Tiempo Libre: el programa que se adelantó a su tiempo y sigue vivo en la memoria de tres generaciones
Hace 50 años, Tiempo Libre salía al aire por primera vez en Canal 8, conducido por Jorge Zanier. Fue el espacio donde todas las actividades deportivas y recreativas de la ciudad encontraron su lugar. Cubrió espectáculos y alcanzó picos de audiencia con eventos memorables, como la presencia de Tusam o Julio Iglesias.
"Sin ir más lejos, anoche soñé que preparaba un guión con la producción. Yo le decía ciertas cosas y armábamos algo para el programa", comienza diciendo Jorge Zanier, creador y fundador del programa Tiempo Libre, que se emitió durante más de 40 años por Canal 8 de Mar del Plata.
La anécdota de Zanier, antes de hablarnos del programa, muestra la huella que dejó en él: una huella profunda, casi como la que quedó también en los televidentes.
Fue un 12 de abril de 1975 cuando apareció el formato del programa. Aún no se llamaba Tiempo Libre, pero las bases de algo que cambiaría la forma de ver televisión los fines de semana ya estaban en la cabeza de Zanier.
"Recién tomé conciencia de los 50 años cuando lo hablé con unos amigos. El año pasado, con el tema de los 150 años de la ciudad, hablábamos mucho sobre eso. Hasta que, de pronto, un día me miro al espejo y digo: ‘50 años son un tercio de la historia de la ciudad’. Increíble. Te juro que yo mismo me asombro de esos 50 años", confiesa Jorge.
—Contame un poco sobre aquellos días en los que pensabas la idea. ¿Los tomó por sorpresa a los directivos del canal un programa de este tipo?
—Mirá, que lo aceptaran fue mucho más fácil que pensar y armar el programa. Con eso te digo todo. Primero, yo venía de recibirme de locutor en el Comfer, en Buenos Aires, porque acá todavía no había dónde estudiar. Me acuerdo de que fuimos Degoas, Eduardo Pezzati y yo. Después, empecé a trabajar en Canal 8. Arranqué como cadete; mi primera tarea fue barrer el piso en Cineteca. Luego pasé por Cineteca unos tres o cuatro años y después fui camarógrafo en estudio. Eso fue en el año 64. Ya ahí empezó a picarme el bichito de estar delante de cámara y empecé a pensar qué podía hacer para lograrlo. Hasta que me encontré con un amigo de Buenos Aires que tenía un programa de caza mayor y menor, y eso me abrió un poco los ojos. Luego, con otros amigos que vinieron a ver películas de buceo en Cineteca -más que yo era un amante del buceo, los barcos hundidos, las profundidades-, todo iba cerrando en una misma idea.
—¿Era ya la idea de un programa sobre esas actividades? ¿En qué año más o menos?
—Sería en el 69 o 70, pero primero fundamos el CAS, el Centro de Actividades Submarinas. Ahí surgió mi idea de volcarme a un hobby o una actividad. En ese momento, aparecieron dos o tres amigos que querían aprender arquería y me preguntaban dónde. Otro quería saber sobre los autitos de colección. En fin, para hacerla sencilla, así empezaron a surgir los temas.
En ese tiempo, las cámaras de televisión tenían dos tapas a los costados; eran en blanco y negro y funcionaban con válvulas. Tenían una válvula interior llamada orticón, que debía refrigerarse. Entonces, cuando un programa no requería mucho movimiento de cámara, se abrían las tapas. Zanier aprovechaba cada uno de esos momentos para seguir desarrollando su idea. Según cuenta, durante su trabajo como camarógrafo, fijaba el trípode al piso, abría la tapa y, sobre ella, con gente en cámara, escribía los distintos guiones.
Fue en 1975. El canal estaba intervenido por gente del gobierno. "Era de apellido González y era yerno de Rodrigo, aquel que fue ministro de Economía", recuerda Zanier.
Aparentemente, al interventor le gustaba mucho la producción local por su pasado en la ciudad de Mar del Plata. Jorge completa la historia: "Quería que Mar del Plata tuviera un canal con programas locales. Había dos o tres, pero ninguno de deportes. Además, en ese momento surgió en Buenos Aires un programa que se llamaba La Aventura del Hombre, y yo me atreví a presentarlo porque conocía a esta gente que estaban de interventores, tanto al interventor del canal como al director artístico, que era también de Mar del Plata. Yo había hecho algunos programas de radio, era periodista deportivo, locutor… en fin, tenía todo. Me acuerdo que me dice: ‘¿Por qué no vas a verlo al interventor y le decís que tenés un programa?’. Entonces pedí audiencia, fui y le dije que tenía un programa. Me preguntó cómo lo llamaría, y le dije que, como serían muchas actividades, lo llamaría Activísimo. ‘¡Está Actualísima en Buenos Aires, dejate de joder!’, me dice. Muy piola el tipo, ¿no? Entonces me indica: ‘Traeme tres nombres y yo los voy a elegir’. Entre ellos llevé Tiempo Libre, y me dijo: ‘Este. Ese es el nombre, flaco. Dale’. Me encantó el nombre y la idea".
La primera situación a resolver era el lugar del propio Zanier en todo esto, ya que él era empleado del canal y, para poder producir el programa, iba a tener que renunciar. La duda aparecía en el caso de que el producto no funcionara. Y fue ahí donde aparece, una vez más, la palabra del interventor: "Él me dice: 'Vas a tener que renunciar. Y si te va mal, ¿qué pasa? Vamos a hacer una cosa, yo tengo la solución, yo te quiero dar una mano. Flaco, pedime licencia por tres meses sin goce de sueldo. Largás el programa; si te va mal, volvés a tu puesto de camarógrafo'. Y fueron 41 años de estar al aire. Me suena increíble todavía", explica.
Lo más llamativo de esta anécdota es que, en esos momentos, Zanier se cruza en el canal con uno de los periodistas que hacía el noticiero en esa época. Este le dice: "Flaco, me gusta la idea, me gusta todo", y agrega: "Pero, así como lo veo, no dura mucho el programa". A lo que Zanier responde: "Bueno, pero es así como lo quiero hacer". "Allá vos", le dice. Se dio media vuelta y se fue. Nunca más habló con él.
Cuarenta y un años después de permanecer al aire, Zanier no solo generó un proyecto señero, sino que tampoco se volvió a cruzar con aquel periodista para ver qué opinaba al respecto.
Aquel primer programa salió al aire el 12 de abril de 1975. Uno de los columnistas fue el propio Alfredo Barragán, mucho antes de su aventura con la balsa Atlantis, con una columna sobre caza menor. También lo acompañó el periodista Miguel Ángel Rubini, amigo de Zanier.
Sigue Jorge: "Yo lo conocí a Miguel Ángel haciendo periodismo deportivo. Él pasaba informaciones sobre, por ejemplo, torneos de arquería. Yo me preguntaba a quién podía llegar a interesarle eso, pero él lo hacía igual. Me acuerdo de que, en el primer programa, estaba por presentarlo y, cuando lo miro, me doy cuenta de que el cachete izquierdo me estaba temblando. O sea, como que era la ansiedad, los nervios, el susto… claro, nosotros teníamos que salir en vivo. Ahí tenías que poner la caripela. Yo lo miraba a Miguel Ángel y me temblaba. Lo miro y me dije: 'No'. Cuando lo presento, veo que le temblaba el cachete derecho".
—¿A él también?
—Sí. A mí el izquierdo y a él el derecho. Yo lo estaba mirando y decía: "Hola, Miguel Ángel, ¿cómo estás? Les presento a Miguel Ángel Rubini…” y, mientras lo presentaba, veía su cachete y me decía: "A mí se me tiene que estar notando igual que a él".
Luego se fueron sumando más y más contenidos, como ciclismo, karate, esgrima y otras disciplinas que fueron dejando una profunda huella en la televisión local y en la comunidad que, ya para ese momento, seguía Tiempo Libre programa tras programa.
—Jorge, ¿cuándo te diste cuenta de que había funcionado, de que era un éxito?
—Cuando tuve que renunciar al canal. Porque, ¿qué pasa? Yo iba haciendo evaluaciones. Yo me encontraba con una persona en el ascensor de mi casa y era una locura. Me decían: "¡Qué bueno, flaco!". Y el aliento de la gente, en esos dos meses y pico, mientras se acercaba la fecha para ver qué hacía, se volvió intenso. Entonces lo voy a ver al interventor y le pregunto: ¿Y? Él me dijo: “Fantástico. Dale pata, metele pata. Yo no tengo mucho más tiempo acá, pero seguí”. Ya había problemas en el gobierno y estaban levantando y cambiando a todos. A los pocos meses de estar al aire, ya habían cambiado al interventor, pero, por suerte, mi programa ya se había asentado. Lo que no era fácil. En ese momento era un boca a boca, y así y todo era increíble. Sí funcionaba el teléfono. Durante las transmisiones, la gente —los porteros, los encargados de mesa de entrada— cuando terminaba el programa decían: "No, no hagas más el programa o yo renuncio". Era una cosa de colgar y sonaba, colgar y sonaba. Tenían una base esos teléfonos de cuatro entradas y, mientras atendía uno, sonaban los otros tres. Fue una repercusión increíble y eso llegó a oídos de la intervención y del director artístico. Todos me empezaron a apoyar. Y cuando se estaban por cumplir los tres meses, dije: “Bueno, sigo”. Así que renuncié, mandé el telegrama. Me acuerdo de que lo guardé. Lo tengo guardado: el telegrama de hace 50 años. Y así fue un poco la aventura de largarme y que el programa fuera realmente una pegada.
Tiempo Libre se convirtió en todo un fenómeno. Su programación ofrecía una gran variedad de actividades, y con el tiempo los temas fueron ampliándose y sumándose cada vez más. Hubo determinadas emisiones que, por diversas circunstancias, se transmitieron directamente desde la vereda del canal, como aquella vez en la que se rompieron barras de hielo o cuando alguien se lanzó desde la cúpula de la municipalidad para caer en colchones instalados en la vereda, mientras Tiempo Libre lo transmitía en vivo.
Pero si hablamos del uso de la vereda para una transmisión especial, no puede quedar afuera la ocasión en la que se presentó en el programa el mentalista e hipnotizador Tusam. Jorge lo recuerda claramente porque fue un evento increíble para el programa: "Un día le hago un reportaje a Tusam. No lo conocían muchos; tenía un programa en Buenos Aires donde prendía tubos de neón, se metía espadas en la garganta, dormía canarios, doblaba cucharas. Yo no entendía nada y me preguntaba: '¿Presento esto?’. Pero se rompió todo. Terminó el programa y había 3000 o 4000 personas en la calle esperando con cucharas dobladas y canarios dormidos (Entre ellas el periodista Marcelo Pasetti que asistió con su padre y una cuchara doblada a las puertas del canal). Fue impresionante. Estuvo durante tres o cuatro programas porque no solo llenó la función de esa noche, sino que también sumó el domingo. Así fue hasta que hicimos un programa solo con él".
—Todo un fenómeno…
—Y te digo algo más. En el tercer o cuarto programa, dijo que iba a manejar vendado y dar la vuelta a la manzana del canal, saliendo por la puerta de Yrigoyen, pasando por 25 de Mayo, luego Rioja y Luro, en un coche tipo Spider convertible. Me pidió que lo acompañara. Así fue: vendado manejó todo ese recorrido. Se cortó el tránsito y fue un quilombo infernal.
—Jorge, ¿y ahora qué pasa por tu cabeza al mirar hacia atrás, retroceder 50 años y ver que todo el camino que has recorrido ha dejado una huella imborrable?
—Siento haber creado una marca. Levanté el programa para entrar en el Emtur, porque no podía ser funcionario y tener aire. Entonces, tuve que renunciar. La producción propuso seguirla ella, pero finalmente no se pudo. Alguien también me dijo alguna vez que yo había creado una marca, había creado Tiempo Libre, y que, entonces, Tiempo Libre es Jorge Zanier y Jorge Zanier era Tiempo Libre. No podía olvidarme de eso. Por eso, hoy miro para atrás y, lo que te decía antes, a veces no lo creo. Hice tanta historia. Fueron casi 2000 emisiones, 14 premios entre locales y nacionales y, realmente te digo, a veces lo sueño. Pienso que sí, que realmente fue importante por la respuesta que tengo hoy. Lo levanté en 2016 y, ocho años después, la gente me sigue pidiendo fotos, me llama, me busca, habla conmigo. Siguen apareciendo fotos; hoy, casualmente, le mandé unas fotos a Carolina Perín, que estuvo dentro del programa también.
Ese es otro gran punto a favor de la historia de Tiempo Libre: la cantidad de periodistas que pasaron por el programa y luego emigraron a la televisión de Buenos Aires. Desde la propia Carolina Perín hasta Horacio Embón, Alejandro Tomé, que participó de La Noticia Rebelde, y hasta el propio Eugenio Weinbaum, con una primera columna de surf en la televisión local.
Tiempo Libre fue todo un éxito local y zonal. Se convirtió en un fenómeno al poco tiempo de comenzar sus transmisiones. Fueron más de 40 años difundiendo actividades que no encontraban espacio en ningún medio de comunicación: arquería, automodelismo, aeromodelismo. También organizaban “barrileteadas” o actividades y encuentros al aire libre. Cubrían espectáculos de alto nivel. Tuvieron como padrinos a Sergio Denis y a Donald. Pasó por allí Julio Iglesias, Olmedo o Tusam, entre tantos otros.
Desde lo técnico, también fue modernizándose con el paso del tiempo. En esos cuatro lustros, Tiempo Libre tuvo 40 escenografías, cambiando colores y disposiciones. Todo estaba en una actualización permanente.
Pero aún queda algo. Jorge Zanier, el ideólogo, el creador y conductor de ese programa señero que fue Tiempo Libre, cierra su breve historia con palabras de agradecimiento: "No me queda más que ser agradecido", dice, y agrega: "Le agradezco a cada televidente que me vio y me anima aún hoy, diciéndome: 'Hacelo de nuevo, salí de nuevo', o 'En mi casa, tres generaciones te vieron'. En fin, no tengo más que palabras para quienes fueron mis columnistas, que gracias a ellos yo armé el programa. Porque si yo no hubiera puesto los temas y no hubiera venido alguien importante a hablar de lo que sabía, yo solo, hablando media hora, una hora, una hora y media o dos horas, como llegué a tener, no sería nadie. No podés hacer un programa solo. Y, sobre todo, a los televidentes que me apoyaron todo el tiempo. Y no puedo olvidarme de Daria, la madre de mi hijo, y mi hijo Gastón, que fue clave en su apoyo. ¿Sabés?, cuando él nació, fue en el moisés al canal; primero fue estando en la panza, después en el moisés, después, cuando gateaba, se levantó y fue hasta el trípode de la cámara. Empezó a caminar ahí, y hasta ya de más grande, hizo el programa dos veces cuando yo no pude, y lo hizo muy bien. Todos ellos están permanentemente en mis agradecimientos”.
Cincuenta años después, Tiempo Libre sigue vivo en la memoria de quienes lo vieron, lo hicieron y lo sintieron como propio. No fue solo un programa de televisión, sino una comunidad, un espacio donde las pasiones encontraron su lugar y los espectadores se volvieron parte de algo más grande. Jorge Zanier, su creador, sigue escuchando el eco de aquellos años y la gran audiencia que supo ganarse también.
¿Qué es lo que hizo que esto fuera un fenómeno como el que es hoy en día? ¿Los años de emisión, la audiencia, los momentos inolvidables? Quizás sea todo eso, o quizás también sea la huella que dejó en quienes lo vivieron como compañía.
(*) Las fotografías son del archivo personal de Jorge Zanier.
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