistente y frágil a la vez, un libro, muchos libros, una biblioteca, puede ser una vida, incompleta quizás, pero una vida que posibilitará alcanzar muchas otras. La propuesta es simple, cuatro distintos profesionales muestran sus bibliotecas y su relación con la lectura: una deportista, un abogado, un médico, una periodista abren sus bibliotecas.
Bajo un desorden aparente, en un rincón (sin ser rincón), tienen refugio los libros de Inés Arrondo (exjugadora argentina de hockey sobre césped, ganadora de dos medallas de oro en los Juegos Panamericanos y dos medallas olímpicas en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 y de Atenas 2004. En 2001, obtuvo la medalla de oro en el Champions Trophy y en 2002, logró el título en el Campeonato Mundial disputado en Perth, Australia, junto con las Leonas, para quien diseñó su símbolo).
Una serie de estantes empotrados en la pared son el sostén. Debajo, un escritorio que ahora se muestra vacío por la falta de la computadora de uso diario. Ante la falta, otros libros se han ido amontonando sobre él. Claramente, este es un espacio de lectura, pero también de recuerdos, ya que algunos de ellos se muestran delante de los lomos de los libros en los estantes.
Los títulos se confunden, los géneros y los temas también. Narrativa, deporte, autores locales, extranjeros, mucho de arte, otros sobre historia del peronismo aparecen a simple vista. Cortázar, Klimt, Tolkien, Guerriero, una edición del Nunca Más y Gramsci, Rilke y Haroldo Conti se dejan ver y captan la atención. Una biblioteca que acredita mucho interés y curiosidad, pero también que habla de ausencias.
“El producto de mi carrera deportiva hizo que me fuera prácticamente cada año o cada año y medio cambiando de lugar de residencia, alquilando distintos departamentos o incluso mudándome a vivir al extranjero. Entonces, eso hizo que muchos de los libros que aparecían en mi vida y que iba leyendo, en las mudanzas se fueran perdiendo, incluso algunos prestados que no volvieron”, comienza diciendo Inés Arrondo, parada frente a esa biblioteca que irá de a poco trayendo más y más recuerdos.
Y agrega: “Pero siempre es como que la lectura fue algo que estuvo muy presente en mi vida y me acompañó muchísimo también. Muchísimo tiempo durante mi carrera deportiva estuvo volcado a la lectura”.
– ¿Y de chica tenés recuerdo de cómo era tu biblioteca? ¿Tenías una biblioteca vos o era la biblioteca de tu casa? ¿Cómo fue esa relación de chica con los libros?
– Tenía un estante de libros en mi habitación, donde estaban mis libros de cuentos, de esos tenía un montón, y después había biblioteca de la casa, digamos. Muchos de los libros que había eran policiales, a mi viejo le gustaba leer muchos policiales, y después había títulos variopintos, qué sé yo, de todo un poco. Desde libros de diseño, de arquitectura, porque mis viejos eran arquitectos ambos, hasta novelas y varios más. Mi viejo o mi vieja no me guiaron en la lectura. Sí, es verdad que los veía leer, a mi viejo sobre todo lo veía leer, entonces eso también hace que cuando sos chico te genere intrigas.
Inés se inclina por la lectura desde siempre. “Siempre como que sentí que había ahí una posibilidad de nutrirme y de hasta mejorar como persona, creo, en la lectura; entonces, es como que siempre estaba atenta y viendo qué leer y no tuve nadie que me guiara en qué leer”, confiesa.
Su trayectoria como lectora empezó en su casa, pero siguió en los colectivos para ir a entrenar, el 543, el 563 en Mar del Plata, luego los viajes a Buenos Aires y los regresos a la ciudad, y el encuentro con compañeras que también eran muy buenas lectoras.
Ya con los viajes al exterior comenzaron las mudanzas más prolongadas y también las pérdidas más grandes. Ella no deja de lamentar unas cajas con libros que se han perdido en mudanzas o por haber quedado en algún lugar esperando su regreso. Pero esto no implica cierta nostalgia o demasiado apego. “Siento que es algo que circula. No sé, es como que lo tengo presente a ese libro. No necesito que esté materialmente presente. Es como que es parte de mí. Lo siento ya parte de mí. Siento esa historia como parte de mí, de lo que hasta me configuró como sujeto. Entonces, es como que va más allá de que esté en forma material”, afirma.
La biblioteca está marcada por la variedad, ensayos, novelas breves, pinturas, cuentos. “Disfruto todo”, dice, y aparece uno de los tres nombres que la han marcado como lectora: Charles Bukowski. Recuerda haberlo empezado a leer entrando en la adolescencia y no ha podido dejarlo todavía hoy.
El gusto por la lectura fue empujándola hasta llegar al presente, donde encuentra su espacio y su tiempo para leer durante la noche, antes de dormir, o en los momentos de viaje: “O cuando sé que, por traslado, por lo que sea, voy a disponer de tiempo. Si me voy a algún lado, siempre hay un libro conmigo que me acompaña”, dice y manifiesta que solo hubo un tiempo donde no pudo leer, el tiempo de maternar; ahí no había mucho tiempo para hacerlo y fue un tiempo donde se extrañó el hábito, aunque “No lo viví en forma traumática. Estaba viviendo otras experiencias de la vida que también eran hermosas”.
A Bukowski podemos sumar a Jorge Amado. Hubo un libro que Inés mencionó y rescató del autor brasileño como de esos libros que, de alguna forma, habían influido y le habían marcado cierta necesidad de releerlos: Capitanes de la Arena. Pero entonces, Inés agrega un tercer autor: Ray Bradbury.
– Ahora que hablamos de esto, recuerdo un autor que no había aparecido y que a mí me rompió la cabeza, es Ray Bradbury. Y me leí todos los cuentos de Bradbury, en esa caja había un montón de cuentos de Bradbury, y me fascinó leer ciencia ficción, bueno, Orwell también, o sea, todos esos libros a mí me rompieron mucho la cabeza y pensar en las sociedades distópicas del futuro y ahora estar viviéndolas, haberlo leído hace 20 años… O decir esto no va a pasar porque es ficción. Haberlo leído hace 20 años, o 20 y pico de años, 25 años, ponele, estar evitando ahora mucho de eso que en ese momento me apasionaba por lo ficcional, pero cuentos como La Pradera, por ejemplo, me rompieron la cabeza. Esa lectura, esa literatura, a mí me partió el cráneo, ahora que me lo decís, creo que, por ejemplo, algún libro de cuentos de Bradbury volvería a recuperar para tener, porque no puede ser que no estén acá. De hecho, cuando empecé a leer, los primeros que me compré fueron libros de cuentos de Bradbury, me acuerdo de haberme ido a comprar y volaron también en esas cajas que desaparecieron en las mudanzas.
– ¿Podés estar lejos de tu biblioteca?
– Sí, sé que los libros están en todo el mundo y que cuando los necesite puedo recurrir a ellos. Lo que me pasa, pero no es que me tenga que llevar un libro por el significado del libro, por el contenido del libro, es que cuando me voy de viaje y sé que voy a tener que ir en avión, o bondi, o lo que sea, y me llevo un libro, ahí sí como que siento, me siento medio desprotegida si no hay un libro conmigo para acompañarme en ese momento…
– Sí, qué lindo eso, me siento desprotegida si no tengo un libro…
– Me siento desprotegida si no tengo ningún libro que me acompañe durante tanto, o sea, durante ese traslado y ese momento como de soledad, pero no hay ninguno en particular.
Inés Arrondo fue quien diseñó y dibujó aquellos primeros trazos del logo que identifica desde hace más de 20 años a la selección de Hockey femenino: Las Leonas. Un símbolo que inspira un espíritu guerrero y que ha sido adoptado y respetado por las distintas generaciones que pertenecieron al plantel. Este mismo logo, si bien fue un acuerdo generalizado, surgió del hábito de lectura de la propia Inés.
“Sí, el primer diseño de Las Leonas salió de un libro de arquitectura. La imagen inicial está inspirada en los relieves de los frisos persas, que están repletos de figuras de leonas. Sus rasgos, el estilo del dibujo y las líneas de esas tallas fueron lo que me vino a la cabeza al momento de crear aquella primera leona que apareció en la camiseta argentina.”, narra. Se la ve contenta de contarlo, parece feliz de recordarlo y que todo eso salga en una charla sobre sus libros y su biblioteca.
– ¿Cómo fue que te vino esa imagen a la cabeza?
– Habíamos decidido, que la figura sea esa. Y recordé las leonas que veía de más chiquita en los libros de arquitectura antigua que tenían mis viejos en casa. Entonces, bueno, fue como volver de vuelta a buscarlas. Y aparte con la polenta que tenía ese pueblo persa que eran conquistadores y guerreros…
– ¿Y ese espíritu tenía que trasladarse a lo deportivo, claro?
– Conquistador y guerrero, como nos sentíamos nosotras, así que la leona tenía que tener todo ese componente adentro.
Sus libros de la infancia no están en la biblioteca. Esos están algo alejados, detrás de una puerta, con otras cajas, con otros recuerdos. Aparecen algunos títulos conocidos, el gran detalle es que la mayoría están “intervenidos” por la propia lectora. Dibujos, líneas, pinturas, aparecen a lo largo de cada uno de los libros infantiles.
Los recuerdos siguen apareciendo, sobre todo de los lugares de lectura, pero también de autores y títulos: Rayuela, Un tal Lucas, Historia de Cronopios y Famas, otra vez Bradbury, todo eso quedó en alguna caja perdida en algún lugar, pero bien dentro del espíritu lector de Inés Arrondo.
Para el final, pedimos una confesión:
– ¿Vos creés que tu biblioteca podría confesar algo de vos? ¿Qué podría decir tu biblioteca de vos?
– ¿Qué podría decir? Bueno, que me gusta, que tengo interés por la historia, por la política, por las aventuras y que soy de imaginar bastante también, creo. No sé, me parece que hay un poco de todo eso acá.
Aristóteles decía que las cosas que nos rodean se componen de materia y forma. Borges, por su lado, sostenía que un libro es una cosa entre las demás cosas, pero ahí solo vemos la materia con que está hecho, porque la forma se la dan los propios lectores. Lectores que, como Inés Arrondo, buscan que un libro pueda modificarla como sujeto, que un libro sea el que la proteja en determinados momentos de la vida.
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