La pesca exporta más que la carne pero el goteo de trabajadores no se detiene

El año pasado la industria pesquera generó 1978 millones de dólares contra 1298 millones de la carne. Pero casi un 80% es producto de la venta de langostino y calamar que mayoritariamente se exporta congelado a bordo. En Mar del Plata la expulsión de obreros a la calle no se frena.

15 de Febrero de 2018 08:18

Como viene ocurriendo desde hace un par de años, en el 2017 se repitió un fenómeno que quizás pocos conocen: Argentina, el país del asado, el tango y el fútbol, generó más divisas con las exportaciones de productos de la pesca: langostino, calamar y merluza, que con los de la carne: lomo, bife de chorizo y demás exquisiteces.

Los números fríos marcan que entre enero y diciembre del año pasado las exportaciones del sector pesquero alcanzaron los 1978 millones de dólares, un 16,2% por encima de las 1702 millones de dólares registradas en el 2016, de acuerdo a cifras divulgadas por IES Consultores.

El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna informó que Argentina exportó carne bovina por 1298 millones de dólares, un 4% más que en el 2016. Otro brote verde, pero más acotado que el negocio pesquero. En la carne, el valor promedio de las exportaciones registraron una merma del 6% en comparación con el 2016.

La industria pesquera goza de su gran estrella: el langostino patagónico, que generó el 61,8% de las divisas que ingresaron al país. El calamar ocupó el segundo lugar del podio con el 13% de la participación. Más atrás, relegados los filetes de merluza, hubbsi principalmente pero también contabilizan los de merluza austral, negra y de cola. Todas aportaron 235 millones de dólares, el 11,9%.

El volumen que respaldó el crecimiento exportador alcanzó las 466 mil toneladas, un 8,6% más que en el 2016. Mar del Plata recibió casi 390 mil toneladas para consolidarse como el principal puerto pesquero del país, aunque los recursos cada vez se ubiquen más lejos y todo el circuito productivo atado a tierra luzca incompetente.

Como dijimos, las dos mangueras que regaron los brotes verdes de la pesca nacional fueron el langostino y el calamar; cuyo principal forma de exportación es congelado a bordo, sin generar mano de obra en tierra.

La mayor abundancia de calamar generó que los desembarques del molusco crecieran un 65% en relación al 2016. El marisco dejó otra marca histórica: fueron 233 mil toneladas, un 30% más que el año anterior, que a su vez había sido mejor que el 2015.

¿Cómo es posible que con semejantes aumentos en los desembarques de langostino y calamar el crecimiento no fuese mayor? Por la reducción en las descargas de merluza y algunas especies del variado costero, que sustentan el empleo en las fábricas del puerto local.

La merluza hubbsi, por ejemplo, de una captura de 285.954 toneladas en 2016 pasó a 281.108 toneladas totales en 2017. Las mermas  se dieron sobre el efectivo Sur,  un 2,5%, donde la flota congeladora declaró pescar más merluza que la fresquera, repitiendo lo sucedido en el 2016. Otro signo evidente que asistimos a un cambio de modelo del que ninguna autoridad parece tomar en cuenta.

Hace 14 meses el gobierno nacional y provincial, junto con las cámaras patronales y distintos gremios vinculados a la actividad firmaron el Acuerdo Programático Tripartito (APT) en la sede del Consorcio Portuario con la idea de poner en marcha la actividad de la flota fresquera.

Se utilizó apenas la cuarta parte de los 200 millones del fondo fiduciario y para abaratar costos financieros ligados a la producción. El resto ya paga más del 25% más caro el combustible, principal costo de la actividad.

En ese acuerdo la patronal se comprometía a cumplir sus obligaciones fiscales e impositivas, regularizar los puestos de trabajo así como “hacer el máximo esfuerzo” para mantener los ya creados. También dijeron respaldar el trabajo digno, perfeccionando las formas laborales y la prevención de riesgos y accidentes, así como el aporte sostenido a la paz social.

El máximo esfuerzo no impide que el goteo de puestos laborales se haya interrumpido. La semana pasada anticipamos la idea de Valastro de desactivar la línea del fresco. En estos días se conocieron más precisiones. De casi 250 obreros que tenía, apenas queda una cuarta parte.

Como Moscuzza y Solimeno, el acaparador de Nototenias, Valastro es uno de los apellidos ilustres de la industria local. Con buques tangoneros y arrastreros congeladores que han venido maquillando la pérdida de rentabilidad de procesar pescado en tierra.

En Giorno, Ayolas al 3000, el frigorífico que llegó a tener dos turnos de trabajo en la década pasada y emplear a más de 250 trabajadores bajo convenio, hoy los fileteros y envasadoras no tienen nada para hacer, salvo verse las caras de incertidumbre frente a lo que se viene.

La empresa vendió los últimos tres barcos fresqueros que le quedaban y desactivó la línea que procesaba filet de merluza para COTO. La última semana arregló la salida con 7 fileteros y les avisó a los trabajadores de mayor edad que les pagará el sueldo hasta que se jubilen, sin necesidad de concurrir al frigorífico.

Giorno es la última de una lista que comenzó hace 24 meses con el cierre de “7 Mares”, “El Pehuen”, “Bristol”, “Gran Cardumen”, plantas donde precarizaban obreros Juan Bocutti, Roberto Funes y Bastiano Di Scala.

En esa lista aparecen los 50 despedidos en Centauro y los más de 100 que dejó tirado José María Poletti tras el cierre de su frigorífico. Hay que sumar el achique en Loba Pesquera, los expulsados de Chiarco y la agonía de muchas otras plantas donde no es negocio procesar pescado fresco.

Hace dos semanas se presentó en concurso preventivo Frigorífico Del Sud Este, una de las empresas que anima la cámara de frigoríficos exportadores (Cafrexport). Trabajan 100 personas entre los efectivos bajo convenio del sindicato del Hielo y los 51 fileteros, tercerizados en la cooperativa Del Norte.

La cooperativa Mar Adriático procesa pescado para Loba Pesquera y Gavetecco. Son 120 obreros que en los 30 días hábiles que lleva el 2018 apenas trabajaron 4. “Hacen lo que pueden, alguna changa… pero cada vez se complica más”, confió un capataz de la cooperativa.

Al Sindicato Obrero de la Industria del Pescado (Soip) por ahora no se le ocurre salir a contar las miserias que enfrentan sus afiliados y precarizados. Quizás se conforman con renovar los subsidios que bajó el gobierno para mantener una calma cada vez cuesta más mantener.

En el gremio siempre fueron cautos a la hora impulsar medidas de fuerza o movilizar por la precaria situación laboral que vive el sector desde hace dos años.  No quieren que los compañeros terminen en la calle. El silencio del gremio no parece haber sido de mucha utilidad para modificar el destino final de cientos de obreros de un modelo fresquero que agoniza.

Pero brota algo más preocupante: No parece haber quién cierre la canilla para terminar con el goteo.