Nueve mujeres, una colecta y más de 400 reliquias: la historia de la Catedral y su cripta

Fue construida a comienzos del siglo pasado  materiales y mano de obra calificada traída de Europa.

25 de Agosto de 2019 08:13

Fotos: Romina Elvira

La basílica de San Pedro y Santa Cecilia -o simplemente, la catedral- de Mar del Plata es un lugar de referencia para locales y turistas. Ubicada en San Martín, entre Mitre y Pasaje Catedral, en pleno centro de la ciudad, es escenario no sólo de las principales celebraciones católicas, sino también lugar de encuentro para todo tipo de manifestaciones, campañas solidarias, intervenciones artísticas o actividades impulsadas por el municipio, entre otras. También es utilizada por decenas de personas que viven en la calle y encuentran allí un reparo en el que protegerse de las bajas temperaturas. Pero más allá de todo, es una postal imprescindible e ineludible para quien visita la ciudad. De hecho, la torre del campanario, de 60 metros de altura, se puede observar a varias cuadras de distancia.

Ahora, ¿cuál es la historia de este edificio fundamental para el patrimonio arquitectónico e histórico marplatense? Todo arrancó a comienzos del siglo pasado, momento en el que la población de Mar del Plata registró un crecimiento exponencial en poco tiempo: la villa balnearia fundada en 1874 pasó de tener aproximadamente 4.030 habitantes en 1881 a 8.175 residentes permanentes hacia 1895. En es ese marco un grupo de apenas nueve mujeres provenientes de las familias de tradición católica más adineradas del incipiente pueblo plantearon la necesidad de construir un nuevo templo, debido a que la capilla de Santa Cecilia, ubicada en la loma que lleva el mismo nombre, empezaba quedar chica para la cantidad de fieles que asistían a misa. 

Los debates entre las chicas -que se desarrollaban en el Hotel Bristol y entre las que se encontraban María Luro de Chevalier, hija de Pedro Luro- derivó en una nota presentada ante el intendente municipal de ese entonces, Clemente Cayrol, en la que pidieron autorización para construir una capilla más grande. Pronto, la familia Peralta Ramos donó el terreno en donde el 18 de enero de 1893 se colocó la piedra fundamental del templo de estilo neogótico, cuya construcción estuvo a cargo de Adán Gandolfi, y bajo la dirección de Pedro J. Benoit. 

La nueva catedral se pudo erigir gracias a una gran colecta que permitió recaudar importantes donaciones de parte de varias familias locales y de la elite porteña, que no escatimaron en gastos a la hora de comprar los materiales en Europa e, inclusive, contratar mano de obra calificada. 

Sin ir más lejos, casi la totalidad de los 29 vitrales en los que se representan distintos pasajes del Evangelio fueron traídos en 1904 desde la casa Marechal et Champinelle de Metz, Francia, y son considerados por los especialistas la vidriería más importante del país. Su belleza queda a la vista apenas uno ingresa a la catedral.

Los mosaicos del piso, en tanto, fueron fabricados en la casa Mixton &Co de Stoke Upon Trent, de Inglaterra, y arribaron a Mar del Plata en 1902. Junto al material llegaron también obreros que garantizaron su correcta colocación. Una parte de esos pisos color terracota y amarillo fueron reemplazados durante un restauración que se hizo en la catedral y reemplazados por pisos de origen nacional. Lo mismo sucedió con las tejas del techo, originarias de Viena, y que fueron donadas por el matrimonio Fernández Anchorena, que también contrataron obreros para que las colocaran sobre una superficie total de 1340 metros cuadrados

Si bien la obra demoró doce años en finalizarse (1905), a fines de enero de 1897 ya se había celebrado la primera misa en la catedral San Pedro, en honor a Pedro Luro, uno de los principales impulsores de la fundación de Mar del Plata y quien había muerto en 1890. El nombre de Santa Cecilia se le agregó más tarde y fue en homenaje a Cecilia Robles, esposa de Patricio Peralta Ramos y cuyos hijos habían cedido las tierras para que se erigiera la flamante iglesia. 

 

Santos, vírgenes y un título nobiliario emitido por el Vaticano

Al ingresar a la catedral por la puerta central -tiene tres accesos- es posible apreciar la magnitud de la obra arquitectónica. De frente, sobre el retablo del altar mayor, sobresale la figura iluminada de Cristo crucificado. Sobre él, las estatuas de la Virgen de Luján y San Pedro; mientras que a los costados están las figuras de Santa Casiana y Santa Juana de Chantal.

También aparece la imagen de la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores y dos relieves que hacen referencia a “la tempestad calmada” y “la pesca abundante”, ambos pasajes del Evangelio que fueron elegidos para esta iglesia por la ubicación costera de Mar del Plata.

El dibujo que se forma en la carpeta de piso inglés -similar al que se usa en las catedrales góticas inglesas- tampoco estuvo librado al azar: aparecen allí la flor de lis que representa la trinidad y la flor de cinco pétalos, uno por cada llaga de Cristo. 

La catedral marplatense tiene además la particularidad de contar con un blazón, un símbolo que le da el título honorario de basílica. Este reconocimiento de valor nobiliario fue otorgado por el Vaticano en 1924, al cumplirse 50 años de la fundación de la ciudad y es la única que lo posee en Argentina.

El altar basilical está compuesto por un mármol de pieza entera con cuatro cruces que representan a los evangelistas Juan, Lucas, Marcos y Mateo. Para los católicos, la misa se celebra en ese lugar propio de los ángeles y los santos, y se considera que los cristianos que están en la tierra son ‘militantes’; los que se encuentran en el purgatorio conforman la ‘iglesia purgante’, mientras que los que ya llegaron al cielo constituyen la ‘iglesia del triunfo’. Así, entre esas paredes que llevan más de un centenar de años erguidas, los cristianos se reúnen cada día para alabar a Dios padre.    

De cara a la puerta principal, a la izquierda se ubica el altar del sagrario, un espacio diseñado en contraste con el resto de la edificación. Ahí se encuentra la imagen de la Inmaculada Concepción, que fue tallada en madera de algarrobo en el Astillero Contessi, luego de que el retablo original fuera destruido por el fuego en 1959. ¿Un atentado o profanación? No, velas. La imagen de la virgen no es la que se conoce habitualmente, sino la que se utilizaba hace quince siglos atrás.

A lo largo de toda su historia, la catedral debió ser restaurada en varias oportunidades. Se arreglaron los techos y zinguerías, se impermeabilizaron las maderas de las cabriada y tirantes y se mejoraron las instalaciones del presbiterio y el altar mayor. También se debió reforzar el entramado de madera que sostiene las cinco campanas del templo y se repusieron accesorios metálicos que se habían desgastado. Al momento de reparar el piso se mandó a fabricar  baldosas con motivos similares a las originales y se reciclaron otras. En este momento, entre la cúpula y el piso, hay colocada una red protectora en caso de desprendimiento de mamposterías.

 

Una cripta con más de 400 reliquias

En 1920, 15 años más tarde de la culminación de obra del templo, se construyó la cripta, justo debajo del altar mayor del templo. Ese espacio oculto, ubicado en el subsuelo, y por el que se accede a través de pequeñas puertas situadas en los laterales del altar principal, resguarda una enorme colección de reliquias autenticadas, la mayor que existe en todo el país. Allí también yacen los restos de monseñor Enrique Rau, primer obispo de la ciudad.

Las reliquias son, ni más ni menos, restos óseos de santos o mártires, es decir, personas que dieron su vida por la fe en Cristo, según la liturgia cristiana. El Vaticano comenzó a enviarlas entre 1910 y 1920 para dar cumplimiento al mandato que indica que no se debe dar misa -el rito más importante que tiene la iglesia católica- si no hay reliquias de los mártires debajo de los pies. Esta tradición tiene su origen tras la muerte de Cristo y con el comienzo de la persecución a los cristianos que, aunque en formas alternadas, se mantuvo hasta el siglo IV: acechados por el Imperio Romano, se escondían y se llevaban consigo los cuerpos de los mártires. Sin embargo, se puso en práctica de manera oficial después del descubrimiento de América. 

La colección llegó a superar las 400 piezas pero una profanación a la cripta en octubre de 2013 provocó importantes pérdidas: durante el hecho se robaron, entre otras, los restos de Santa Cecilia, patrona de Dióscesis de Mar del Plata.

Justo detrás del altar principal de la cripta se encuentra el monumento funerario con la imagen de Santa Cecilia, donado por los Peralta Ramos. En los laterales, conservadas en urnas o en relicarios (una especie de vitrinas pequeñas) se encuentra el resto de las reliquias, la mayoría correspondientes a la primera época del cristianismo y algunas bastante extrañas. Tal es el caso de las reliquias de Justino, un filósofo pagano del siglo II que se convirtió al cristianismo y trató de convencer a los emperadores de que no eran peligrosos. Pero no tuvo suerte: no sólo fue escuchado, sino que Marco Aurelio lo mandó a matar en el año 65.

Otro cofre de madera contiene 13 reliquias, entre ellas, las de San Valeriano (esposo de Santa Cecilia), la de su hermano Tiburcio y la de Santa Rosalía. Al lado se hallan los restos de Severo, un obispo de Barcelona que, tras una larga persecución, fue asesinado en el año 306 junto a todos sus sacerdotes. Sus restos llegaron a la ciudad en 1912.

También se encuentra parte del cuerpo de Donato, un soldado medieval del año 1200, época en la que las persecuciones a los cristianos se profundizaron y se considera que dio la vida por Cristo. Otra víctima de aquella época fue Santa Gracia, una niña cuyos restos yacen detrás del altar y sobre el cual se colocó un monumento funerario con la figura de una nena de pocos años de vida.

En uno de los dos los relicarios que hay en la cripta se guardan objetos más pequeños correspondientes a 191 santos -San Apolonio (santo de los odontólogos y la única de esas características que hay en América), Santo Tomás de Aquino y San Antonio de Padua, por ejemplo); mientras que en el otro había 196, pero la mayoría fue robada y presuntamente comercializada en el mercado negro. 

El altar de madera, modesto, también tiene su historia. Es el que utilizó monseñor Rau y allí, el 20 de diciembre de 1964, se dio en Argentina la primera misa con el cambio de normas que impuso el Concilio Vaticano: de frente, de cara a los fieles, y en el idioma local en lugar de latín.