Romina, una trabajadora con identidad

8 de Marzo de 2014 11:09

Pedaleaba viento en contra, con una pollera tableada de jean y el pelo recogido. No parecía apurada aunque llegaba tarde a la cita. Después de todo, como dijo, anda en bici porque le gusta que la miren: demostrar que no muerde, que no es un bicho raro, la hace sentir libre. Casi tanto como el día en que hace apenas cuatro años se calzó la primera minifalda y fue, bajo el nombre de Romina Daiana López, a una fiesta por la diversidad sexual en Villa Victoria. Sí, en la Villa Victoria Ocampo. 

Desde entonces, no sin rispideces familiares y varios señalamientos, se define como mujer trans. “Hoy soy lo que siento por dentro, lo que siempre quise ser. Tomé coraje y lo hice, aunque desde los 90 sabía que ese era mi destino, pero vivía en Balcarce. Una amiga que se llama Pamela me ayudó. Llegué a su casa con pantalones y me fui con minifalda y tacos. Me acuerdo que pensé, y sentí, que la persona que había sido siempre se escondió para siempre. Como que se durmió. Y salió la otra persona, Romina, la que tendría que haber salido hace mucho tiempo”, dice y se ríe sentada en la silla de paño donde cada tarde cose para la Cooperativa Textil Claudia Pía Baudraco, para mujeres trans en el barrio Jorge Newbery.

Con esa identidad que ya no existe, además de trabajar como agente de seguridad, Romina estuvo 10 años en el Ejército. Mientras oficiaba de jefa de panificados, se especializó en artillería pesada. Es suboficial retirada desde 2004. Sí, retirada: la Fuerza le respetó su condición de género y le tendió una cama en el pabellón femenino antes de irse.

Tomada de las rodillas, en buena postura, asegura que el qué dirán le importa poco y nada. “A mí no me interesa el que te mira mal, el del codito o el que se te viene riendo y mira para otro lado. A veces me pone nerviosa, es verdad. Pero a esta altura del partido ya no me importa. Yo estoy más tranquila. Viví tantos años pensando en todos los otros…”, reflexiona, y pide que ceben un mate.

Desde julio de 2013 -gracias a la ley de identidad de género- tiene su DNI con el nombre que “le hubiese puesto a una hija”. A Romina le gusta que le digan Romina. A lo sumo Romi. Nada de Ro. Se confunde con Roque o Rodolfo, dice y refuerza así su condición -elegida y luchada- de mujer.

Hasta hoy muchos desconocen que aquel amigo, que ese compañero de trabajo o el camarada del Ejército es feliz -muy feliz- siendo Romina. Quizás se enteren por acá. Tal vez, se la crucen. Como sea, ella seguirá contenta. “Que reaccionen como quieran. Yo voy a seguir siendo así. Soy así”, reafirma y levanta los hombritos.


Foto: Romina Elvira