Si volvieran los dragones
Casi todas las culturas reconocieron la figura simbólica del dragón. Algunas los cargaron de negatividad y otras no. Lo cierto es que sobrevivió al paso del tiempo y hoy se reconoce su imagen en todo el mundo.
En la mayoría de las culturas de toda la historia de la humanidad, el dragón fue una figura simbólica. Especie de animal fantástico e híbrido, conformado por distintos elementos tomados de animales. Especialmente agresivos y peligrosos como la serpiente, el cocodrilo, los leones y/o animales prehistóricos, el dragón fue para muchos pueblos de la antigüedad el enemigo primordial a derrotar como prueba del héroe: Apolo, Jasón, Heracles, San Jorge, San Miguel Arcángel, entro otros.
Figurativamente se nos presenta como un guardián severo o como símbolo del mal y de las tendencias demoníacas. Es quien guarda los tesoros escondidos: en el Occidente es el guardián del Vellocino de Oro y del Jardín de las Hespérides; en la China, según un cuento de los T’ang, es el guardián de la Perla; la leyenda de Sigfrido confirma que el tesoro guardado por el dragón no es sino la inmortalidad.
Su nombre procede del latín draco que, a su vez, procede del griego drakon, que es víbora o serpiente. Su figura se encuentra en todas las mitologías, desde la china, la japonesa, la coreana, la mongola, la hindú, la árabe, la americana o la vikinga, cuyas naves lucen en la proa su cabeza de pescuezo enroscado que les da nombre (dreki en islandés —plural, drakkar o barco dragón).
El investigador A. H. Krappe sostiene que la idea mítica del dragón puede proceder del asombro que generó el descubrimiento de fósiles de dinosaurio que hicieron imaginar la existencia de seres parecidos. La consecuencia es que el dragón quedó como todo lo animal por excelencia, mostrando un aspecto simbólico fuertemente negativo.
Los autores de la antigüedad le atribuían, entonces, las propiedades de la fuerza y de la vista (de ahí su carácter de guardián terrorífico y de oponente a vencer).
Si bien su imagen depende mucho de la cultura que lo represente, se suele coincidir en algunas características. Por ejemplo, de una o más cabezas, con larga cola que sacude demoledores golpes, cuerpo erizado de escamas, alas membranosas semejantes a las del murciélago y enormes fauces de afilados dientes por las que escupen bocanadas de fuego. Por consiguiente, para los occidentales, la mayoría de ellos tienen cierta apariencia de gran lagarto o cocodrilo, con alas, aliento de fuego, cuernos y grandes fauces. Pero para los orientales son más parecidos a una serpiente con partes híbridas de otros animales y casi nunca tienen alas.
Carlos Javier Taranilla de la Varga, en su obra Grandes mitos y leyendas de la historia, realiza un inventario de los aspectos fundamentales del dragón en una gran cantidad de diferentes culturas a lo largo de la historia de la humanidad.
Es así que identifica, por ejemplo, “… Entre los romanos, el dragón era considerado un símbolo de poder y sabiduría(…) En la India, uno de los poemas más antiguos del mundo, el Rig Veda, explica la creación del mundo como un combate entre el dios Indra y un dragón llamado Vitra, en el que el primero, armado con un rayo, consigue al final la victoria, simbolizando el triunfo de la heroicidad frente a la maldad que representaba el dragón”.
Si bien hay versiones encontradas, como en la mayoría de los mitos, algunas de las historias de la antigua Grecia hablan de Escila, a la cual muchos consideran la única mujer dragona de la antigüedad, más que nada por su aspecto. Ella era un gran monstruo marino cuya parte inferior estaba conformada por seis perros que devoraban todo lo que pasaba cerca suyo (cuando la nave de Ulises llegó costeando a la gruta que servía de guarida al monstruo, los perros salieron y devoraron a seis de los compañeros del héroe).
Si nos corremos en el tiempo y en el espacio, para los egipcios el dragón era el enemigo del dios Seth. Y en la Mesopotamia representaba el caos que había que dominar para que comenzara la creación (el dios Marduk tuvo que vencer a la diosa Tiamat, que con figura de dragón personificaba el mal y la destrucción, para poder crear un nuevo universo). En la mitología persa el dragón Azi Dahaka simbolizaba también el mal. En El cantar de los Nibelungos se muestra la batalla que el héroe Sigfrido tuvo que mantener con el dragón Fafnir hasta que consigue matarlo y se unta con su sangre, lo que le vuelve invulnerable para la mitología germánica.
Por su lado, los vikingos hablan también del dragón Nidhögr, que pertenece al inframundo y que constantemente intenta roer las raíces del gran fresno sagrado Ygdrasil, el Árbol de la Vida. Para ellos, según una de sus leyendas, los dragones sólo poseen una virtud y es que, si uno bebe su sangre, accede a la sabiduría y se hace inmune a las heridas. Y el comer de su lengua sirve para entender a las aves, “…aunque su aliento abrasa los escudos en un abrir y cerrar de ojos”, aclara.
Para los Celtas el dragón era una divinidad de los bosques, cuya fuerza podía ser dominada por los brujos. Durante la conquista romana adornó los estandartes de guerra, convirtiéndose en un símbolo heráldico y militar.
El cristianismo, por su parte, lo mostró como la encarnación del mal y el pecado. “Esto fue debido a que, cuando san Jerónimo realizó en latín su versión de la Biblia, la Vulgata, utilizó el término draco para traducir «serpiente», animal que representaba al demonio en la tradición hebrea y paleocristiana, lo que provocó que el dragón se terminara identificando con el diablo. Por eso luchan y combaten contra él los santos, siendo el más célebre San Jorge (en España patrono de Aragón y Cataluña), que mata al dragón alanceándole la garganta para liberar a una doncella de sus garras” argumenta Carlos Javier Taranilla de la Varga.
China es, posiblemente, el lugar donde el dragón ha alcanzado una mayor difusión. Se lo encuentra en el emblema del poder imperial (mientras el emperador usa el dragón de cinco garras en sus ornamentos, los oficiales de su corte sólo pueden usar el de cuatro garras). Cuenta George Frazer que cuando los chinos desean la lluvia, fabrican un enorme dragón de madera y papel y lo llevan en procesión, pero si no llueve el dragón es destrozado. Esto se debe, según Tchoang Tseu, a que el dragón y la serpiente, investidos de la más profunda y total significación cósmica, simbolizan la “vida rítmica”. La asociación dragón-rayo-lluvia-fecundidad es frecuente en los textos chinos arcaicos, por lo cual el animal fabuloso es el elemento de relación entre las aguas superiores y la tierra. Sin embargo, no se puede generalizar en la mitología china, ya que hay dragones subterráneos, aéreos y acuáticos.
Esto quiere decir que en China no es un ser maligno. Se tiene a los dragones por animales protectores que representan el bien y la prosperidad y simbolizan la buena suerte, la fecundidad, el conocimiento y la fuerza (quizá por eso lucen vistosos, brillantes y coloridos). El dragón era uno de los cuatro animales venerados, junto con el unicornio, la tortuga y el Ave Fénix.
Para los chinos, el dragón tenía cuerpo escamado de serpiente, garras de águila y cuernos como de ciervo. Nunca escupía fuego, sino la lluvia benefactora que fertiliza los campos y traía las cosechas. El dragón macho guarda bajo su barbilla una perla que representa el poder y la sabiduría.
Hoy es el principal protagonista de los desfiles de Año Nuevo que se celebran en China, porque, según su tradición, ahuyenta a los malos espíritus.
En Japón se distinguen cuatro especies de dragones: celeste, pluvial, terrestre-pluvial y subterráneo. El más reconocido es el Tatsu, el que desciende de una variedad primitiva de dragón chino que contaba sólo con tres dedos. Según se cuenta en Grandes mitos y leyendas de la historia, el dragón japonés “Se encuentra más relacionado con el mar que con la lluvia, quizá porque el país del Sol Naciente no sufre las inundaciones que castigan cada poco a China, la antigua Catay. Se les considera seres sabios y, además, siempre dispuestos a ayudar. Han sido, durante siglos, el emblema oficial de la familia imperial. Hubo, no obstante, un dragón terrible —Koshi—, de ocho cabezas, que se extendía por ocho montañas y ocho valles; tenía ocho colas, en cada una de las cuales se abrían ojos rojos, y su vientre era muy abultado, grotesco. Le tuvo que dar muerte el hermano de la diosa del Sol para que no devorara a la última de las ocho hijas de unos padres desesperados”.
El dragón cruzó muchas culturas y mucho tiempo hasta el día de hoy. Su figura ha sido protagonista de culturas milenarias y de innumerables relatos de ficción. Como dijo el propio Borges, “Creemos en el león como realidad y como símbolo; creemos en el minotauro como símbolo, ya que no como realidad; el dragón es acaso el más conocido pero también el menos afortunado de los animales fantásticos. Nos parece pueril y suele contaminar de puerilidad las historias en que figura. Conviene no olvidar, sin embargo, que se trata de un prejuicio moderno, quizá provocado por el exceso de dragones que hay en los cuentos de hadas…”.
Leé también
Temas
Lo más
leído