“Tiro a la paloma”, el deporte que la aristocracia practicaba en Mar del Plata a comienzos del siglo pasado

La práctica se popularizó entre los jóvenes de la elite porteña que descansaban en la incipiente villa balnearia. Cómo y quiénes fueron los impulsores de un deporte que despertó rechazo por su crueldad.

(Foto de Marta Menéndez en fotosviejasdemardelplata.blogspot.com)

23 de Junio de 2021 09:04

El “tiro a la paloma” o “tiro al pichón” fue, desde mediados del siglo 19 y hasta ya entrados los primeros años del 21, una práctica que se desarrolló en medio de fuertes controversias. Consistía en liberar las palomas dentro de un espacio en forma de abanico, para que el tirador las derribara con una escopeta u otra arma de fuego. La actividad implicaba no sólo matar la mayor cantidad de aves posibles, sino también lograr que cayeran dentro de un perímetro establecido. Para que a la hora de ser soltadas estuvieran desorientadas y se facilitara la tarea a los cazadores, las aves permanecían desde el día anterior apiladas en pequeñas jaulas y sin ningún tipo de alimento. Estas competencias comenzaron a popularizarse en Londres y desde allí se extendieron por Reino Unido, Francia y España. 

A la Argentina llegó recién a fines del 1800 y Mar del Plata tuvo un papel fundamental en ese sentido: en esta ciudad se fundó en 1890 el Pigeon Club Argentino, la primera sede de la institución que promovía el deporte en el país y que presidió Pedro Olegario Luro, hijo de uno de los principales los impulsores de la pequeña villa balnearia. A partir de la llegada del ferrocarril, en 1886, la aristocracia porteña empezó a viajar con mayor frecuencia a descansar en Mar del Plata. En ese entonces -reconstruye Fe­li­pe Ama­deo Las­tra en su li­bro “Me­mo­rias del 900” (editorial Huemul), el único medio de transporte que existía era el tren que sa­lía de Cons­ti­tu­ció­n y sólo dos ho­te­les, el Bris­tol y Gran Ho­tel.  “Los de­más eran fon­das co­mo to­das las de los pue­blos de cam­po. Ca­sas par­ti­cu­la­res de fa­mi­lia que tu­vie­ran sus re­si­den­cias de ve­ra­no eran con­ta­das, no cree­mos que pa­sa­ran de una do­ce­na”, sostiene el historiador. 

En ese contexto, la vida se limitaba a hacer pa­seos por la ram­bla, al­muer­zos al ai­re li­bre, ca­rre­ras de bi­ci­cle­tas y, por supuesto, practicar el “tiro a la paloma”. La actividad tuvo gran aceptación entre personajes jóvenes, como era el caso de Sa­tur­ni­no Un­zué, Raúl Che­va­lier, Sa­muel Ha­le Pear­son, Ma­nuel Ace­ve­do y los hermanos Pe­dro Olegario, Adol­fo y Car­los Lu­ro. Incluso, el broche de oro de la temporada era el Pre­mio In­ter­na­cio­nal del Ti­ro a la Pa­lo­ma, evento que generaba un importante movimiento económico producto de la venta de pa­lo­mas, car­tu­chos, en­tra­das y apues­tas.

El Pigeon Club de Mar del Plata funcionaba en una quinta ubicada entre las actuales ca­lles Ro­ca, Ro­drí­guez Pe­ña, La­ma­drid y Sar­mien­to, en pleno barrio Divino Rostro. Hasta que en 1901 se tras­la­dó a la man­za­na ubi­ca­da en la ca­lle Al­ma­fuer­te, en­tre Sar­mien­to y Al­si­na, lo que motivó que el sector que pasara a ser conocido como “la lo­ma del ti­ro a la pa­lo­ma”. A partir del 27 de enero de 1929, el club volvió a mudarse, esta vez, a unas instalaciones situadas al lado del Torreón del Monje. Las crónicas de la época señalan que gran parte de las aves caían al mar y flotaban en el oleaje; las que sobrevivían eran utilizadas a la semana siguiente y las que morían en tierra se donaban al Asilo Unzué.

Mientras en Gran Bretaña la actividad llevaba varios años prohibida por su crueldad animal, la Sociedad Protectora de Animales también hacía su cruzada en contra del “tiro a la paloma” en la Argentina. La organización, creada en 1869 por el sobrino de Domingo F. Sarmiento, Ignacio Lucas Albarracín,  fue promotora de distintas leyes y ordenanzas en ese sentido. 

Ante el repudio que generaba la práctica, en 1888 se propuso utilizar un pi­chón de por­ce­la­na y utilizar un dispositivo para lanzarlo al aire, tratando de imitar el vuelo de un ave real. Pero la iniciativa no tuvo buena recepción entre los tiradores acostumbrados al vuelo zigzagueante de las palomas, que le agregaba cierta dificultad a la actividad.

Si bien el Congreso Nacional sancionó en 1891 la denominada “Ley Sarmiento” (2786), que establecía multas económicas para quienes ejercieran maltrato animal, el “tiro a la paloma” siguió en vigencia. Inclusive, hacia fines del 1800, el auge del polémico deporte se trasladó a Ca­pi­tal Fe­de­ral: la derogación de una or­de­nan­za que pro­hi­bía la ma­tan­za de ani­ma­les habilitó el surgimiento de otros clubes similares al Pigeon Club de Mar del Plata. Una vez más, Pedro Olegario Lu­ro trabajó arduamente para crear una nueva sede de la entidad que ya funcionaba en nuestra ciudad. 

En 1947 y por decreto, el presidente Juan Domingo Perón autorizó la realización de “tiro a la paloma” en polígonos fiscalizados por el Ministerio de Guerra, por considerarla necesaria “para fines de la defensa nacional”. Al mismo tiempo, la normativa ordenaba que las palomas abatidas fueran destinadas a hospitales o asilos “para alimentación de enfermos”.

Ocho años más tarde, la sanción de una nueva ley, la número 14.346, estableció la prohibición de todos aquellos actos que pudieran causar daños, torturas y muerte a los animales. Sin embargo, según organizaciones defensoras de los derechos de los animales, la práctica de tiro con blancos móviles siguió adelante durante medio siglo más: recién en 2003 la provincia de Buenos Aires prohibió la actividad mediante la ley 11.406, aunque la legislación se reglamentó y aplicó en 2015.