Negacionismo en la era de Milei y Villarruel: un debate abierto que disputa la memoria y los derechos humanos

A 48 años del último golpe cívico militar, el sociólogo Cristian Palmisciano analiza la gestación de los discursos que relativizan y/o justifican los crímenes de lesa humanidad y reflexiona sobre cómo dejaron de interpelar a una parte de la sociedad que eligió al Gobierno de la Libertad Avanza. El rol del kirchnerismo y otros partidos en la agenda de DD.HH. ¿Es posible dar este debate sin caer en el discurso negacionista?

Negacionismo en la era de Milei y Villarruel: un debate abierto que disputa la memoria y los derechos humanos. Foto: 0223.

24 de Marzo de 2024 15:40

 

Las figuras de Javier Milei y Victoria Villarruel que emergieron prácticamente en pleno proceso electoral aceleraron la instalación del discurso negacionista en la Argentina que relativiza los delitos de lesa humanidad cometidos en la última dictadura cívico militar.

Son sobrados los ejemplos de las posturas de los líderes de La Libertada Avanza sobre los derechos humanos. La vicepresidenta de la Nación se hizo conocida, en parte, por reivindicar a los genocidas, alegar que "no hubo 30 mil desaparecidos" y hasta se animó a cuestionar el espacio de memoria que funciona en la ex-Escuela de Mecánica de la Armada (Esma). Por su parte, Milei se refirió en el último debate presidencial al conflicto social que dio lugar al golpe de estado de 1976 como una "guerra" en la que las Fuerzas Armadas cometieron "excesos". Sus palabras rápidamente generaron sorpresa y alarma por las similitudes del mensaje que brindó el dictador Emilio Eduardo Massera durante el juicio a las juntas de 1985.

Cristian Palmisciano, sociólogo e integrante del grupo de investigación Violencia, Justicia y Derechos Humanos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Unmdp), analiza en diálogo con 0223 cómo con el correr de los años las agrupaciones que velan por “la memoria completa” fueron encontrando interlocutores a través de distintos libros y reportajes en televisión.

El especialista hace foco en Villarruel, quien constantemente busca equipar los crímenes cometidos por el Estado con los de las organizaciones políticas. "Es complicada la apertura que ella hace a la relativización de los delitos poniéndolos en el mismo lugar", remarca.

“No importa lo que haya hecho una persona: el Estado no te puede desaparecer ni cometer un crimen contra la población. Entonces, me parece preocupante cómo abre una discusión sobre algo que el Estado no lo debe hacer”, afirma.

Palmisciano entiende que la elección de la fórmula de La Libertad Avanza en las últimas elecciones no necesariamente avala los discursos negacionistas que pregonan buena parte de sus líderes y reflexiona cómo este discurso interpela a distintas generaciones. “El consenso democrático se basó en la idea que los delitos cometidos por el Estado son los más atroces”, señala.

Además, asegura que el debate, presente en redes sociales hoy en día, está abierto en la sociedad y advierte que la agenda de derechos humanos es una más de las batallas culturales que intentará dar el Gobierno.

-Parecía que había un consenso básico sobre el repudio al genocidio y se rompió. ¿Identificás un momento en particular? ¿Cuánto tuvo que ver este gobierno?

-Me parece que viene ya hace muchos años. Se venían gestando miradas alternativas sobre los 70. La “memoria completa” estaba muy presente sobre el gobierno de Fernando de la Rúa. El jefe del Estado Mayor General del Ejército, Ricardo Brinzoni, había institucionalizado este discurso de la “memoria completa” dentro del Ejército que venía a debatir con la anterior administración de Martín Balza, la cual había pedido perdón en nombre del Ejército por los crímenes. Eso había generado malestar en las filas del Ejército y la gestión siguiente trató de mostrar que dentro de las Fuerzas Armadas también había habido víctimas durante los 70. En esa época, a principios de los 2000, se empezaron a formar agrupaciones que ya tenían este discurso y es desde ahí donde surge Victoria Villarruel.

En los años siguientes se empezaron a gestar espacios para ampliar la memoria que venía institucionalizando el kirchnerismo. Se empezó a abrir un campo de discusión y mesas de diálogo entre sectores. Había personas que tenían miradas distintas de las organizaciones de derechos humanos y empezaban a discutirle al kirchnerismo su agenda. En ese contexto, desde 2010 hasta la actualidad empiezan a salir libros de grandes editoriales. Fue algo que se fue dando de a poco y con el macrismo se habilitó a que aparecieran estas figuras como Villarruel. Esos sectores vinculados a “la memoria completa” se sintieron defraudados por Macri porque no les cumplió con la agenda, que era una revisión más profunda de los juicios a los militares, y esperaban que tuvieran una gestualidad más clara con respecto a lo que ellos entienden como las otras víctimas de la década de los 70.

Esto fue parte de un proceso que se fue gestando de a poco. La aparición de estas agrupaciones con discurso negacionista o relativizador de los delitos de lesa humanidad viene con una historia que muy de a poco fue encontrando espacios de interlocución hasta que llegamos a Milei, que en el debate electoral habló de que hubo una guerra. Lo de Milei fue más disruptivo. Ni siquiera Villarruel suele mencionar la idea de una guerra, ella está más anclada en la idea de que hay otras víctimas, pero casi nunca hace una reivindicación demasiado abierta con respecto a que la dictadura triunfó en una guerra.

- ¿Qué reflexión tenés acerca de este reclamo de “las otras víctimas” que en general tendemos a deslegitimar porque vienen acompañados de discursos que intentan equiparar las muertes de organizaciones guerrilleras con las de la dictadura? ¿Es posible dar este debate sin caer en el discurso negacionista?

-Es difícil hacerlo. Siempre estuvo dando vueltas que las organizaciones guerrilleras cometieron delitos de derechos humanos. Hubo intentos de reabrir causas judiciales, que se encuentran con este problema que solo pueden ser abiertas si se las consideran delitos de lesa humanidad. Solo haciendo esa equiparación sería posible. La mirada del derecho no habilita la equiparación. El consenso democrático se basó en la idea que los delitos cometidos por el Estado son los más atroces, tienen una calificación distinta y es un problema para la iniciativa que busca equipararlos. Del lado jurídico es difícil de dar esa discusión y desde lo político vienen a poner en cuestión la inocencia de los desaparecidos con respecto a qué fue lo que pasó. Dicen que los desaparecidos fueron terroristas. ¿Qué quieren decir con eso? ¿Es admitir una justificación? Ahí hay algo que no terminan de decir abiertamente. No existe justificación alguna para desaparecer una persona. Se genera esta discusión muy compleja que pone en cuestión que el Estado no puede desaparecer personas.

Otro problema que le pasa a Villarruel es no tener una postura en contra de la dictadura. En un programa de Intratables, el periodista Paulo Vilouta le dice que es atendible lo que reclama pero que le gustaría que fuera más empática y ella dice que no hace falta. En este país, más entre los que hacen política, es importante ser enfático con respecto a no promover los delitos de la dictadura. Es muy básico. Eso no la inhabilita a que pueda hablar de que hubo otras víctimas. Es algo más institucional qué tipo de reconocimiento se le puede dar a esas personas.

- ¿Con qué fin crees que se hace esta reinterpretación? ¿Es para legitimar a las fuerzas armadas, juzgar a militantes o buscar la impunidad de los militares?

-Dentro de “la memoria completa” hay distintas posturas. Para algunos la salida podría ser una reconciliación, que no haya más juzgamientos. Otra es la que dice Villarruel, que haya justicia para todos los lados y se juzgue a los guerrilleros de la misma forma que a los militares. El jueves, en una entrevista por televisión, dijo que no pretende amnistía ni indulto. En la idea de que el desaparecido haya sido un terrorista, lo que aparece de trasfondo es una justificación, relativiza el crimen. Pareciera que la desaparición no fue tan grave para Villarruel si esa persona integró un grupo terrorista. No importa lo que haya hecho una persona: el Estado no te puede desaparecer ni cometer un crimen contra la población. Entonces, me parece preocupante cómo abre una discusión sobre algo que el Estado no lo debe hacer.

En otra entrevista, respecto a los anuncios de la intervención de las Fuerzas Armadas en casos de seguridad interior, ella dice que no está de acuerdo porque en los 70 los que combatieron a los civiles terminaron presos. Las fuerzas no fueron juzgadas por intervenir en la política interna, sino porque cometieron un plan de exterminio, por los crímenes que cometieron desde el Estado. No es clara la postura que ella tiene para las Fuerzas Armadas en democracia. Es complicada la apertura que ella hace a la relativización de los delitos poniéndolos en el mismo lugar.

-El hecho de que Villarruel haya llegado a ser vicepresidenta, ¿implica que buena parte de la gente que eligió este Gobierno avala los discursos negacionistas? Si no es así, ¿por qué dejaron de interpelarnos o son relativizados?

-La mayoría de la gente que votó esta fórmula no sé si avala estas miradas. No creo que haya una cuestión de negacionismo. Sí existe una mirada distinta sobre los últimos años. Sigue habiendo un consenso democrático sobre el “Nunca Más”, pero no para toda la gente es igual. Uno encuentra gente que dice que los guerrilleros eran terroristas, sobre todo en la generación de los 70. No necesariamente el voto fue un aval hacia estas miradas. Hay un espacio de discusión bastante amplio y no sé si a la juventud le interesa tanto. Si aparecen estas miradas es porque encuentran eco en la sociedad. Si los libros se venden es porque hay un público que demanda una mirada distinta de lo que se viene construyendo en los últimos años.

Antes, el discurso de “la memoria completa” lo podías encontrar en una solicitada en un diario. Hoy forma parte de las redes sociales y circula permanentemente. Es algo que está más abierto. No tengo tan en claro que le interese a la juventud. Esta cuestión de los 70 se inscribe más en una lógica de la batalla cultural que es parte de la agenda de la derecha y el gobierno. Dar la batalla cultural en distintas cuestiones. Los 70 son otra dimensión de esas disputas, es una más de las batallas que tienen en sus cabezas contra las izquierdas.

-El kirchnerismo tomó el bastión de los derechos humanos y reducir esta construcción a un gobierno específico pareciera que metió los consensos en la lógica de la grieta. ¿No debería ser transversal a todos los partidos políticos?

-El kirchnerismo empezó a hacer cosas que eran esperadas por las organizaciones de derechos humanos. Una parte importante de la agenda la marcó el radicalismo en los 80 y otra parte la hizo el kirchnerismo en 2003. Entonces, empieza a haber una discusión política del radicalismo hacia el kirchnerismo. Los dos partidos potentes de la Argentina hicieron juzgar a los responsables y le dieron un anclaje político cultural enorme. Me cuesta pensar que el radicalismo se haya desligado de la agenda. Sí creo que quedaron en una posición incómoda después de que el kirchnerismo la toma en 2003. Después de eso no pudieron articular una agenda clara. En el macrismo, la política de derechos humanos no tuvo nada emblemático.

Aparece ahora cuál es la mirada que tiene una derecha como la de hoy en día con Victoria Villarruel que viene discutiendo hace muchos años. Cómo se traduce está por verse. Si tiene o no una política por el reconocimiento de las otras víctimas. Por el momento, no se ha visto nada de esto.

-¿Cuál podría ser el rol de las nuevas generaciones para mantener viva la memoria?

-Hoy hay una presencia más fuerte de juventud de derecha. Está bastante fragmentado el panorama. Mucha gente participa de estas discusiones. Está presente en la juventud, pero no sé si forma parte de una épica militante como lo fue en una época del kirchnerismo el intento de asociar las luchas del presente asociando luchas del pasado, recuperando más un espíritu militante de cambio social más que la vertiente revolucionaria. Después tienen mucha visibilidad sectores más de derecha. Lo que me queda en duda es qué pasa en franjas más bajas de la población juvenil, si es algo que realmente los interpela o no. Hay sectores que son apáticos y eso no creo que vaya a cambiar. Hay que sostener políticas de memoria para sectores que son posibles de interpelar y dar las discusiones para mantener el consenso democrático que a veces entra en cuestión. Las cuestiones del pasado aparecen de una manera u otra. Permanentemente van a estar dando vueltas. No creo que tengan una solución. Siempre puede aparecer otro tipo de discurso que no estaba considerado y vuelve. Siempre está abierto.