V de Vendetta, un grito que rompe el frágil silencio
Se conoce como Noveno Arte a las manifestaciones artísticas y culturales surgidas del comic o de las novelas gráficas. La obra de Alan Moore y David Lloyd, V de Vendetta, son dignos exponentes de la mejor literatura.
Hubo excelentes autores y grandes títulos que le abrieron la puerta a las novelas gráficas o comics al mundo de la literatura. De ser una pregunta obligada, sin dudas aparecerán dos o tres nombres fijos y sin menos dudas aun, V de Vendetta de Alan Moore y David Lloyd (DC Comics, Vértigo, 1982-1983, 1988-1989) estará entre ellos.
Dejando las viñetas de lado, el texto propiamente dicho de la historia es uno de los más profundos hasta el día de hoy y uno de los de más autonomía a la hora de ser interpretado por el lector (tenga la edad que tenga).
La historia es impecable, plagada de referencias culturales y con personajes, héroes y antihéroes bien identificados. Toda la carga ideológica y el valor humano están al alcance de la mano, o mejor de la vista del lector, parte más que necesaria para identificar cada uno de los paradigmas que se reflejan en ella. Pero si algo le faltaba a la obra gráfica era la adaptación para el cine que se hizo en 2006. Sin respetar en un ciento por ciento el guión de la historia gráfica (lo que llevó al propio Moore a pedir que lo borren de los créditos), la adaptación inspira igual que la original y agrega la proporción justa de acción para compensar la falta de desarrollo de los pensamientos de los personajes.
La historia se sitúa en un Reino Unido dictatorial y superviviente a una guerra nuclear parcial que ha eliminado casi todo Eurasia y Norteamérica. El Estado es el controlador de todo, con una presencia omnipotente que reprime y maneja a la población, en la figura de una sola persona a quien le responden otras ubicadas en lugares estratégicos. Estas están nominadas con partes del cuerpo y así encontramos a la Voz que transmite lo que el gobierno quiere que se escuche, los Ojos, para que se transmita por televisión solo lo que le gobierno quiere, Dedos, que son las fuerzas de choque policial y de castigo, y la Cabeza, quien ordena y controla a todo el resto buscando disciplinar y manipular a la ciudadanía. Así todo descansa en un solo hombre: Adam Susan.
Ante este gobierno corrupto, abusivo y controlador se levanta el protagonista. El fascismo y el autoritarismo encuentran en V su mejor contracara. Un antihéroe que muchos identifican con un defensor, tan solo, de la libertad y otros con un anarquista, como si una cosa excluyera la otra. Lo cierto es que V busca ser un símbolo para inspirar a otros. Por eso utiliza una máscara de Guy Fawkes, con la que, más allá de la referencia histórica, se busca que detrás de la máscara se pueda encontrar cualquiera de nosotros.
El comic tiene como trasfondo la agitación de conciencias. El protagonista busca devolverle al ser humano su lugar de ciudadano y partícipe de una comunidad, así como que olvidarlo puede generar la manipulación de otros y la pérdida de subjetividad.
El riesgo de los tiranos es que la gente piense por sí misma. V busca que despertemos, pero la gran pregunta es si él cree en algo, si él cree en el resto de los individuos y si estos creen entre ellos que se puede revolucionar el sistema. Su objetivo entonces es incentivar y reivindicar a esa otra fuerza para que se contraponga a los poderes instituidos. Esa otra fuerza es la opinión pública, la misma que sufre el avasallamiento de los tiranos, buscando que su libertad para actuar se transforme en libertad de actuar. “El pueblo no debe temerle a su Gobierno. El Gobierno debe temerle a su pueblo”, dice el protagonista apropiándose de las ideas del comic.
Uno no alcanza, a veces, a comprender que “el de turno” no va a darle más justificación que la que uno pueda darse a sí mismo. La verdad que quiere imponer “el de turno” está sostenida en símbolos. Y esos símbolos son inventados e impuestos, así como sostenidos por ídolos con pies de barro. Por eso en la película, inspirada en la novela gráfica, se dice que “Los símbolos tienen el valor que les da la gente, por sí solo un símbolo no significa nada. El edificio es un símbolo. El acto de destruirlo también. El pueblo da poder a los símbolos. Solo, un símbolo, no significa nada, pero con bastante gente volar un edificio puede cambiar el mundo”. V comienza volando el edificio del Parlamento y luego una estatua que simboliza la Justicia.
El protagonista es un sujeto inspirador. A lo largo de la obra nos damos cuenta de que no sabemos mucho de él, pero infunde todo tipo de sentimientos. Apela a esa parte de nosotros que ha dejado de lado el idealismo. Así dice, “Bajo esta máscara hay algo más que carne y hueso, bajo esta máscara hay unos ideales, señor Creedy, y los ideales son a prueba de balas. Nos dicen que recordemos a los ideales, no al hombre, porque con un hombre se puede acabar. Pueden detenerle, pueden matarle, pueden olvidarle, pero cuatrocientos años más tarde los ideales aún pueden seguir cambiando el mundo".
Toda la obra, gráfica y película, es una invitación al compromiso del ser humano a lo político. Una invitación a no renunciar al pensamiento crítico, a levantar la voz, a elegir y a recordar que el todo es la suma de sus partes. Quizás en ella encontramos algo que nos ayude a orientarnos en la realidad. Quizás confirmemos que la verdad, manifiesta o secreta, coincida con el mundo y lo que queremos de él. ¿Hay una cualidad de la realidad o es de la relación que entablo con ella? Se trata de buscarla, de pelear por ella. De reconocer el mundo como algo para crear o solo como algo destruido. "La anarquía tiene dos caras: la creadora y la destructora. Así, los destructores derriban imperios: crean un lienzo de escombros sobre el que los creadores pueden pintar un mundo mejor. Mas, una vez obtenido, los destrozos tornan irrelevantes las nuevas ruinas." Dice V.
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