El Colegio Nacional, un faro de conocimiento frente al mar y el inicio de un nuevo camino pedagógico para Mar del Plata
Tuvo su nacimiento en 1929, pero logró consolidar su espacio propio recién a mediados de los años 40. Por sus aulas pasaron muchos nombres reconocidos de la política y la cultura local. Su particular estilo pedagógico abrió un espacio de socialización que luego continuaría la UNMDP.
Surgió en una Mar del Plata donde la idea sobre la educación estaba en plena expansión. Desde su origen, se lo consideró un “faro de conocimiento” frente al mar, porque no solo ofrecía una educación de calidad, sino que también buscaba crear ámbitos de enseñanza diferentes a los oficiales.
Hablamos del Colegio Nacional Mariano Moreno, el mismo que hoy es considerado la antesala de la Universidad Nacional local. El ex Colegio Nacional se fundó el 27 de abril de 1919.
Para su construcción, el legislador marplatense Dr. Fermín Errea presentó un proyecto de ley en la Cámara de Diputados de la Nación solicitando 300.000 pesos moneda nacional para la compra del terreno y la edificación. Posteriormente, se aprobó un aumento de 100.000 pesos, elevando el monto total a 400.000. Así, el Colegio Nacional, antes de su destino definitivo en Gascón y Mitre, pasó por las aulas de la Escuela 1 y luego por un edificio ubicado en la calle San Juan, hoy Hipólito Yrigoyen.
El mismo proyecto de Errea solicitaba que: “La edificación deberá ser sencilla, desprovista de lujo y adecuada en el conjunto y en los detalles a las características de los establecimientos de su índole”. Y, entre sus fundamentos, se aseguraba que “el colegio, fundado el 27 de abril de 1919, había cobrado una excepcional importancia” y ya se lo consideraba “modelo en su género”.
La Asociación Cooperadora del colegio comenzó a trabajar casi inmediatamente, después de su creación. Con una actitud solidaria y de mucha entrega, desde aquella primera comisión directiva con el Dr. Juan Héctor Jara como presidente, lucharon permanentemente para que los directivos, docentes y alumnos tuvieran un marco ideal para el desarrollo educativo, incluyendo el pago de la totalidad del alquiler del edificio sobre la calle San Juan.
El espacio elegido, ubicado en la intersección de Mitre y Gascón, contaba con 10 aulas iniciales: 5 en planta baja y el resto en el primer piso, gabinetes de física y de química, y una biblioteca que aún hoy está en la memoria de los muchos que pasaron por allí.
Las obras comenzaron en 1943 y ya en 1945 los estudiantes pudieron comenzar el ciclo lectivo de ese año en su propio edificio.
El debate por su creación
Al momento de su creación, dos grupos dieron lugar a un intenso debate. Uno de ellos buscaba replicar el modelo de otros colegios nacionales, mientras que el segundo apostaba por un “internado de vanguardia” con una mayor identidad local. “En efecto, las instituciones educativas de las primeras décadas del siglo XX (sobre todo en el caso del Colegio Nacional) en sus diferentes itinerarios y experiencias dieron cuenta de una tendencia marcadamente localista que permeó propuestas del Estado (nacional y provincial), tal como podría inicialmente advertirse con el proyecto de la Universidad Provincial (UPMdP) en los años 60. En su proyecto de creación se retomaron, a partir de otro lenguaje y otros discursos propios de más de cuatro décadas de historia, argumentos similares para crear una institución educativa fundamental para el crecimiento, el desarrollo y la modernización de esta ciudad”, argumenta Francisco Ramallo en su texto Una antesala a la universidad: el Colegio Nacional “Mariano Moreno”.
Así, de las dos propuestas, finalmente se impuso la “oficial”, que replicaba la experiencia de otros colegios nacionales. Con esto decidido, se aceptó la propuesta de creación del colegio en la Cámara de Diputados de la Nación, se aprobó el 18 de septiembre de 1917 y se concretó oficialmente el 27 de abril de 1919.
El entonces intendente, Luciano Arrué, fue el encargado de dejar inaugurado el nuevo espacio de enseñanza. En el acto lo acompañaron el ministro de Instrucción Pública de la Nación, Dr. José S. Salinas, y el propio diputado nacional, Dr. Fermín Errea, autor del proyecto de ley sobre la construcción del edificio del establecimiento. Las crónicas de la época mencionan que el Intendente Arrué invitó a toda la población y pidió que embanderaran los edificios para celebrar un hecho tan trascendental como la inauguración de una institución educativa.
Hoy, el edificio, con los anexos, las remodelaciones y el Colegio Nacional de Comercio Manuel Belgrano, ocupa casi la totalidad de la cuadra sobre Mitre. Si sumamos los frentes que dan a Gascón y Alberti, da como resultado más de 200 metros cuadrados de frente. Pero se destaca su entrada principal hecha de piedra, la que presenta tres pórticos de doble altura, cada uno con una puerta doble, enmarcados por dos farolas de hierro forjado. Los apenas tres o cuatro escalones que permiten el ingreso no alcanzan a dar la perspectiva para ver sobre las puertas el escudo nacional argentino y, mucho más arriba, el nombre grabado en piedra: Colegio Nacional.
Una fachada hecha para perdurar. Una fachada que buscaba ser señera en lo educativo y en la importancia de esto para toda la sociedad.
Porque si algo se destaca del Colegio Nacional es que siempre se vivió como un espacio de experimentación pedagógica. Francisco Ramallo cuenta que: “En el verano de 1920, cuando el colegio aún tenía solo unos pocos meses de existencia, comenzaron a funcionar las aulas de verano, una práctica pedagógica organizada por los propios profesores de la institución como una manera de recaudar fondos para un funcionamiento más adecuado a lo que el CNMdP necesitaba. Los profesores brindaban clases para los alumnos de otros colegios nacionales que estaban veraneando en la ciudad y así, estos jóvenes podían reforzar y preparar sus exámenes mientras permanecían el mayor tiempo posible en el balneario”. A esto debemos sumar iniciativas pedagógicas como el laboratorio de Psicología Experimental que Mauricio Gueventer implementó desde 1925, o las lecturas de grandes obras de la literatura frente al mar con el profesor Gaspar Martín, o la decisión del profesor de música Ezequiel Calleja, quien no solo enseñaba a tocar el piano, sino también a reconocer los sonidos del mar y de cada paisaje. Todo esto reforzó la identidad autónoma del Colegio Nacional y su perfil educativo.
El trago amargo de la dictadura
La impronta del propio Colegio generó que se convirtiera también en uno de los espacios donde muchos se iniciaron en sus andares políticos. Por sus pasillos, aulas y patios se cruzaron identidades políticas diversas, como la UCR y Forja.
Con la llegada al poder de la dictadura cívico-militar en 1976, el colegio también pasó por su noche oscura, sumando víctimas del terrorismo de Estado a la terrible lista de desaparecidos y asesinados que dejó la última dictadura. Entre ellos, se encontraban dos docentes: María Coca Maggi y Gregorio Nachman.
El Colegio Nacional hoy
El edificio mantiene su fachada, ha sufrido ampliaciones, lo que se nota en el diseño y en los materiales utilizados, y, por supuesto, su matrícula se ha incrementado. Con las reformas educativas de los años 90, pasó a ser de jurisdicción provincial y también se decidió que fuera declarado Bien de Interés Cultural e incorporado al Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires para su preservación.
Más allá de esto, se pueden encontrar muchos espacios virtuales donde asociaciones de exalumnos del Colegio Nacional se preocupan por su restauración, arreglos y mantenimiento, con iniciativas particulares o grupales fuera de la obligación del Estado. También son muchos los espacios de encuentro de aquellos tantos que pasaron por sus aulas, celebrando un nuevo aniversario de su colación.
El Colegio Nacional se convirtió en un punto clave para la vida cultural de Mar del Plata. Le dio otra impronta a lo cultural, así como a la originalidad del espacio educativo. Por eso se convirtió en algo más que un centro de estudios. El Colegio Nacional experimentó pedagógicamente y mantuvo un compromiso con una educación diferenciada que marcó un camino. Como afirma el licenciado en Historia Francisco Ramallo: “De alguna manera, la casa de estudio del bachillerato local ocupó ese espacio de sociabilización que luego la UPMdP y la Universidad Católica (posteriormente la Universidad Nacional) condujeron a otras dimensiones de la política en nuestro país”.
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