Hugo Artaza, el tucumano que desde 40 años hace bailar a todos en la Rambla

El artista callejero llegó con su guitarra a Mar del Plata en el verano del '82 y no se fue más. Desde entonces, todos los días convoca a turistas y locales a bailar clásicos de todos los tiempos en la explanada ubicada frente a la Playa Popular.

1 de Febrero de 2022 08:32

Todos los días, cerca de las 11, Hugo Artaza (69) se ubica en la explanada de la Rambla, frente a la plazoleta Almirante Brown, en medio de los dos lobos de piedra y despliega sus herramientas de trabajo. La puesta en escena es minimalista: un equipo de sonido portátil sobre una mesa plegable, dos bafles y una sombrilla para contener el sol de enero. Sin embargo, una hora después, el show de “El Tucumano” será el gran atractivo para turistas y marplatenses que pasean por la Playa Popular. 

Artaza llegó a hacer temporada a Mar del Plata hace cuarenta años y no se fue más. Oriundo de Tucumán, el hombre que hoy está jubilado pero dice haber vivido siempre de la música, viajó a la ciudad con la intención de ganar algún dinero extra cantando en la Rambla marplatense. Sólo con una guitarra, probó suerte, le fue bien y se quedó. Acá formó su familia (esposa y tres hijos) y mantuvo la rutina de shows al aire libre durante la temporada alta y en eventos privados el resto del año. Su compañera y sus hijos lo siguieron: todos los días del verano, a partir de las 15.30 se presentan en el mismo lugar para compartir su música.

Hugo lleva pantalón de vestir, camisa, pulóver, sombrero, un pañuelo al cuello para evitar que el viento del mar le dañe las cuerdas vocales y alpargatas que le garantizan comodidad durante las dos horas que dura su espectáculo. Desde que empiezan a sonar las primeras pistas sobre las cuales cantará desde temas románticos de las décadas del ‘60 y ‘70 hasta cumbias y cuartetos de la “Mona” Giménez, “El Tucumano” se adueña de la explanada; la recorre, improvisa algunos pasos y, si la canción lo amerita, se anima a dar algunos saltitos al momento del estribillo.  

El cantante callejero conoce bien la dinámica del lugar. Al principio se acercan algunos curiosos que, una vez que logran vencer la timidez, se ubican en lo alto de las escalinatas. Otros, después de dos o tres temas, siguen su rumbo. Por eso, Artaza se reserva para el comienzo los temas melódicos: Nino Bravo, Sandro, el eterno “Resistiré” de Estela Raval. Al promediar la primera hora de espectáculo, el público alcanza la treintena de personas y Artaza ya está en condiciones de iniciar el set de cumbias de todos los tiempos y, si tiene suerte, sacará a alguien a bailar. Antes, se toma unos segundos para avisar que pasará su gorra -en realidad, es una vieja cartera de cuero negro- para recolectar el dinero que la gente pueda o quiera aportar y pide un único favor: “El que no pueda o no tenga, no se vaya, quédense a disfrutar igual”. 

Tras entonar temas de Antonio Ríos y Leo Mattioli, se escuchan los primeros acordes del “Bombón asesino” de Los Palmeras y una pareja de jubilados se atreve a romper el hielo y baja a bailar a metros de Artaza que, por momentos, parece cantar sólo para ellos. 

Después del mediodía, cuando el flujo de personas que llegan y se van de la playa aumenta, el cantante invita a los transeúntes a cruzar bailando por ese escenario improvisado de cara al monumento a Brown. Algunos con más entusiasmo, otros con algo de pudor, pero la mayoría trata de cumplir con la consigna. Una pareja deja sus reposeras y bolso playero al cuidado de una mujer y se queda a bailar. Un rato después, le piden a una chica que los grabe con el celular para mostrarle a la familia cuando regresen de sus vacaciones. Se toman de la cintura, giran y miran siempre hacia el sol; como si estuvieran solos en el mundo. 

Sobre el cierre, Artaza hace sonar las pistas del clásico cordobés Miguel “Conejito” Alejandro y hasta los más tímidos acompañan con palmas desde las gradas. Se acerca el final pero antes, hay una nueva ronda con la carterita de cuero negra entre el público. Todos dejan algo -lo que pueden- y agradecen. Durante la recorrida, dos mujeres le piden una foto a “El Tucumano”, recuerdan haberlo visto en su show en Chaco, algunos veranos atrás. De fondo, un tema de Antonio Ríos mantiene vivo al ambiente de alegría y baile familiar que el cantante callejero se esforzó por generar hace ya más de dos horas atrás; como cada día de los veranos de las últimas cuatro décadas.