Cierra Casa Amado: un bazar que nació rodeado de baldíos y de vacas y acompañó al barrio por 70 años

El bazar fue fundado en 1956 por Juan y Luisa, que llegaron desde Galicia y se instalaron en la zona de Jacinto Peralta Ramos y la 39. "Era todo campo", recuerda su hija Alicia, que este sábado abre por última vez el negocio familiar.

Casa Amado cierra sus puertas después de casi 70 años de trabajo y legado familiar.

1 de Febrero de 2025 10:12

Por Redacción 0223

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"Si no lo tiene Amado, no lo tiene nadie". El slogan, marketinero, se popularizó mucho antes de que hubiese una TV en cada casa, cuando las redes sociales no existían ni en las películas de ciencia ficción. Sin más publicidad que el boca a boca, el negocio familiar de Juan y Luisa se transformó en el bazar del barrio y cosechó clientes durante casi 70 años. Hasta hoy. El último día de puertas abiertas, de despedida con los clientes de siempre, con los vecinos de la zona de la 39 y Jacinto Peralta Ramos que vieron crecer el barrio con una postal que nunca cambiaba: el local de Casa Amado.

El bazar del barrio fue la concreción del sueño de hacer la América que tuvieron Juan Amado y Luisa Rolán cuando llegaron desde Galicia en la posguerra, empujados por una Europa herida y la esperanza de conseguir una tierra fértil para cimentar casas, sueños e historias familiares. Poco y nada había en esa zona alejada del centro de una ciudad pujante y en plena explosión demográfica, ya el balneario preferido de los argentinos, pero que a mediados de los 50 no llegaba a los 200 mi habitantes.

En calles de tierra y manzanas completas de terrenos baldíos, ese matrimonio de gallegos que ya había echado raíces y empezaba a formar una familia en Mar del Plata puso un negocio sin saber que sería un clásico del barrio y su legado para su hija Alicia, que luego de 35 años de estar al frente de Casa Amado decidió cerrar sus puertas para vivir más tiempo con sus hijos y nietos.

"Yo nací acá prácticamente, porque el negocio tiene 69 años. Lo fundaron mis padres, Luisa y Juan, en el año 56. Gracias a ellos seguimos acá. Nosotros hace 35 años que estamos a cargo, desde que falleció mi papá. Desde entonces acompañamos a mi mamá y ella se desligó. Y ahora, después de los 60 años, 60 y pico, decidimos, con el apoyo de nuestras hijas, dejar y disfrutar un poco más de la vida. Sin horario, sin idas y venidas. Pero gracias a Dios y a los clientes, porque son casi 70 años que el negocio funcionó, estamos contentos por la decisión tomada con el apoyo de nuestra familia", cuenta Alicia Amado, que este sábado cerrará por última vez las puertas del bazar junto a su esposo Raúl, quien también heredó la responsabilidad de seguir con el local, y el apellido.

"El apellido de Raúl es Fernández, pero para todo el barrio y los clientes es el de Amado. Él es el de Amado, Raúl Amado, inclusive ya no dice nada", cuenta Alicia sobre la costumbre de la gente del barrio. Y su esposo no solo no los corrige, lo lleva con orgullo. "Amado fue una muy buena persona, así que no me molesta que me digan su apellido", acepta Raúl.

Un bazar en medio del campo y las vacas

Casa Amado hoy se despide en un lugar rodeado de casas y comercio, en una ciudad que crece hacia el sur de manera constante. Pero la realidad en aquellos primeros años, claro, era muy diferente. "Yo en realidad lo sé por lo que contaba mi mamá. Acá, sin asfalto, eso lo recuerdo, en la 47 y Peralta Ramos mi mamá siempre contaba que andaban las vacas. Era todo campo. Inclusive casas acá al lado no había, todo eran terrenos baldíos, y nada, todo campo", recuerda Alicia, que creció con el local y aprendiendo del sacrificio de sus padres: "vinieron de España sin nada", como tantos otros pioneros de la ciudad.

La fórmula para hacer crecer el comercio y la familia era simple en esos tiempos, como explica Raúl: "Con su trabajo, sin tener un gran capital, porque eran gente de trabajo que vino de allá con lo puesto prácticamente, pero laburando, laburando, laburando".

"En esa época, yo recuerdo de chica, se trabajaba mucho con la gente que trabajaba en las fábricas de pescado. Mucho, mucho. La gente humilde era la clientela de acá, cobraban y era venir a comprar. Igualmente nosotros hemos pasado épocas difíciles, pero la clientela siempre estuvo, realmente es lindo dejar así. No dejar porque el negocio se fundió o porque nos enfermamos alguno de los dos. Así sería muy triste, pero ahora es distinto", comenta Alicia.

Una despedida con los clientes y amigos de toda la vida

Como todo negocio nacido hace tantas décadas, había que tener de todo porque los clientes no contaban con tantas opciones, y tener a mano un local de múltiples rubros era una solución casi mágica para no ir hasta el centro de la ciudad. Bazar, juguetería, librería, fotocopias, impresiones, cigarrillos, golosinas, biyuterie, limpieza. "Siempre se caracterizó por tener de todo: si no lo tiene Amado, no lo tiene nadie. Eso es lo que nos dice la gente y tratamos de que sea así. Buscar por todos lados las cosas que nos piden, lo que nos pedían y no lo conseguíamos con los proveedores, lo buscábamos por otro lado. El bazar es lo que más nos llevó y lo que fue en su esencia", cuenta Raúl.

"La gente al principio se pone triste, pero después nos felicita, inclusive se pone contenta porque sabe que vamos a poder estar un poco más libres y disfrutar de la vida. Lo que nos quede de la vida, de los nietos, de estar sin horarios más que nada", comparte Alicia sobre las emociones de estos días.

"Mucha gente no lo puede creer, mucha gente se pone triste o por lo menos nos lo dicen. Pero yo creo que sí, que es sincero. Porque a raíz de tantos años, de venir prácticamente todos los días, ya más que un intercambio de mercadería, es intercambio de vida. Ellos nos cuentan sus cosas, saben algunas cosas de las nuestras, es una amistad. Después de tantos años, de tener un negocio de barrio, conocemos a los padres de nuestros clientes y tal vez a los abuelos. Entonces es un poco triste el despegue, pero bueno, no nos vamos, seguimos viviendo acá, la vida sigue. Queremos estar un poco sin tanta presión", comenta Raúl sobre cómo son estos tiempos de adiós anunciado luego de una vida de trabajo del otro lado del mostrador del bazar.