El documentalista del proceso de Memoria, Verdad y Justicia

El represor Lombardo fue condenado a prisión perpetua dos veces. Foto: Marcelo Nuñez. 

24 de Marzo de 2016 11:52

Por Redacción 0223

PARA 0223

Por Marcelo Nuñez

Mi llegada a los organismos data del año 2000, un poco antes, tal vez, cuando comenzaron los Juicios por la Verdad. Con el correr del tiempo fui conociendo a todas las Madres, Abuelas y arrancamos a organizar nuevamente Hijos. Nunca trabajé por un sueldo, me siento un colaborador más en las causas de Derechos Humanos.

Mi aporte en esos años vino desde las fotografías. Con el tiempo comprendí que he documentado en imágenes gran parte de lo realizado. Aquello que arrancó con juicios no punitivos hoy son juicios orales y públicos y son políticas de Estado. Hoy, las marchas o actos que eran de poca gente en los últimos años son muy numerosas.

No milito, trato de estar con mi cámara en muchos lados. Me siento un fotógrafo documentalista en este proceso de Memoria, Verdad y Justicia.

Parte del trabajo de fotógrafo es ser paciente, esperar. En los últimos años pudimos demostrar en imágenes a dos represores violando el beneficio del arresto domiciliario: en septiembre del 2013 a José Bujedo y en diciembre de 2014, a Carlos Cassucio. En estos casos valió la pena la espera porque se demostró en fotos que nadie los controla.

A lo largo de estos años, hay muchas caras que no sé olvidan. Tengo la suerte de haber viajado a cubrir varios juicios de lesa humanidad. Uno de los primeros fue el de Miguel Etchecolatz, un gran provocador, besando su rosario... Sus risas.

También recuerdo al represor Gregorio Molina, uno de los torturadores del CCD “La Cueva”, que seguía usando sus grandes anillos, los mismos que las víctimas describían en sus relatos.

Hay algunos que se cubren la cara o me insultan cuando los voy a fotografiar, pero trato de hacer fotos y no entrar en esas provocaciones. Hace unos meses, en uno de los juicios de Mar del Plata, el vicealmirante Juan José Lombardo me sacó la lengua mientras bajaba esposado del camión del Servicio Penitenciario Federal. Hoy tiene dos condenas a perpetua.

Entrar a los lugares que funcionaron como CCD siempre genera una sensación muy fuerte. Recuerdo cuando en el año 2002, en “La Cueva”, sé encontró la cama que se usaba para las torturas. Es muy fuerte entrar a estos lugares con los exdetenidos.

En los casos de los represores, hoy señores mayores que han gozado de años de impunidad, llegan a los juicios con todas las garantías y al momento de pararse frente de los jueces, varios lagrimean.Sin embargo, más difícil es para los sobrevivientes o familiares ver cara a cara a aquellas personas que fueron parte de los secuestros, torturas y desapariciones.