Como un pájaro: un día de vuelo en el Club de Planeadores de Mar del Plata

Mar del Plata cuenta desde 1936 con su propio Club de Planeadores que cada fin de semana abre el hangar y levanta vuelo. Crónica de una tarde desde el aire.

El Club de Planeadores de Mar del Plata funciona desde 1936. Foto 0223.

“Abandona la tierra y dirígete al cielo/ mi águila blanca, de alas enormes y vibrantes/ entre torbellinos de aire/ elévate en el espacio/ y sigue tu ruta hacia el azul”, así, el 30 de abril de 1919 el poeta sevillano José María Romero Martínez publicaba su “Canción del Aeroplano” y, por primera vez se hacía referencia en un medio gráfico a la fascinación que generaban los aeroplanos en la España futurista en proceso de industrialización.

 

Un siglo más tarde, Roberto Musso Foccacio aseguraba que volar es "el sueño de los hombres y los pájaros enfermos”. Lo cierto es que, para tener una experiencia lo más cercana a volar hay que subirse a un planeador. Estas aeronaves o veleros aéreos son capaces de volar sin la necesidad de un motor valiéndose de las corrientes de aire cálido ascendente que le permiten al piloto estar en el aire varias horas con un descenso bajo. Mar del Plata cuenta desde 1936 con su propio Club de Planeadores que cada fin de semana abre el hangar y levanta vuelo.

Sábado a mediodía. Km 6.5 de la Ruta 88  un grupo de pilotos identificados con sus chombas del Club de Planeadores de Mar del Plata observa, mate en mano a quienes están en lo alto y, una joven -la única mujer del grupo- anota en una planilla las características de cada vuelo. “¿Se pusieron repelente? Está laminar, ideal para un bautismo”, dicen a 0223 Raúl Palmieri y Andrés Ferrín presidente e instructor del Club respectivamente  

El Club de Planeadores de Mar del Plata se fundó en 1936 y, desde hace doce años funciona en el predio ubicado a 10 minutos de Mar del Plata. Desde sus inicios, forma pilotos de planeador, instructores de vuelo y pilotos remolcadores. Actualmente cuenta con un hangar con 6 planeadores (2 planeadores son biplazas, destinados a la instrucción de nuevos pilotos y a paseos aéreos) y 1 avión remolcador.

Jorge Martínez, secretario del Club cuenta que “todos los socios nos dedicamos a otra cosa, hay médicos, ingenieros”. En el club, aseguran “no hay interés lucrativo en la actividad ni tampoco personas que reciban un sueldo. Todos aportan al club de manera desinteresada y a cambio, pueden utilizar las instalaciones y aeronaves”, dicen.

Para los integrantes del Club de Planeadores, todo empieza en el hangar. “Ahí empezamos a preparar a los planeadores y el avión remolcador para salir a volar", comentan y continúan: "los lavamos y acondicionamos para el resto del día, para ya trasladarlos hasta la pista". Volar un planeador es un trabajo en equipo ya que la operación requiere de la coordinación de al menos tres integrantes del Club para remolcar los planeadores desde que salen del hangar hasta que levantan vuelo y durante el verano, de los pilotos de publicidad aérea, que comparten aeródromo y se comunican constantemente por la radio.

"En la pista, hacemos los últimos chequeos y despegamos en remolque con la avioneta hasta los 600. Ahí nos vamos a soltar y empieza la mejor parte”, adelantan. Es que en el aire los pilotos se sienten “realmente libres y volamos como pájaros, sin motor y aprovechamos las térmicas para subir".

Las térmicas son columnas de aire caliente que ascienden en la atmósfera y que los planeadores aprovechan para ganar altura y volar más tiempo: "son la clave de nuestro vuelo, nos sirven como ascensores naturales", comentan.

Desde el aire

“Estamos en la Ruta 88, rumbo a Batán, en el  Km 6,5, antes del Aeroclub viniendo desde Mar del Plata. ¿Se ubican?” es la pregunta previa al llegar al lugar. Después de una breve caminata, salen al encuentro Amadeo y Gerardo y nos llevan hasta la pista. Pasadas las presentaciones de rigor, una serie de preguntas acompañadas con mates y galletitas nos preparamos para vivir la experiencia del vuelo de bautismo. “¿Quién se anima primero? Está ideal, subimos, nos desprendemos, hacemos unas piruetas y después bajamos”, bromean evidenciando que, con el paso de los minutos la expectativa con la que llegamos da paso a la ansiedad y un dejo de nerviosismo. 

Nos ponemos las mochilas para equilibrar el peso una vez a bordo, escuchamos atentamente las indicaciones del piloto instructor, nos acomodamos en el aeroplano y se cierra la cabina. “Cualquier molestia que sientas te agarrás de acá arriba y me avisas”, dice Andrés. 
Prueban que todo funcione correctamente, se engancha el planeador al avión remolcador y empieza el despegue a toda velocidad. “No dejes de hablarme”, pide. Llegamos a los 600 metros de altura, un ruido seco indica que ya nos soltamos del avión y estamos volando por el cielo de Mar del Plata.

Las condiciones climáticas son ideales y, tenemos la suerte de poder apreciar la costa, el faro y el horizonte se extiende hasta Miramar. “A veces se ven hasta los barcos que están navegando. Mirá, eso que se ve ahí es la laguna”, dice. Además de las impresionantes vistas, el silencio es otro ingrediente del vuelo: no hay ruido. El piloto vuela con la paz propia de cualquier pájaro mientras busca térmicas que nos permitan volar más tiempo y coordina con el piloto de la avioneta que nos sobrevuela los movimientos que nos permitan tener las mejores tomas aéreas. 

Después de varios minutos en el aire, el altímetro muestra los 200 metros y ya estamos próximos a la pista. En la radio se escucha al piloto anunciar su presencia y desde tierra nos autorizan a aterrizar: terminó nuestro vuelo pero en el Club de Planeadores nadie frena, los aviones y los planeadores siguen despegando y aterrizando.

“Abajo”, hay un clima especial. Es que Amadeo Cutini, uno de los dos jóvenes que ese sábado llegaron al club para practicar junto a sus instructores está a punto de hacer su primer vuelo solo. Todo depende del desempeño que muestre y la evaluación que hagan los pilotos que se encuentran en la pista. 

-¿Hoy se lo van a decir?- pregunta Dolores “Lolo” Bruzzone, una joven que está realizando el curso de piloto
-Vamos a ver qué nos contesta Jorge- responde Raúl.

Jorge baja del aeroplano y nos asegura que vamos a presenciar un momento que se da una vez por año. Es que para que alguien que comienza el curso pueda planear sólo necesita alrededor de 40 vuelos y recién ahí se lo habilita a rendir el examen que lo convertirá en piloto de aeroplano.

Hasta ahora, Amadeo había piloteado acompañado por su instructor. Al bajar del aeroplano, sus compañeros del club lo esperaban un un balde listo con una mezcla de pasto y agua para celebrar el avance.

El curso de piloto de Planeador consta de 40 vuelos acompañado por el instructor del club y, una vez que este considera que el alumno puede volar solo, rinde el examen ante un inspector de la Administración Nacional de Aviación Civil (Anac) para obtener la licencia de validez internacional. El club de planeadores de Mar del Plata tiene la particularidad de estar avalado por la Anac y habilitado para operar como Centro de Instrucción de Aviación Civil (Ciac)

Consultados sobre si cualquier persona puede hacer el curso, Gerardo Amarante responde que para empezar el curso es necesario un certificado médico aeronáutico y 15 años y 9 meses cumplidos.

Actualmente, el Club de Planeadores está integrado por doce personas: Raúl Palmieri, presidente e instructor; Diego Pinto viceresidente e instructor; Jorge Martínez, secretarito y piloto; Pedro Closa tesorero e instructor. También forman parte del club, como vocales o socios activos: Andrés Ferrín (instructor), Gerardo Amarante (piloto), Omar Santi (piloto) y Nicolás Federico (piloto remolcador). Por su parte, hay dos alumnos de Piloto de Planeador en el club (Amadeo Cutini y Dolores Bruzzone) y dos pilotos remolcadores (Agustín Dantas y Nicolás Federico.

Quienes deseen vivir la experiencia de un vuelo de bautismo, puede contactarse con Pedro, uno de los instructres del club via whatsapp al 223 680 3828, visitar la página del club o la cuenta de Instagram.