Gonzalo Domench, el cura que canta, baila y hace humor en Tik Tok

El sacerdote de la diócesis de Mar del Plata explota una faceta descontracturada con videos en donde se divierte al ritmo de la cumbia y el reguetón. "Sé que nadie se va a encontrar con Dios en Tik Tok pero es una forma de instalar el tema", asegura, a 0223.

"Creo en otra Iglesia; en una Iglesia cercana y normal", sostiene el joven de 33 años. Foto: prensa Obispado.

6 de Octubre de 2021 18:06

Se calza la camisa, se acomoda el cuellito blanco, activa la cámara del celular, demora unos segundos en verificar el ángulo, en corroborar que no se pierda del cuadro la imagen de Jesús colgada sobre la pared, y comienza a grabarse. Puede bailar una cumbia tropical, moverse al ritmo del clásico ochentoso Red Red Wine en formato electrónico, hacer karaoke con el reguetón Me niego a perderte, o protagonizar un mini sketch sobre confesiones cristianas con los gritos de María Elena Fuseneco de fondo. Así es el perfil de Tik Tok de Gonzalo Domench, el cura “personaje” de la diócesis de Mar del Plata que marca tendencia en redes.

Con treinta y tres años, el hombre de fe se encuentra desde diciembre en la parroquia Santa Teresita de Necochea, donde supo ser administrador parroquial hasta que a mediados del mes pasado fue confirmado como párroco. El regreso a las tierras de origen se da tras un largo recorrido por “La Feliz”: en la ciudad, hizo el último año de formación del seminario para convertirse en sacerdote y una vez que completó los estudios peregrinó dos años más como vicario en las parroquias Cristo Rey, de Camet, y Padre Pío de Pietrelcina, al sur. La parada final fue la Iglesia Catedral, a donde lo trajo el Obispo Gabriel Mestre en marzo de 2020, casi al mismo tiempo de la llegada del Covid-19.

Justamente, la pandemia fue una de las razones que llevó a Domench a descubrir su espíritu “tiktoker”. Las restricciones sanitarias que impuso el Gobierno alejaron por un lapso prolongado a los fieles de los espacios religiosos pero en el joven de Quequén nunca se apagaron “las ganas de anunciar a Jesús”. “Eso está siempre en mi corazón, y como la pandemia nos encerró, encontré en las redes un espacio para tratar de llegar a más gente”, explica, y aclara: “Estoy cien por ciento convencido de que nadie se va a evangelizar o se va a encontrar con Dios por un video de Tik Tok pero es una forma de instalar el tema”.

El hombre, de todos modos, no se considera un “cura tiktoker” porque entiende que hay otros pares suyos que “lo hacen bien y de verdad” y resume su actividad en la popular app asiática –de crecimiento exponencial en el 2020 y con más de 800 millones de usuarios activos en todo el mundo– a un “hobbie” que representa “menos de una milésima parte” de su vida. “En la pandemia tuve una actividad un poco más fuerte en Tik Tok pero desde que me hicieron párroco creo que subí tres videos. Por suerte, tengo un montón de laburo y las redes a veces demandan un tiempo que no tengo”, comenta.

 

“En la redes abundan muchas cosas negativas, mucho hater, mucha violencia y critica, y la idea es llevar un poquito de Dios a esos lugares, y poder compartir lo que estoy viviendo; a veces la Iglesia tiene un estigma que es fruto de nuestra mala historia, de malos testimonios, y lo que quiero demostrar es que yo creo en otra Iglesia, en esta Iglesia que es cercana y normal. A mí me hace mucho bien poder mostrarme como un cura normal. Soy un joven como muchos otros de mi edad pero creo en esto y eso es lo que me lleva a anunciarlo”, sostiene, en una entrevista con 0223.

En su cuenta (@pgzonadomench), el cura acumula poco más de cuarenta publicaciones en donde muestra una faceta humorística y un perfil claramente descontracturado, aunque no deja de lado los detalles: en casi todas las mini producciones que comparte en Tik Tok, no abandona la vestimenta tradicional que lo identifica como instrumento de Dios y mantiene en escena una imagen de Jesús, que suele usar como referencia para los videos. “Yo quiero mostrar a Dios siempre pero con alegría y de manera relajada, sabiendo que Dios busca llegar a todos: no solo al que piensa como yo, al que va a la Iglesia, al que va a misa los domingos, porque a esa gente ya llegan todos los curas, y a mí lo que me interesa es llegar a otra gente”, afirma.

“En la diócesis hay varios curas jóvenes, y cada uno tiene su carisma. Y bueno, lo que tengo yo es que soy re cararrota”, sintetiza, entre risas, y sostiene: “A mí no me afecta el hater, lo que diga la gente, y como tengo cara de piedra me mando. Tengo treinta y tres años y me encanta bailar como a cualquier joven, tratar de romper esquemas, y por eso vi en Tik Tok una herramienta para poder anunciar y demostrar un poquito mí forma de ser. También lo hago porque me divierte. Es algo que me gusta y me siento cómodo haciéndolo. No es un esfuerzo ni un sacrificio”.

Domench asegura que encuentra respaldo y repercusiones positivas por su trabajo en redes dentro de la comunidad religiosa. De hecho, dice que el último video que compartió hace una semana sobre los tres puntos de la cuarta carta pastoral del Obispo, que también se difundió en las redes de la diócesis local, se lo pidió el mismo Mestre. “Cuando se me ocurrió arrancar con esta idea, yo ya estaba en la Catedral, que es donde vive el Obispo. Y los primeros videos que hice se los fui mostrando a él y se mataba de risa. Todos los curas me conocen por ser ‘medio personaje’ y no esperaban otra cosa de mí”, confía.

Heredero de la “renovación”

El tercer punto de la carta pastoral habla de “motivar la renovación”, y es uno de los aspectos que Domench toma como propio para refrescar la cara de la Iglesia en tiempos donde la desinstitucionalización de la fe asoma como un fenómeno social cada vez más marcado. “Yo crecí en una iglesia ya renovada, y me enamoré de esta iglesia cuando tenía 15 años. Quizás le cuesta verlo a la gente que no va tanto a la parroquia, pero internamente hay muchos aspectos que gracias a Dios se van renovando y aggiornando”, insiste, y grafica: “Yo no sé si podría haber estado haciendo estos videos hace treinta años”.

En ese sentido, el sacerdote resalta la nueva impronta que impuso el Papa Francisco desde su elección en 2013 para conducir los destinos del Vaticano. “Todavía faltan muchos cambios  pero una pauta importante ya la da el Papa que tenemos. Si Francisco viene a renovar la iglesia, entonces de arriba para abajo se hace todo mucho más fácil. A mí hoy me toca ser heredero de un trabajo que viene de antes, que no arranca con un video mío sino que esta renovación ya viene planteada hace varios años. Yo soy hijo de esta generación. Todas estas cosas para mí son contemporáneas. Quizás puede ser más difícil adaptarse para un cura de setenta años, que nació en otro contexto”, aclara.

El cura de Necochea entiende que el Obispo marplatense está a tono con la misma línea de renovación y lo distingue como un hombre “aggiornado, muy cercano, y sin tapujos para hablar de cualquier cosa”. “Cuando a Gabriel lo eligieron como Obispo, tenía menos de cincuenta años. Es un tipo que sale a nadar, que toca la guitarra, y hasta podemos llegar a salir a tomar una birra con él en algún barcito. Somos gente normal. Y que el Obispo sea muy renovado, también ayuda a que haya una renovación general: si hay autoridades que te acompañan, que no tienen vergüenza ni miedo a meterse en temas complejos, entonces yo también me meto”, razona.

Servidor de la alegría

Cuando se ordenan, los curas deben elegir un lema y el lema elegido por Gonzalo Domench fue “Servidor de la alegría”, algo que también utiliza como carta de presentación en redes. “En realidad hay un salmo que dice en un versículo ‘Servir al señor con alegría’, y yo lo apropié y lo readapté a ‘Servidor de la alegría’. Sé que no es una realidad porque muchas veces no estoy así pero sí lo tomo como un horizonte y un deseo en la vida. El servicio y la alegría son dos palabras que también me parecen fundamentales en la vida de un cura”, explica.

Para el representante de la Iglesia Católica, la alegría es un “motor diario” que ayuda “a mirar para adelante”. “Una de mis características es estar siempre alegre, más allá de que me pasan cosas. Hace dos meses perdí mi a papá, falleció de improvisto de un infarto, y me pasan cosas como a todo el mundo, pero hay una alegría que es superior al resto”, insiste, y ratifica: “Nosotros anunciamos la buena noticia de Jesús, y una buena noticia se tiene que anunciar con alegría porque es algo bueno. Nunca Dios puede transformarse en algo tenebroso, en algo lúgubre, para mí es una fiesta, la fiesta de Dios, la fiesta de esa alegría, y la transmito desde ese lugar”.

Contador (de chistes)

Domench descubrió su vocación entre los diecisiete y los dieciocho años. Hasta esa edad, “no tenía pensado ser cura” y reconoce que la decisión final desató en él un profundo “conflicto” interno. “Yo decía que iba a ser contador y mi amigos decían que iba a ser contador de chistes porque siempre fui gracioso. Todos se reían porque se imaginaban que iba a terminar de cura. Y cuando al final me di cuenta de que Dios me quería cura, entré en conflicto conmigo porque no era lo que pensaba para mí pero al mismo tiempo me daba cuenta que esto me hacía feliz. Y era como algo interno porque decía quiero pero no quiero”, recuerda, sobre sus inicios.

El párroco asegura que la experiencia que vivió de adolescente en la parroquia a la que asistía en Quequén fue una de las principales razones que lo llevó a inclinarse por la vida sacerdotal. “Me acuerdo que había muchos pero muchos jóvenes en esa parroquia, más de cien, y yo crecí en ese ambiente juvenil. Teníamos un merendero, íbamos todos a la parroquia y a la noche salíamos también todos juntos a bailar. Siempre vivimos la parroquia como algo lindo pero a la vez normal; nunca nos sentimos separados de la ‘juventud normal’”, comenta.

Entre esos recuerdos, evoca la figura de un “cura muy piola” que había dentro de la parroquia quequenense. “Ese cura siempre valoraba nuestros aportes y nos hacía sentir re importantes. A mí me gustaba mucho ese ámbito de cercanía y quería que todas las parroquias fueran iguales pero me daba cuenta que todos los curas no eran así.  Yo ahí empecé a sembrar ese sueño re lindo de que haya parroquias en las que todos tengamos lugar y el deseo por un mundo más justo y mucho más fraterno”, señala, y aclara: “No es que solo íbamos a la parroquia a rezar y tocar la guitarra sino que nos comprometíamos con la realidad de los barrios”.

Como ejemplo de la labor social en la que colaboraba desde adolescente, cita el hogar de tránsito que se creó en 2004 para acompañar a menores embarazadas en situaciones de vulnerabilidad social. “Quequén es un pueblo chiquito y en ese momento no se hablaba de feminismo ni de empoderamiento de mujeres ni de acompañar a mujeres vulnerables pero nosotros abrimos el espacio porque no podíamos dejar solas a esas pibas que con catorce años quedaban embarazadas. Esa experiencia fue muy fuerte para mí y se fue formando en mi corazón. Aprendimos juntos esto de ser mamá, de ser tíos, de conseguir cosas, de poder mejorar la casa y hacer una piecita más, y de acompañar en la maternidad”, expresa.

Recibir la vida como viene

Hoy, además de estar al frente de la parroquia Santa Teresita de Necochea, el cura acompaña como capellán diocesano al movimiento de los Scouts y también atiende en un colegio de Fernández, una localidad que tiene a 90 kilómetros de distancia. Cuando estuvo en Mar del Plata, también supo intervenir directamente en diversas labores sociales: a través de la parroquia Padre Pío de Pietrelcina, se involucró con la comunidad del basural y luego acompañó la creación del Hogar de Cristo, un espacio de contención y asistencia “para pibes y pibas con problemas de consumo”.

Desde que se formó como cura, Domench dice que siempre trató de “estar cerca de la gente y sobre todo de aquellos más vulnerables” e insiste en la importancia de que las parroquias abran sus puertas a las personas que acusen alguna necesidad o problemática para que puedan "sanar". “Me ha tocado siempre acompañar situaciones de mucha vulnerabilidad, de drogas, de pobreza, de violencia. Es un ámbito en el cual me siento muy llamado por Dios a poder acompañar y estar cerca”, remarca.

“En el Hogar de Cristo tenemos el lema ‘Recibir la vida como viene’ y yo lo abrazo como un horizonte grande en mi vida, sabiendo que a veces la vida no viene bien: a veces la vida viene con mucha herida, mucho dolor, mucha violencia, mucha droga… Me parece importante poder recibir siempre la vida, sea como sea, venga como venga, y a todos y todas, que en nuestras parroquias podamos recibir, acompañar, y ayudar de a poco para que esas vidas que recibimos puedan ir sanando y acompañando. Es un sueño honesto de una iglesia para todos, no para los que piensan como nosotros o los que tienen nuestras mismas convicciones, sino que todos y todas tengan un lugar en nuestras comunidades”, apunta el sacerdote, como principal ambición.